Siguen existiendo dilemas en la Naturaleza que quizás nunca comprendamos porque, a pesar de que estamos muy avanzados en tecnología y en observaciones científicas, existen cuestiones que se nos escapan. Uno de estos mecanismos que no podemos comprender, pues es una cuestión “mayor a nuestras posibilidades de comprensión”, es cuando, por algún motivo desconocido, la Tierra o la Naturaleza, “decide” que nazcan más niñas que niños y así controlar el exceso de la natalidad.
Se han buscado en otras especies en libertad y en laboratorios, motivos convincentes que nos conduzcan a comprender este mecanismo. Se ha descubierto, por ejemplo las tortugas marinas, que un solo grado de temperatura puede determinar mayor número de hembras que machos. Se ha observado en otras especies que la cantidad de alimentos disponibles en el entorno también afecta a esta decisión. E incluso existen numerosas especies hermafroditas o que pueden adaptar su sexo al momento dado, como los caracoles (gasterópodos).
En el ser humano existen numerosos matices que nos llevan a reflexionar hacia distintas perspectivas. Cuando en el siglo XVII los primeros observadores en microscopio del esperma descubrieron miles de bichitos nadando en dicho fluido, seguido de las observaciones descartianas, comenzaron los debates sobre las probabilidades y comprobaron que, desde un principio, no era un simple 50 % de probabilidad de que naciera chico o chica, sino que actuaban otros factores ajenos a nuestro control o comprensión. Cuando los microscopios fueron más potentes y se describió que el óvulo sólo lleva cromosomas X y el espermatozoide puede transportar X o Y, cayeron en la cuenta de que sólo el hombre determina el sexo. Sólo si el espermatozoide lleva cromosoma Y nacerá un chico, así que la probabilidad matemática de que nazca niña es de dos contra una.
Matemática y estrictamente hablando, un solo hombre puede fecundar a todas las mujeres del Planeta en dos o tres semanas. Un individuo normal expulsa entre 60 y 300 millones de espermatozoides en cada eyaculación. Parece una barbaridad conseguir tal proeza, pero hoy más que nunca sería posible con las técnicas de conservación de las muestras y de las intervenciones in Vitro u otras más avanzadas. No hace falta que el individuo se traslade. Ese es el motivo por el cuál, a menos hombres, menos probabilidades de que se fecunde a mujeres, por consiguiente, deben nacer más mujeres y así se frenará la natalidad. Desde que existen las técnicas de asistencia a la fertilidad, desde que podemos manipular o conducir los espermatozoides que nos interesan, también podemos determinar artificialmente el sexo de nuestro futuro hijo. Pero todo eso no responde a cómo reconoce la Naturaleza que llega el momento de controlar la natalidad.
Esta apreciación científica es la que nos lleva a pensar el motivo por el cuál un mayor número de nacimientos femeninos controla la natalidad, a pesar de que parece contradictorio. ¿Pero cómo lo sabe la Naturaleza? ¿Qué mecanismo de contabilidad hace saltar el resorte, indicando al espermatozoide “Y” que no entre al óvulo, y así nacerán más chicas? ¿Puede resultar de un mecanismo interno, una orden química y que obedece a un “estado de ánimo”? ¿Una orden inconsciente que nuestro organismo interpreta? ¿O se debe a un cálculo ya determinado en nuestra especie por el ADN? Eso nos llevaría a las conclusiones anteriores al siglo XVII, donde pensaban que la probabilidad era de un 50 %, pues ella sólo lleva el cromosoma X, dejando la decisión al estado de ánimo de él, que es el que transporta ambos sexos.
Los estudiosos de la sexualidad en la Historia y en la Prehistoria, indican que la edad para ovular en las mujeres ha cambiado sustancialmente. Si en el siglo XVII, es decir, hace tan sólo tres siglos, una mujer tenía el periodo entre los 17 y 35 años (de media), y hoy en día suele ser entre los 12/13 y más de 45 años, observamos que la Naturaleza ha ido ampliando el ciclo reproductor de nuestra especie. Me parece un poco contradictorio que pretenda al mismo tiempo controlar la natalidad.
Espero que esta apreciación no se mal interprete, por eso lo voy a decir lo más claro posible. A mi entender, uno de los mecanismos más efectivos para el control de la natalidad es la Homosexualidad, existente desde el principio de los tiempos hasta la actualidad. Es una respuesta de la Naturaleza, luego es un estado natural en el ser humano. Me parece incorrecto o erróneo decir que es una aberración o anormalidad, ya que obedece a un estado natural y no artificial. No se determina por el entorno ni se puede inducir psicológicamente, como si fuese una moda. Otra cosa es que los heterosexuales lo queramos ver de distinta manera (interesada).
Puedo opinar con alguna autoridad en el tema histórico pero poca en el campo científico, pues simplemente repito lo leído. Pero interpretar lo escrito por el ser humano desde que existe la escritura, se debe realizar con sentido común y no siempre literalmente. Hasta la llegada del Cristianismo, la Homosexualidad, Bisexualidad y Lesbianismo eran igual de naturales que el heterosexual. Numerosos autores clásicos, reyes y personajes famosos de la Antigüedad exhibían a sus parejas de mismo sexo en público. Sólo se escandalizaban cuando se estaba casado, pero no por el hecho en sí, sino porque la pareja se sentía humillada por ser la señal de que no “servía en la cama”. La mayoría de las veces eran uniones amo-esclavos, y la mayoría de las veces procreaban con su pareja oficial, teniendo una conducta 100 % bisexual. Es en la Edad Media cuando la Iglesia Cristiana repudió definitivamente dicha conducta, aunque no pudo erradicarla (ya que no es posible). Los musulmanes también la repudiaron pero mucho más tarde. Algo que no comprendo desde la perspectiva filosófica y teológica, ya que ningún profeta ni religión en el mundo censura de base el Homosexualismo. Todas las que lo atacan tuvieron que “inventar” nuevos preceptos o incluir disciplinas para prohibirlo, como si se tratase de una moda pasajera que se pueda corregir.
Viéndolo desde una perspectiva objetiva, los que nos conducimos de manera antinatural somos los heterosexuales que censuramos a otros seres humanos que sienten atracción por el mismo sexo. Yo soy incapaz de sentir atracción por mi mismo sexo, pero supongo que la Naturaleza juega a los dados en este tema, contrariamente a lo que decía Einstein sobre el Universo. La Naturaleza baraja estadísticas y responde a su manera cuando se aproxima una superpoblación. Su manera de actuar puede evolucionar desde distintos frentes: brotes epidémicos, nacimiento sólo de niñas, Homosexualismo, catástrofes naturales en general (terremotos, tsunamis, etc). Quizás existan más que desconocemos, pero todo lo dicho son causas y efectos provocados por la Naturaleza. Hasta ahora el ser humano tiene una manera muy efectiva de controlar la natalidad por su cuenta: las guerras. Resulta curioso que muchos países todavía censuren oficialmente las conductas sexuales de sus congéneres, pero lo más reprobable e indigno de la Historia de la Humanidad no sea erradicado, como son la violencia y las guerras.
Existen todavía muchas preguntas sin respuesta convincente, sobre todo las que atañen a la convivencia entre los seres humanos. La Ciencia intenta tapar alguna grieta que surge, pero debemos reconocer que la Ciencia no lo sabe todo. A lo largo de la Historia han surgido movimientos y hasta revoluciones para vindicar Derechos nuevos o negados, pero siempre prevalece el puritanismo o la indiferencia, dejando que el tiempo borre las heridas. Aunque debo ser justo y pensar que las relaciones han mejorado entre nosotros desde hace un siglo a esta parte, seguimos mirando a los demás como “seres de otro mundo”, sea por cuestiones raciales, de sexo o por su nivel económico o distinta región o país de procedencia. Seguimos etiquetando a las personas por cuestiones superficiales y no como al ser intrínseco que todos llevamos dentro, pues todos somos uno.
César Metonio.