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“Mientras Dure La Guerra” es la última película de Alejandro Amenábar, un paisano mío con el que no compartía su perspectiva intelectual, aunque su cine lo considero de un nivel sobresaliente. Pero para poder entender mi postura sobre lo que opino que debe ser un cineasta y un intelectual, antes debo exponer que para mí, un cineasta debe estar dispuesto a plantear cualquier tipo de historia, debe ceñirse a un guión y desarrollar su mundo audiovisual de manera que transmita fielmente lo que pretenda, y el intelectual debe darle forma convincente, estudiar desde todas las perspectivas posibles y acercarse al máximo a nuestra faceta humana, transmitir los sentimientos. Y eso se consigue a través de una vasta documentación y conocimiento del medio. A este respecto, considero que “Mientras dure la guerra” es la Obra Maestra de Amenábar, porque ha sabido unir su faceta intelectual y cineasta y elevarlas a su máximo exponente. Todo ello con un lenguaje claro y sencillo, justo el que llega a lo hondo del ser, sin parafernalias literarias y con los justos momentos de silencio evocadores.
Pero más gráfico resulta un ejemplo: Pedro Almodóvar es un gran intelectual, sabe transmitir humanidad, pero como cineasta (a pesar de su Oscar) no podemos distinguir ninguna obra maestra a su vasta filmografía, ya que nunca hemos comprobado su faceta dirigiendo una película fuera de un sólo campo: Comedia-Drama contemporáneo. En cambio Amenábar resulta valiente, se atreve y corre riesgos, como los grandes del Cine, en esta ocasión, nadando contra corriente en estos tiempos cuando el bando nacional no “vende”. Las voces políticas claman “justicia histórica” con el bando perdedor, pero Amenábar plantea una visión coherente, desde la perspectiva de los “ganadores” cuando en realidad nadie venció y, más bien, España perdió, tal y como ocurre a lo largo de milenios en nuestra amada patria, desde que los cartagineses aprovecharon nuestras rencillas particulares y año tras año, siglo tras siglo, sufrimos la misma antipatía unos por otros, alentada por los mismos de siempre, hasta nuestros días.
Creo que “Mientras dure la guerra” está creada para hacernos reflexionar y no para despertar odios ni rencores. La figura central de Unamuno está muy acertada pues retrata a la perfección el eclecticismo intelectual y filosófico del pacifista, pero que se ve desbordado por la barbarie e incultura, del mismo modo que se vio desbordado cuando comulgaba con las ideas del bando republicano. Amenábar nos recuerda que volvemos una y otra vez a lo mismo de siempre: al enfrentamiento intelectualoide sin sentido, a nadar entre dos aguas, y a dejarnos guiar por las proclamas de hace un siglo. No cambiaremos, siempre viviremos enfrentados y siempre superpondremos nuestros intereses personales al colectivo, aunque la doctrina sea otra más romántica. Bien es cierto que en esta película Amenábar ha incurrido en ciertos errores históricos, como ya le pasó en Ágora, y en ambas películas la Crítica se ha cebado con él, pero, a diferencia de Ágora, en esta película no son tan importantes dichos detalles pues en ningún momento se sigue una cronología tipo “película histórica”, y más bien se centra en la visión de un ambiente y el drama de un personaje, más que en la narración exacta de unos hechos.
“Mientras dure la guerra” se estrenó el 27 de Septiembre del 2019, pronto hará un año, y por eso el motivo de este artículo, ya que lo tenía escrito pero no lo publiqué en su momento. He aprovechado para ver de nuevo la película y todavía me ha gustado más que cuando la vi anteriormente. En el IMDB está valorada con un 6.9 sobre más de 4.500 votaciones, algo que me ha sorprendido porque no tiene situaciones bélicas, ni acción relevante ni efectos especiales. Me hace pensar que la mayoría de espectadores se han marchado de la sala con la misma impresión llevada por mí, es decir, les ha encantado la carga emocional y el mensaje. Amenábar escribió el guión junto a Alejandro Hernández, así que debemos dividir el mérito de la narrativa.
Karra Elejalde ya era uno de mis actores españoles favoritos, pero en su papel de Unamuno ha rozado la perfección. En ningún momento se vio al actor y siempre fue Miguel Unamuno bien caracterizado por maquillaje. Santi Prego encarna la figura de Franco de manera convincente y Millán Astray me resulta quizás el personaje más difícil de emular, pero Eduard Fernández se conduce de manera airosa. El resto de actores han surtido de buen ambiente la obra y solamente algunos soldados como extras sobreactuaron. Los papeles femeninos son también resaltables, con Nathalie Poza, Patricia López Arnaiz e Inma Cuevas siendo las que sumaron más tiempo de pantalla. Es una producción hispano-argentina con un monto de alrededor de 4.3 millones de euros, con Movistar+ y Mod Producciones como mayores participantes, y se rodó en Salamanca y sus alrededores.
La película nos traslada perfectamente al año 1936 del bando nacional, cuando se cambiaron las palabras por los fusiles. Si no la has visto me parece muy recomendable, pues reitero, creo que se trata de la mejor película del director alicantino. Quizás en otras latitudes no se refleje el “mensaje”, sobre todo las motivaciones políticas ni los porqués sin conocer la trayectoria republicana de los dos años anteriores al menos. Refleja más bien el conflicto intelectual cuando ya es demasiado tarde para dichas palabras, tarde para la reconciliación, “algo que no podemos permitir que suceda de nuevo”.