Los españoles jugamos a la Lotería Nacional desde hace tres siglos. Con el Monarca que la instauró, Carlos III, vivimos quizás la época más fascinante de nuestra Historia. Aunque algunos quieren hacernos entender que a finales del siglo XVIII los españoles éramos algo así como cavernícolas, la verdad fue que se fundaron colegios competentes, las primeras grandes Industrias y una gran masa de campesinado migró hacia las ciudades que se modernizaban. Si, es cierto que hubo zonas que quedaron algo estancadas, pero el general progresaba bajo la batuta de la Ilustración. Aunque les cueste admitirlo a ellos, el porcentaje de analfabetos en Francia era similar al nuestro (altísimo) y sólo en Suecia, de toda Europa, dicha tasa era anormalmente “aceptable”, porque a un cura se le ocurrió la brillante idea de que los suecos supieran leer la Biblia por sí mismos y no tener que ir él leyendo todo el día. Surgían grandes físicos y matemáticos, como Newton, Descartes, Pascal, cuyas formulaciones dieron pie a las más variadas y extravagantes combinaciones para «sacarle dinero al prójimo» con el Juego.
La Lotería Nacional entra en este ambiente de progreso con la misma ilusión que los amerindios enriquecidos transmitían. Tanto fue el éxito que las arcas del Estado sufrieron un inusual incremento. El Conde de Aranda, uno de los más brillantes estadistas de todos los tiempos (con sus fallos y virtudes), calcula a la perfección y “exprime” a los españoles “lo justo”, gracias a esta inesperada moda de jugar a la Lotería de forma legal. Curiosamente la premeditación, la intención de que “aunque ganen, todo queda para el Estado”, sigue siendo similar. Si en aquella época los sabios Ilustrados maquinaron un fantástico engaño, hoy en día se supera con creces. Pero antes de daros los datos, mejor os cuento varios ejemplos que yo mismo he contemplado, de algunos amigos y conocidos a los que les tocó la suculenta Lotería de Navidad, una de las más famosas del mundo y que presume de ser la que “más premios reparte”.
En un obrador industrial en el que trabajé por los años 90s, a dos de los trabajadores les tocó en cierto momento la Lotería de Navidad. El primero compró su boleto en el municipio de El Campello (Alicante) lo equivalente a lo que hoy en día son unos 180.000 euros. Enseguida compró una vivienda de reciente construcción y una moto de gran cilindrada. No era amigo de mi círculo íntimo, pero al poco tiempo (unas semanas después), me confesó que tuvo que malvender la moto para poder hacer frente a los problemas fiscales que la vivienda le acarreaba. Quizás compró una vivienda que se ajustaba demasiado al premio recibido y no tuvo en cuenta que debía pagar a Hacienda un buen pellizco. En fin, su vida no cambió: siguió trabajando como siempre y seguía acudiendo en autobús. Probablemente tuvo que malvender su vivienda también.
Tanto el Conde de Aranda, como los “Montoro” de ahora, saben que la Declaración de Bienes se realiza todos los años y que el IVA, aunque se llame “sobre el valor añadido”, se debe liquidar cada año (a veces cada trimestre con opción a mensualidades también) y en cada adquisición del producto también, algo que ni abogados, jueces ni “ilustrados” en general reclaman. Cualquier persona aficionada a las matemáticas y a la Contabilidad sabe que el impuesto del IVA es un “impuesto erróneo y condicionado”, ya que todos pagamos varias veces por lo mismo y el Estado cobra varias veces por el mismo artículo o trabajo. No me importa que me llamen “ignorante”, las generaciones venideras nos lo llamarán de todas formas. La Lotería es un ejemplo extraordinariamente elocuente de este “fraude” tolerado y del cobro del IVA también por varias veces. Esta política impide (desde la entrada en vigor de este Impuesto), la competitividad de nuestros productos, desde una naranja a un músico. Algunos dirán: “se puede recuperar si se ha pagado dos veces”, pero en eso se basa nuestro Sistema: en la confianza, en el despiste y en el engaño al fin, pues una reclamación a Hacienda resulta larga y casi siempre improductiva. Pero sigo con otro ejemplo.
En el mismo obrador, años más tarde (ya no trabajaba allí) y con el euro en los bolsillos de los españoles, tocó un buen pellizco en el municipio de San Vicente del Raspeig (Alicante) y un amigo salió ganador de un boleto premiado con 200.000 euros (puede que más ya que mantuvo en secreto el número de boletos comprados). Con el dinero ganado realizó su sueño de costear el cargo de Capitán de las Fiestas de Moros y Cristianos de un barrio de Alicante. Todo me hace pensar que gastaría la mayor parte en dicho capricho, pues siguió y sigue trabajando en aquel obrador de mala muerte. Su vida tampoco ha cambiado, pero pasó tres días emulando al sultán del imperio Otomano.
En primer lugar, tal y como están los precios de las cosas en España, nadie se hace rico con un solo boleto de la Lotería premiado. La vivienda, si la quieres nueva, alcanza en el mercado un precio superior a dicho Premio. Con suerte puedes invertir en algún pequeño negocio y sobrevivir, ya que los negocios necesitan imperiosamente generar beneficios pues nuestro sistema así lo exige. Antes de la entrada en Europa y del Euro, todavía podían sobrevivir los pequeños negocios familiares, aunque nadie entrase en la tienda a comprar, porque vendías a los familiares y amigos, e ibas tirando. Hoy en día eso es inviable. Pero sigo con la Lotería.
Del dinero recaudado de la Lotería Nacional, se quedan en Caja un 30 % del total, y de las Loterías tipo Bonoloto, Primitiva, Quiniela, etc., el 55 % (de las de fútbol una pequeña parte se destina a la Federación Española de Fútbol, sobre el 2 % y el 5% según se acuerde cada temporada). El usuario paga en efectivo y se hace cargo de todos los impuestos, así que si sale su número o apuesta premiada, la obligación del expendedor es la de pagar inmediatamente y también en efectivo. Cada uno a su casa y tan felices porque ambos ganan. Pero no. Si recibes un premio superior a los 2.500 euros la cosa se complica. Probablemente si el premio supera los 600 euros, el expendedor te obligará a pasar por el Banco para cobrarlo, un inconveniente que no debería suceder, pues tú le has llevado el dinero a la mano y mereces el mismo tratamiento. Del mismo modo que no declaras lo que juegas, tampoco deberías declarar lo que ganas. Puedes haber jugado veinte años y gastado 50.000 euros, que Hacienda no se hará cargo ni será consciente de tus pérdidas. En cambio debes registrar en el Banco un ingreso que puede perjudicar tu Declaración de la Renta en ese ejercicio, sin tener ninguna obligación ética ni legal de hacerlo.
Pero lo grave del caso viene cuando supera el Premio los 2.500 euros. Se supone que con el aporte de tu apuesta quedan resarcidos los impuestos, incluído el IVA dichoso, y el Operador y Estado han recibido sus más que satisfactorios beneficios, que en el caso de la Primitiva solamente, supone 15 millones de euros en un sólo sorteo (30/07/2016). 4.5 millones de euros se han quedado en “casa”. Pero si sumamos a esa cantidad, el 20 % de los premios que superen los 2.500 euros (un impuesto que debería ser suprimido solamente por “vergüenza” ajena), tenemos que los beneficios suponen en ese sorteo otros 473.721,52 euros más en el ejercicio anual del I.R.P.F. provenientes de los ganadores. Como resulta que ese sorteo salió 1 acertante que ganó el suculento Bote de casi 54 millones de euros, debemos sumar además otros 10,8 millones que el ganador tendrá que ceder a las arcas en su Declaración. Ese día, el Estado ha ganado limpios la friolera de casi 31 millones de euros, ¡¡en un solo sorteo!! Es un caso claro de “doble pago del IVA” del que os hablaba con anterioridad, pero con el atenuante de que la última cantidad ya ha sido aumentada por el mismo impuesto, así que es una estafa “superlativa” y legal. Los españoles gastamos más de 12.000 millones de euros anuales en el Juego, de los cuáles el Estado se queda un suculento 50 % (algo más pero para redondear). De esa cantidad no se destina ni un céntimo a luchar y prevenir la ludopatía, o casi nada, más bien todo lo contrario, pues se han eliminado los anuncios publicitarios del tabaco y de las bebidas alcohólicas pero el Juego dispone hasta de programas completos en televisión.
El Juego es el principal problema de la sociedad occidental desde hace décadas (en Inglaterra y Japón desde hace siglos). España es el tercer país del mundo que más gasta en juegos de azar, tras USA y Filipinas. Se mantiene apartado como problema más incluso que al tabaquismo, alcoholismo o a la drogadicción. Los casos más graves se clasifican como ludopatía, pero el Estado, en vez de combatirlo eficazmente, lo que realmente hace es sacar el máximo provecho posible de esta enfermedad que destruye patrimonios y familias. Se juega con la dignidad humana, con nuestras debilidades y nuestros sueños, en una ruleta que gira sin detenerse jamás. Sueño efímero, la Banca siempre gana.
César Metonio