Tanto en Occidente, mayormente comunidades históricas muy vinculadas a una historia cristiana pero “progresista” y reformadora, como en el mundo islámico y las filosofías/religiones de Extremo Oriente, se sufre una gran confusión con el tema de las relaciones sexuales, unas por demasiada información al respecto, otras por omisión de la misma y el resto por su «enmascaramiento» y hermetismo milenario, así terminamos los seres humanos por desconocer cuál es la manera “perfecta” (correcta) de buscar pareja. Las leyes al respecto surgidas tras la Segunda Guerra Mundial y organizaciones internacionales como la ONU- OMS, intentando regular en busca de una libertad sexual y una igualdad de derechos, lo que se ha conseguido es la imposición de un “estado de terror” a toda conducta que no se ajuste a dichas normas sanitarias y morales, cayendo en continuas contradicciones. Si lo único que buscamos es una relación esporádica, un mero contacto sexual, todavía se complica más, pues chocamos con innumerables barreras morales y reglas no escritas en la sociedad, que todavía nos confunde más.
Un ejemplo claro de nuestra confusión lo encontramos en el tema del “oficio más antiguo del mundo”. Una ley fundamental para que una relación sexual no se convierta en delito pasa por que la relación sea consentida por ambas partes y que además sean mayores de edad. Esta ley es fundamental en todo el mundo. Si nos ajustamos a esta ley ¿por qué una de las partes no puede ser gratificada por ello? Si resulta una relación de mutuo acuerdo y existe un regalo por una de las partes, ¿quiénes son esos legisladores que quieren castigar a una parte por prostitución y a la otra por “incitador”, cuando saben que la ley fundamental no se vulnera? Para controlar los negocios (oscuros o no) que se crean alrededor de este oficio, las Autoridades quebrantan la Ley, luego necesitan imponer un “estado del terror” para que la Sociedad no considere abusivas las medidas desmesuradas que los gobiernos aplican por avaricia. Las cosas claras: el Matrimonio resulta ser un acuerdo de pareja indefinido y la Prostitución un contrato temporal. Tanto dentro del Matrimonio como en la Prostitución, existen conductas y relaciones tóxicas e insanas (a parte de la violencia), pero sólo se contempla como delito lo que rodea a la Prostitución, cuando en realidad ésta es mucho más saludable si se toman las protecciones para la salud recomendadas, pues colman las necesidades sexuales de los participantes, sin tener que pasar por un previo análisis, ni cortejo ni tener miedo por la apariencia física, principal hándicap de muchas personas poco agraciadas a la hora de buscar pareja.
Pero el motivo de este post es precisamente el cortejo. ¿Cómo podemos conseguir acercarnos a la pareja ideal sin ser denunciados por un delito de acoso? Ahí está el gran dilema del siglo XXI, pues queremos una total igualdad para hombres y mujeres, dejar en el pasado lo de hembras y machos, de tal modo que solamente queda Internet, ya que los contactos visuales y orales desembocan casi siempre en malentendidos, incluso cuando es ella la que se acerca a hablar con un chico que le guste. Como es habitual en mis reflexiones, me gusta hacer un repaso histórico de todo, y a este respecto, no queda mal conocer cómo se relacionaban los seres humanos en sus diferentes culturas y a lo largo de los milenios. Tal información me ocupó un largo periodo de tiempo en mi juventud, descubriendo aspectos culturales de lo más curiosos y algunos de lo más efectivos y que evitarían todos estos sinsentidos a los que hemos llegado en nuestros tiempos modernos.
De nuestra raíz cultural más importante, cual fue el Imperio Romano, leí a Suetonio, Petronio y Ovidio para conocer lo más fielmente posible la sociedad de hace dos mil años, ya influenciada por la cultura griega clásica, donde la Mujer era bastante más libre que en Roma, pero seguía siendo algo menos que un objeto para el hombre. En esta gran e histórica capital, la forma de ligar era mucho más eficiente y liberada de los malentendidos que ahora, ya que se servían de señales visuales muy sencillas para conocer el nivel de disponibilidad de un contacto. La homosexualidad no estaba tan mal vista como en siglos posteriores, ni tampoco “amancebar” a un@ menor de edad (pederastia), algo que hoy en día está perseguido como delito gravísimo. La razón fundamental de que en Grecia primero y Roma después se disfrutara de una relativa libertad sexual era porque gran parte de la población era esclava, personas de todas las edades “disponibles” en todo momento a una relación sexual no consentida, pero permitida por el status qvo. Llamamos a estas culturas antiguas “Democracia y República”, conceptos engañosos pues siempre se obvia este detalle sobre la Esclavitud.
El lugar ideal para ligar en el Imperio Romano era en los espectáculos públicos, donde tenías un vasto y rico repertorio de pretendientes y pretendidos a la vista, pudiendo conocer su estatus social y económico simplemente por el asiento que ocupaba en la grada. Lo más habitual era que los espectadores se sentaran separados en grupos donde los aristócratas gozaban de las mejores localidades, los comerciantes y terratenientes en grupos a mitad de grada y los pobres se repartiesen los altos y zonas con peor campo visual, fuese en el Circo o en los teatros. Según Petronio, el espectáculo pocas veces transcendía, ya que se reunía una gran parte de Roma o de la localidad que fuere, solamente para buscar “fiesta” y un lío con alguien que te gustase o también enamorarse y pretender matrimonio si el contacto era muy gratificante, por supuesto.
Visto así en general, es lógico pensar que cada clase social se relacionase con sus iguales. Cuando se concertaba un matrimonio en la Aristocracia, una manera muy práctica de que se conociesen los novios era en el palco del Circo o del Teatro. Ambas familias conocían el acuerdo, pero si se llevaban bien, todo parecía más “romántico” y llevadero, ocurriendo de tal forma estudiada que los novios a veces ni conocían dicho acuerdo, terminando en un matrimonio que parecía elegido por la pareja misma. Aunque las más de la veces, los padres simplemente anunciaban la boda sin que el hijo o hija sospechase nada al respecto. Porque para los romanos, el Matrimonio era sagrado y se respetaban sus reglas, aunque se permitieran las relaciones extramatrimoniales, separadas y hasta alentadas, siempre que se «cumpliese en casa».
De las señales diseñadas en los recintos públicos, tanto en el palco como en las gradas, las mujeres llevaban un pañuelo de color sutilmente visible. El blanco era para las vírgenes y clase sacerdotal “no disponibles”, el rojo para las casadas “no disponibles” y el azul, dependiendo de su posición: derecha o izquierda, sobre el pecho o sobre las piernas, podían ser solteras o viudas que buscaban un rollo de una tarde o pareja. Los hombres, si eran homosexuales pasivos, solían señalar con el mismo código que las mujeres. Los hombres raramente lucían pañuelos salvo el azul en posición de “buscar pareja estable”, porque en eso los hombres no han cambiado nada y suelen lanzarse a “todo lo que se mueva”. Dentro del homosexualismo y lesbianismo, se disponía de otro código más sofisticado para matizar su deseo de relación específica. Imaginarse una tarde en el Coliseo, enarbolando todo el mundo pañuelos de colores, dentro de una “fiesta romana”, nos recuerda en cierto modo a nuestras plazas de toros, aunque se haya perdido la simbología primitiva del pañuelo y ahora signifique otra cosa.
En Roma resultaría muy sencillo “falsear” tus intenciones sexuales simplemente cambiando el color de tu pañuelo y su posición. Está claro que muchas meretrices y novias buscaron aventuras bajo un cuidado anonimato, fácilmente llevado en una urbe de casi un millón de habitantes, pero el sistema era infalible en las demás poblaciones del Imperio, donde era habitual que todos o casi todos los de una misma villa se conociesen entre ellos. Por eso los romanos y romanas solían viajar, hecho que esparcía el ADN y evitaba la endogamia, purificando la raza homo sapiens continuamente. También existían en todos los sectores de la sociedad individuos que, aburridos de la monogamia, buscaban experiencias con su mismo sexo o con menores, eso es algo que nunca ha cambiado y conocer una cifra exacta de tales prácticas me parece imposible.