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El pasado 31 de Marzo del 2021 se estrenaba en España la película Los Estados Unidos Contra Billie Holiday, una desgarradora biografía de la mítica cantante afroamericana, en mi opinión, la voz más enternecedora de todos los tiempos. Si nunca has escuchado alguna de sus actuaciones, te invito a que prestes un mínimo de atención a su voz original, pues nunca escucharás otra comparable.
Con 10 años Billie conoció el mundo. “No te haremos daño, todo lo contrario, te voy a acariciar y a besar, te gustará”, le dijeron aquellos hombres. Por el pasillo se perseguían las parejas: ellas semidesnudas y ellos, excitados, intentaban cazarlas para quitarles la poca ropa que les quedaba. Al fondo del pasillo sonaba un gramófono de “la voz de su amo” con las melodías de Bessie sorteando en el ambiente las moléculas de alcohol y el humo de marihuana y tabaco.
Billie se asustó cuando aquel desconocido borracho se rió junto a su “tio Charlie”, empujándolo hacia un lado del dormitorio. “déjame a mi Charlie”, dijo abalanzándose sobre la niña. Ella se sentó en la cama porque se le terminó el espacio de huida. Vestía una blusa de lino suave, humedecida por el sudor. “Mira Charlie, ya le asoman las tetitas”, dijo queriendo abrazarla. Pero Charlie dio un brinco y se puso delante: “deja que sea un negro quien la enseñe primero”. La madre de Billie, que tenía 23 años, asomó furtivamente la cabeza con los ojos vidriosos y una sonrisa torcida de borracha. Miró fija a su hija y le hizo gestos con los labios indicándole que les besara. Enseguida desapareció, cerrando la puerta tras de si, para que los hombres tuviesen intimidad con la niña.
Charlie le acarició el rostro y el pelo. La besó en la cara y en los labios. Le abrazó suavemente y a Billie le gustó. La agarró en volandas y la sentó en su regazo. Billie notó que el otro hombre le acariciaba la espalda. Los besos se tornaron más sonoros y Charlie escrutó por lugares del cuerpo que no le parecieron ya tan bien. Notaba que los hombres se aceleraban y sudaban, hasta que Charlie la depositó sobre la cama y empezó a desvestirse. Ella no sabía si reír o llorar, pues su desconcierto, y mezcla de curiosidad con temor, el morbo, era su rasgo distintivo desde su más tierna infancia, así que su ansia por conocerlo todo le impedía defenderse. Enseguida se dio cuenta de que nadie podía ayudarla y cuando notó aquella corpulencia sobre su cuerpo, sufrió un ataque de terror que nunca olvidaría.
Charlie terminó con su inocencia de una manera dolorosa y traumática. Resulta más que probable que las lesiones por aquella violación fuese la causa de su imposibilidad de concebir hijos. Billie se crió con esa “normalidad” sexual, en un ambiente festivo interminable. A finales de la década de los años 20s, su adolescencia se pasó rodeada de falsos padres de acogida, una madre prostituta y borracha, y con la ilusión puesta en la Gran Manzana, lugar que había idealizado su madre como salida de una vida sucia y decadente.
Quien no conociese aquella circunstancia en la infancia de Billie, infancia muy similar a la mayoría de mujeres afroamericanas en los Estados Unidos de aquel tiempo, nunca podrá comprender su modo de ser ya de adulta, en un mundo contradictorio de poligamia y catolicismo, consumidora de drogas y búsqueda de Libertad, sumisión y dominación, amor y violencia.
El pasillo del prostíbulo donde se crió, con aquella voz de su amo sonando, como la luz al final del túnel, se convirtió en su vida para siempre. Era la música lo que buscaba, era la música la que le alteraba la consciencia, la liberaba, y aquel estilo de Bessie Smith y Ma Rainey le suponían el escape a toda su asquerosa existencia. Se acostumbró a que los hombres la maltrataran, a que su propia madre le robara y prostituyese, a entrar por las puertas de servicio por ser negra, a bajar de la acera cuando un blanco se le cruzaba, era una mierda de costumbre, pero así estaban las cosas en esa grande América. Pero la Música fue capaz de transportarla en trance hasta la Libertad.
Así que cantó, y lo hacía muy bien. Su supuesto padre era bajista en una orquesta de jazz, así que siempre le atrajo ese estilo musical. Mientras ejercía la prostitución en varios clubs, se familiarizó con el personal. De vez en cuando sableaba a su padre y cantaba alguna que otra canción como pago. Eso sería cuando tenía 15 años, sobre el año 1930 y 1931. Era lo que conocía, y se convirtió en una maestra de cómo sobrevivir en los tugurios y al día. De vez en cuando la maltrataban físicamente, pero era lo que conocía. Engañó y la engañaron durante toda su vida porque ese era el estilo de vida que conocía.
Billie Holiday rozó el cielo partiendo del túnel más profundo y tenebroso. Cuando conoció al gran Benny Goodman y a Louis Amstrong más tarde, tocó las estrellas en aquel Manhattan de los altos rascacielos y del negocio «fácil». En 1933 se unió al grupo de músicos del primero obteniendo un gran éxito.
En esos primeros años con Goodman, Billie conoció y cantó junto a los mejores músicos de jazz de la Historia. En los teatros más famosos, como el Apollo, y en los de Manhattan en general de público blanco, a Billie no se le permitía camerino ni la entrada por la de artistas, aunque tuviese ya un público incondicional. La mantenían en un cuarto oscuro hasta que la llamaban para salir al escenario. Era la costumbre.
A finales de los años 30s Billie Holiday no separó su normalidad de la nueva perspectiva que le brindaba el éxito, la fama y el dinero. Continuó fumando marihuana y emborrachándose a diario, robando carteras, alternando en los tugurios y recibiendo palizas de su hombre de turno. Cambiaba de hombre como siempre lo había hecho, y entraba un nuevo concepto en su vida llamado heroína, que le cambió su voz y la sumió en una terrible desesperación (si no se chutaba). Esta vez el trance que la sumía cantando, se tornó más profundo y opaco. Sería entonces cuando escuchamos la más sublime, madura y sensual de las voces, pero también lo más recóndito del alma humana, como buscando una libertad que nunca podrá ser conseguida, una resignación al estilo puro del esclavo universal. Ahora bien, al público se le cede el juicio, pues estos conceptos no se pueden extrapolar, no se puede culpar a nadie, más que a la propia Holiday, por renunciar al dinero y a la fama, eligiendo vivir siempre en domingo, despilfarrando en drogas y fiestas todo lo que ganaba. Su final no podía ser otro que uno rocambolesco: por abuso de alcohol y sustancias a los 44 años y con una orden de detención en su cama mientras exhalaba su último suspiro. Una vida corta e intensa, una voz modélica y única para un ¿amor? nunca encontrado.
La perspectiva de la película que protagoniza Andra Day no muestra toda la crudeza de aquellos tiempos. Su director Lee Daniels no profundiza en el verdadero drama racial ni humano sufrido por Billie Holiday y creo que por eso ha obtenido un corto 6.3 sobre más de 10K votantes en el IMDB. Ni fue tan obsesiva la intervención de los federales en la vida de la protagonista (no más que al resto de artistas de su época), ni Billie Holiday se obsesionó con la discriminación racial (“si cumples las normas no debes temer castigo”). El director centra su «grito de Libertad» en la canción Strange Fruit, un grito que no llegó nunca a ser universal, y que pocos entendían en relación a un linchamiento. Simplemente se le censuró para que su repertorio fuese dirigido al «amor», del mismo modo que en aquel tiempo se censuraba a cualquier otro artista.
Estamos viviendo unos momentos muy confusos en cuanto a la veracidad histórica, y los nuevos cineastas se están dejando influenciar por los políticos y tomándose licencias intolerables. A partir de los años 1937s Billie Holiday entra en la esfera de artistas de todas las razas neoyorquina, pero nadie te dice que fue ella misma la que renunció a esta porque se sentía más cómoda en los tugurios de negros, donde se vivían peleas y apuñalamientos (uno de los dueños del club donde tocaba murió de ese modo), te drogabas por menos dinero, habiendo ya en esa época, círculos de negros que buscaban una vida decente y conseguir sus derechos por las buenas. Hemos llegado en el Cine a ver “lo que pudo haber sido”, de modo que a las nuevas generaciones se les adoctrina con falsedades históricas a todos los niveles.
Leer la autobiografía de Biliie Holiday tampoco ayuda mucho, ya que los críticos de su tiempo la acusaron de mentir. Así que las películas y biografías de los investigadores han aumentado el misterio entorno a la vida y amores de esta genial cantante. Desde luego vale la pena ver la película, aunque sea más light de lo esperado, ya que se puede imaginar todo ese entorno en la época de la “Prohibición” norteamericana, y qué representaba ser negro en una época donde ni Jesse Owens, capaz de silenciar a un estadio hitleriano, sería reconocido en su propio país. Así es el “País de las Oportunidades y del Sueño Americano”, capaz de lo mejor y de lo peor. Desde luego es el país con más contradicciones del planeta. Aquí os dejo su tema más emblemático y que interpretó poco antes de morir.