Los sonidos caribeños “rompieron” con los estándares musicales europeos a finales del siglo XVIII. Casi con seguridad fue en Cuba donde surgió una fusión de percusiones africanas a la que se le añadieron los instrumentos europeos de la época, sobre todo la guitarra española, y se fueron añadiendo en el XIX instrumentos de viento, piano y por fin también los metales de viento, como la trompeta, el trombón de varas y el saxo. Durante más de un siglo fueron surgiendo unos ricos repertorios y estilos que inundaron todo el continente americano y europeo principalmente.
Durante las primeras décadas del siglo XX tanto en Hispanoamérica como en el mundo anglosajón, Francia, y en menor medida Alemania e Italia, se puso de moda el Jazz (Charlestone) y el “sonido latino”. En España se escuchaban “tanguillos”, boleros y las variedades del Flamenco moderno incipiente. Si primero influenció la música española en América, luego retornó evolucionada. Según Pío Baroja nos comenta en su autobiografía, hacia el 1900 se escuchaban los mismos tangos (mismo estilo y forma) en España que en Argentina, pero en este último país arraigó de tal manera que se convirtió en Pop, cuando en el resto fue “otra moda del momento”.
Sería el Cine sonoro y las grandes producciones musicales las que empezaron a marcar las modas en Occidente. La música latina obtendría un importante protagonismo. Los sonidos se fusionaban y aparecían ritmos nuevos a cada lustro. Nueva York funcionaba como escaparate a nivel mundial. Al mismo tiempo, las letras sonaban “picantonas” para las canciones más animadas y bailables, y muy sensuales para las baladas y los estilos románticos.
Qué rico Mambo-Pérez Prado
Para las letras satíricas, donde incluimos también las de carácter socio-político, sin dejar de sonar divertidas, el público fue prefiriendo las del estilo Guaracha cubana, que se asemejaba mucho a los estilos incipientes de nuestro Flamenco, en forma de seguidillas, fandangos, bulerías, etc. Todos los estilos latinos tienen su origen en la primitiva Jota Aragonesa, donde encontramos los mismos compases, de ahí que nos resulten todos estos sonidos tan agradables al oído y familiares. Genios de la música como el cubano Pérez Bravo (1916-1989) o el español (cubano desde su niñez) Xavier Cugat (1900-1990), “reordenaron” los sonidos criollos, otorgándoles “clase” y un ritmo atractivo mediante orquestas bien dirigidas. Por ejemplo, Cugat explotó los ritmos del gran compositor hispano-cubano Ernesto Lecuona (1896-1963), llegando a la fama mundial, cuando el compositor original no tuvo tanta repercusión internacional. Eso se debió al toque orquestal y personal del catalán y a la acertada difusión mediante sus actuaciones en Nueva York y el Cine de Hollywood.
En la década de los 1940s sonaban en salas de fiestas y radio los sonidos cubanos, aunque sus intérpretes perteneciesen a otras latitudes. Una orquesta cubana sería sinónimo de “prestigio” en esas fechas, y la marca “Tropicana” sinónima de fiesta, alegría y buen gusto. Curiosamente esta famosa sala de fiestas de la Habana nació en 1939, unos meses después que nuestro protagonista.
Sala Cabaret Tropicana
Por esos años de 1940s vivió Pedro Pubill Calaf su infancia entre Mataró y Barcelona, ciudad a la que se desplazó junto a su familia siendo pequeño. La Barcelona de la posguerra era una urbe “agresiva”, con un gran número de personas que, residiendo o no en la ciudad, hacían la calle para conseguir el sustento. No viene al caso profundizar sobre las dificultades en aquellos tiempos, pero la familia gitana debía soportar un plus de dificultad por su condición. La mayoría sobrevivía con la venta de productos en el mercado negro (recordemos que se instauró durante años la cartilla de racionamiento), así que hasta los niños contribuían ayudando en lo que fuese. Peret acompañó a su padre en sus viajes por Cataluña y Baleares por esas fechas de mediados de los 1940s, y bien pronto se familiarizó con la cultura de “la calle”, desentrañando los secretos de la supervivencia y, cómo no, enamorándose de todos esos músicos, profesionales o aficionados que iba encontrando por las plazas y rincones de las ciudades y pueblos. Bien pronto aprendió a rasgar la guitarra de oído para arrancarse a cantar. “Canta Peret, canta” le animaba su padre cuando cerraba una venta.
Guaracha “Cuidadito”-Ñico Saquito
Entre viaje y viaje Peret se distraía en su Barcelona, donde la variedad de negocios y oportunidades de todo tipo eran mayores que en ningún otro lugar de España. También “la noche” barcelonesa era la más variada, con una gran oferta de salas de fiestas y espectáculos, además de músicos que tocaban por la calle a cambio de la voluntad. También los había que tocaban por divertirse, y a esta clase se juntaba Peret, ya que se dedicó a muchos oficios, pero lo de la música era más bien pasional.
Tampoco tenía una voz destacada, y su maestría a la guitarra la fue adquiriendo con la práctica, así y todo, en 1950, con doce años de edad, actuó en el Tívoli junto a una prima, teniendo un éxito relativo, insuficiente para dedicarse al espectáculo. No sería hasta la siguiente década cuando se sintió capaz de plasmar esos ritmos que iba absorbiendo durante su juventud para darle su toque personal.
Guaracha “moderna”-Los Caimanes Santiagueños
Sería en la década de 1950s cuando Peret comenzó a improvisar un nuevo ritmo influenciado por los sonidos del Rock & Roll, de aquel loco llamado Elvis Presley, y que comenzaba a escucharse por Barcelona, explosivo y trabado, mezclando el ritmo y melodía de la percusión cubana (mambo, rumba). A esto le sumó su propio estilo de voz flamenca y llegó Peret para inventar lo que en Madrid se llamó “la rumba catalana”. En 1957, un “caza-talentos” le animó a grabar un disco, pero seguía dejando la música en un segundo plano para dedicarse a los negocios. Ese mismo año viajó a Argentina para vender telas. Más tarde reconoció en una entrevista que ni se acordaba de la grabación de aquel primer trabajo suyo. “sacaba más dinero jugando a las cartas una noche que todo el año en la música”, llegó a decir también. Pero compaginaba su pasión por la música con sus demás actividades, así que en los años siguientes grabó un par de sencillos más que sonarían en las radios barcelonesas hasta principios de los 1960s. Todos estos singles se han convertido con el tiempo en verdaderas joyas de la música por su rareza. A medida que practicaba, mejoraba la voz y la guitarra en sus interpretaciones. También aprendió a escribir solfeo, lo suficiente para plasmar sus ideas musicales. Apenas fue a la escuela, pero tenía memoria fotográfica para las cosas que le interesaban.
A mediados de los 1960s sonaba por Barcelona una música que no era caribeña ni flamenco, sonaba algo a Rock, agradaba a ricos y pobres, jóvenes y viejos, era Peret, que imprimía su ritmo y alegraba el ánimo. Debía conocerse también en Madrid, el escaparate nacional, y la sala El Duende tendría el honor de contratarlo por primera vez, allá por el año 1964. Una actuación anterior en Televisión le dio mucho prestigio y fue decisiva para dar el salto definitivo a Madrid.
Uno de sus más grandes éxitos sería su versión libre del colombiano Guillermo González Arenas, “El muerto vivo”, su primer éxito que no necesitó de disco ni promoción especial, pues en poco tiempo se tatareaba en todo el territorio nacional. Cuando salió el sencillo se vendió la primera edición en una semana. Por esa época empezaron a abrirse las primeras discotecas en su formato moderno, ya menos el típico “salón de baile”, donde se cenaba, charlaba, tomabas una copa y de vez en cuando se bailaba en parejas si había orquesta, para centrarse decididamente en la pista de baile y menos en lo demás (sin suprimirse del todo). Tanto en Madrid como en Barcelona surgió la costumbre, seguramente para contentar al turismo extranjero, de cambiar el tempo a “Fiesta” en los momentos claves de la madrugada, pinchando unas cuantas rumbas de Peret, una costumbre que continuó hasta nuestros días en todos los lugares turísticos. Ese fenómeno situó a Peret entre los artistas más escuchados del momento y, sin haber publicado todavía un solo álbum, ya movía masas.
«El muerto vivo»-Peret
Llegamos al año 1967 cuando publicó su primer álbum y aparecía su éxito reciente. También aparecieron temas famosos como “Don Toribio”, “Belén, Belén” y “La fiesta no es para feos”. Grabó “Una lágrima”, tema que se convirtió en la canción del verano del 68 en España, cuando el turismo aumentaba de año en año. Pero el tema no se incluyó en el álbum Pa´ti lanzado en enero de 1968, algo habitual en el marketing de la época para intensificar la venta de los sencillos. Peret ya había llegado. Su ascenso a la fama fue vertiginoso con este tema emblemático.
Esa versión rotunda y explosiva del vals del maestro Monreal es comparable al fenómeno musical de los Ramones, grupo punk neoyorquino surgido siete años después, y que contiene similitudes: temas cortos, explosivos y dinámicos. El propio Joe Ramone se describía a sí mismo como “un ataque aéreo”. Y eso fue Peret desde 1968, un ataque aéreo elevando la rumba hasta lo insólito. Éxitos similares llegaron con “¡Lo mato!”(otra guaracha de Ñico Saquito), “El Gitano Antón”, etc.
Sólo le quedaba el salto internacional, y eso llegó con un tema divertido e intrascendente, con una letra que se le ocurrió muchos años atrás y que señalaba su analfabetismo de infancia y juventud. “Borriquito como tú” asaltó el Nº 1 durante semanas en Países Bajos, Bélgica y Alemania, triunfando en todo el continente europeo, apareciendo de forma muy destacada en toda América, incluida la anglosajona y el Brasil de habla portuguesa. Un triunfo casi a nivel planetario que sonó durante más de un año desde que se publicó el sencillo en 1971. Fue el primer “hit” con ventas millonarias que apareció en los Estados Unidos para este estilo musical y en español. Poco después dedicó el tema a todos esos artistas españoles que “imitaban los estilos extranjeros para triunfar en España”, refiriéndose sin duda a los estilos franceses y anglosajones que se imponían a los demás estilos. Por eso la cantaba con acento “guiri”. Sea cual sea la intención de la letra, sus comentarios la convirtieron en “canción protesta”.
Durante esos primeros años de los 1970s, le llovieron contratos desde todos lados. Las televisiones de todo el mundo se lo rifaban. En 1972 lanzó “Es preferible reír que llorar”, canción que se convirtió en un fenómeno de masas en Latinoamérica, quedando incluso impresa en el habla popular durante décadas, sobre todo en Argentina y Uruguay. Tras varias giras internacionales y españolas, le convencieron para llevar su música a Eurovisión 1974. “Canta y sé feliz” quedó en 9ª posición de 17 participantes, pero fue el tema que más trascendió en ventas, convirtiéndose además en la canción del verano en España.
Eurovisión 1974
Peret ya estaba en todo lo alto para el año 1974. Como genio de la música que fue, nunca cambió su look a lo Elvis Presley, pero sí jugó con las notas y los ritmos como ningún otro compositor en la Historia del Flamenco. Tenía su “marca” visual, pero no sonora. No quería que se le encasillara en la rumba catalana solamente. No se conformaba con haber creado estilo para quedarse estancado, como hacían y hacen los demás. No se le suele reconocer como a tal, pero fue el primero en fusionar el Flamenco con el Rock y también con la música electrónica, resultando un sonido que ahora nos resulta familiar, pero que en los inicios de 1970s sonaba como a “extraterrestre”, dentro y fuera de España. Los “intelectuales” de la Música quedaron tan alucinados, que no me consta que alguno le reconociera en su día el mérito que le correspondía. Algún periodista especializado reclamaba dicho mérito, pero nada más. Dentro y fuera de España simplemente le copiaron sin hablar nunca de su aportación fundamental a la Música.
“Chaví”
En los años posteriores siguió con las giras y publicó 9 álbumes hasta 1981. De vez en cuando componía algún tema más “calentito”, que desentonaba con su estilo catalogado de “intrascendente” para bailar, cuando la mayoría tenían su mensaje, sobre todo en defensa de los gitanos y de la igualdad entre las personas. De pronto surgió en Televisión “desentonando” en plan grito social ante autoridades y artistas en 1977. Los aludidos se hicieron el loco. De hecho lo tomaron como un acto excéntrico del “rumbero catalán famoso, en plan Dalí”.
La idea de excéntrico alcanzó su cénit en 1981 cuando anunció que dejaba la Música para dedicarse plenamente a la religión. Dijo que «vio la luz». En la calle todos dijimos que “se volvió loco”. Era el comentario unilateral de todos los españoles. Nadie quiso conformarse con perder a uno de los más grandes artistas de todos los tiempos. Nadie daba crédito y hasta se pensó en una estrategia maquinada para un regreso apoteósico. Coincidió además con un auge sin precedentes de la música anglosajona en España, en una España que dejó la música folclórica para los turistas en los chiringuitos de playa. Los djs pinchaban rumbas de Peret en las discotecas de las zonas turísticas, unos pocos minutos para recordar que veraneabas en España. Pero los años pasaron y el entonces “hermano Pedro” no regresaba a los escenarios.
Tras casi una década “desaparecido”, dejó el tema religioso del mismo modo que abandonó la música, de pronto y sin vuelta atrás. El público, que no perdona nada, no lo había olvidado del todo, pero las nuevas generaciones continuaban escuchando estilos nada compatibles. Hasta la música electrónica española triunfaba por el mundo. En 1991 aparece su nombre vinculado a un tema que su sobrino Joel interpretó en la OTI, “Bésame”. Abrió una discográfica y no parecía dispuesto a pisar de nuevo los escenarios. La Organización de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 lo invitó junto a otros artistas que continuaban interpretando la rumba catalana. Así que compuso el tema “Gitana hechicera” para los actos de Clausura, que cantó junto a Los Amaya y Los Manolos. “Barcelona es poderosa…” cantó también con aire desafiante.
Antes de terminar el siglo (1998) recibe la Cruz de Sant Jordi, el mayor reconocimiento otorgado en Cataluña. Es el único Hijo Predilecto de la ciudad de Mataró. Ya en formato CD graba y publica recopilatorios, directos y trabajos conjuntos hasta el 2009. De vez en cuando aparece como invitado en programas de Radio y Televisión. Se involucra en todos los proyectos musicales a favor de la Igualdad que le ofrecen. A mediados del 2014 le diagnostican un cáncer de pulmón, que no supera y fallece a los 79 años el 27 de Agosto en Barcelona.
Peret fue un genio de la música autodidacta, absorbió los sonidos populares de la calle, los que realmente triunfaron luego, y eso es un hándicap que los “ortodoxos” nunca admitirán. Resulta duro reconocerlo, pero eso ocurrió y ocurrirá siempre, el que sólo los academicistas tengan la potestad de otorgar méritos “oficiales” a los artistas de todos los campos. Pero el público manda y Peret será por siempre el creador de la Rumba Catalana y el impulsor de las nuevas fusiones musicales que en los años 60s surgieron por el mundo, para la aparición de nuevos estilos del Pop. Existe una controversia sobre si otros autores ya interpretaban este estilo, por ejemplo el artista “El Pescailla”, pero no me cansaré nunca de decir que el mérito no es del que inventa (hablar de inventos en la Música trae cola), sino del que populariza y demuestra un talento sin igual. Y ese fue sin duda Peret.