Mi padre era muy aficionado a la Música. No se dedicó nunca profesionalmente, a pesar de tener una voz barítona dulce y agradable al oído, pero formó parte de los primeros cantantes de la Coral Polifónica Alcoyana, fundada en 1952. De pequeño escuché numerosos comentarios sobre un tal Gayarre y otro llamado Fleta, dos tenores ídolos y referentes de los cantantes líricos españoles del último siglo y medio. Pero yo nunca los escuché y ni siquiera vi referencia alguna sobre ellos, así que dejé pasar el tiempo, hasta que ya de adulto descubrí la dimensión que alcanzaron a nivel mundial estos dos prodigios de la voz humana.
Lo primero que llama la atención es que generaciones, como la de mi padre, nacidos tras muchos años después de fallecidos estos cantantes míticos, todavía les tengan como referentes. En el caso concreto de mi padre, tuvo la suerte de escuchar en su niñez a Fleta en su gramófono estadounidense “La voz de su amo”, y por la radio, justo antes de su fallecimiento durante la Guerra Civil. Pero estos instrumentos solamente nos pueden dar una idea aproximada de las dimensiones musicales que alcanzaron. Los testigos de sus actuaciones en directo no tenían suficientes palabras de elogio para sus voces.
Comenzamos con Sebastián Julián Gayarre Garjón (1844-1890). Todavía hoy en día los aficionados a la Canción Lírica comparan su voz con los tenores famosos posteriores, sobre todo con Caruso, y hasta muchos aficionados sostienen que tenía una cuerda vocal de más, algo que la ciencia forense desmintió. Aunque ésta señaló que poseía una concavidad bucal y configuración facial “nada habitual”, por la que conseguía una resonancia excepcional para su poderosa voz.
Gayarre era un navarro nacido en el pueblo de Roncal. Terminados sus estudios primarios ayudó en las labores de la granja familiar oficiando de pastor de las ovejas. Con quince años su padre lo mandó a Pamplona para trabajar en una tienda. El pastorcillo quedó fascinado por el dinamismo urbano de aquella capital de provincia, y cuando escuchó por primera vez una banda de música quedó tan absorto que la siguió por la calle, dejando desatendido el negocio. Le costaría el empleo y una mala experiencia por las reprimendas recibidas. Tras otros distintos empleos por su comarca, regresaría a Pamplona para trabajar en una fundición de herrajes hasta 1865. Se dice que llamó la atención por su voz mientras trabajaba en este oficio, siendo un compañero quien le animó a contactar con el orfeón pamplonés y su director, el profesor Joaquín Maya, quien lo inició en el solfeo y lo colocó rápidamente como primer tenor.
Conocer al sacerdote Miguel Hilarión Eslava fue una coincidencia histórica fundamental y curiosa, ya que este maestro construiría un método revolucionario para el aprendizaje del solfeo y otras técnicas musicales. Encantado con la voz prodigiosa de Gayarre, el sacerdote lo llevó a Madrid para darle clases y lo inscribió en el Conservatorio Superior de Música como becario. Allí ganó el segundo premio de canto en 1868.
Pero como “nadie es profeta en su tierra”, en Madrid no cuajó. El género de la Zarzuela exige algo más que una buena voz, y a Gaztambide no le agradaron sus maneras sobre el escenario. Regresó a Pamplona desolado, pero sus amistades y conocidos lo convencieron para seguir, consiguiéndole una beca de la Diputación de Navarra, la cual le llevaría a estudiar a Milán. En esta ciudad se le reconocería inmediatamente como un tenor prodigioso, y a los tres meses de su llegada ya se incluyó su nombre en los carteles de la Ópera de Milán.
Su carrera despegó fulgurantemente en la década de 1870, y en 1876, de nuevo en la Scala de Milán, se le consideraría como el mejor tenor del mundo, tras sus interpretaciones con La Favorita de Donizetti. Ópera de París, Londres, Buenos Aires, Bolonia, Roma, San Petersburgo, pasando también por las grandes ciudades españolas, como fueron el Teatro Real de Madrid, Liceo de Barcelona, Sevilla, etc. Con más de una década “senza rivali” y aclamado en todo el mundo, en 1889 enfermó de la fiebre rusa, una pandemia de la época, falleciendo en enero del año siguiente con 45 años de edad, en Madrid, tras un esfuerzo nada recomendable, actuando convaleciente de bronconeumonía. Murió en la plenitud de su carrera.
De su vida mundana, se sabe que mantuvo una relación sentimental con la soprano María Mantilla, con la que tuvo una hija fuera del matrimonio. Aunque ya existían en su tiempo aparatos para grabar, y se sabe que grabó, todavía no se han hallado registros de esta voz prodigiosa y que para muchos (todos sus contemporáneos), era y será inigualable. Alfredo Kraus protagonizó una película sobre su vida.
Pocos años después del fallecimiento de Gayarre nació Miguel Burró Fleta (1897-1938) en Albalate de Cinca (Huesca). Este año 2023 se cumple el 85 Aniversario de su muerte. El tenor lírico spinto Fleta creció siendo el menor de una familia con ocho hermanos (de los catorce que llegaron a ser). Como buen aragonés, mamó la jota aragonesa y ya de pequeño acompañaba a la rondalla de su pueblo, aprendiendo las bases musicales por mano de su padre y de su amigo Lázaro Uriol. En esta rondalla destacaba por sus dotes líricas y con 19 años triunfó en el concurso de Jotas que se celebraba en Villanueva de Gállego, por entonces el más reconocido tras los celebrados en la propia Zaragoza.
Ya convencida la familia de que Miguel apuntaba maneras para dedicarse profesionalmente, le enviaron a estudiar al Liceo de Barcelona, donde conocería a la profesora Luisa Pierrick, de origen belga, con la que tendría una fuerte relación docente pero también sentimental, ya que se convirtieron en pareja y tuvieron dos hijos más adelante. Su relación duró hasta 1926. Por su mano y guía debutaría en el Teatro Verdi de Trieste, en la ópera Francesca da Rimini de Riccardo Zandonai, bajo la batuta del mismo compositor. Esto sucedería en diciembre de 1919. Desde entonces todo serían giras por Europa, hasta que en 1923 debutaría en el Metropolitan Opera House de Nueva York, obteniendo un éxito rotundo. Se había convertido en un fenómeno de masas, solamente ensombrecida en la lírica por la fama de Caruso.
Tras la muerte de Caruso en 1921 quedó Fleta como único tenor de renombre universal. Prueba de ello es que estrenó en la Scala de Milán la esperada ópera Turandot, inacabada por la muerte prematura de Puccini, su compositor, a finales de 1924. Llegaron a conocerse y a “odiarse”, pues Puccini dirigió y hasta llegó a ensayar pasajes de su obra inédita teniendo que ajustar (rectificar y alargar) las notas ante la potencia y resistencia de Fleta. El estreno de la obra en 1926 bajo la batuta de Toscanini obtuvo un éxito sin precedentes y quedó durante muchos años en el imaginario colectivo para personas que ni siquiera acudieron a la ópera. Según testigos, los plausos de este estreno duraron más de 15 minutos.
Un año después de su gran éxito sufrió una faringitis que le afectó la voz. Este desgraciado percance le pasaría factura irremediable, pues ya no recuperó su fuerza vocal. Comenzaría así su declive. A pesar de ello, sus giras lo llevaron por América del Sur, China y Japón, obteniendo grandes éxitos. En esa época grabó la mayor parte de su discografía, que fue abundante desde la segunda mitad de los 20s hasta la primera mitad de los 30s. También participó en el Cine, y cantó en los más distintos estilos, prácticamente los más conocidos de la época, incluidos de la Europa Germánica.
Su personaje de Calaf en el estreno del Tundarot le valió una reputación más que merecida, incluso recordada actualmente en el cartel del estreno que se exhibe en la Scala de Milán. Pero en su época existía, muy a lo torero, una rivalidad con otro tenor español, llamado Hipólito Lázaro Higueras, un catalán con una voz preciosa y quizás menos potente, pero que tenía dividida al público hispano hablante, sobre todo desde que a Fleta le menguó la voz. A mediados de los 30s dicha rivalidad se pasó al plano de la política, ya que Fleta se afilió a la Falange, hecho que lo situaría con los nacionales en la Guerra Civil del 36. Fleta falleció poco después, en La Coruña, en mayo de 1938 de un fallo renal, también muy joven con 40 años de edad.
¿Cómo es posible que dos voces desaparecidas permanezcan en el imaginario colectivo de tantas generaciones? A la muerte de Fleta nacieron otros talentos que los referenciaron. No se conoce a nadie en el pasado que trascendiera mundialmente con la fuerza de estos dos cantores españoles, pero si hubo una continuidad con los nacidos durante o tras la Guerra Civil. Así vimos surgir figuras tenores de la talla de Alfredo Kraus, Pavaroti en Italia, José Carreras y Plácido Domingo, que acercaron todavía más el mundo de la Ópera al público universal gracias a sus talentos natos. Todos ellos admiran y admiraban a Fleta, quizás porque no quedan registros de Gayarre y anteriores cantores a su época, aunque los escritos nos hablan de algunos otros destacados, sobre todo en Italia y España, donde quizás nacieron los más grandes.
Por último, también nacieron españolas muchas cantantes líricas de renombre, que completan todas estas maravillosas obras de zarzuela y ópera, pero eso se merece un artículo dedicado a ellas.