Durante la madrugada española del 27 de agosto se celebró el considerado “combate del siglo”, entre el estadounidense Floyd Mayweather Jr y el irlandés Conor McGregor, en la Capital del Boxeo, Las Vegas, Nevada, escenario donde se han vivido numerosos combates míticos en las últimas décadas, y también donde se han batido récords de recaudación a todos los niveles, tanto en taquilla, como en apuestas y derechos de retransmisión. De modo que éste en concreto, ha batido registros en los tres aspectos, los récords de todos los tiempos. Sólo en taquilla, los 22.000 espectadores han dejado una caja aproximada de 66 millones de dólares, a unos precios por entrada que estuvieron entre los 2.000 dólares la más barata, hasta los 12.500 las primeras filas, sin conocer las cifras alcanzadas en la reventa, que dispararía aún más las cantidades hasta lo increíble.
Durante los tres últimos meses se calentó el combate con las distintas y variadas presentaciones que se han llevado a cabo en suelo estadounidense e irlandés, con dos púgiles entregados al espectáculo siempre vistoso del Desafío delante de los medios. Este combate es único porque, por primera vez, el aspirante al título no es un boxeador. McGregor proviene de las AMM (Artes Marciales Mixtas) y quería demostrar que no sólo dominaba este rico campo, donde el cuerpo se utiliza en toda su extensión para realizar impactos, sino que era capaz de vencer a un boxeador adaptándose a sus mismas reglas.
Supongo que todos pensamos que el combate sería una versión similar a lo vivido contra Pacquiao, donde veríamos a un irlandés “loco” corriendo por el cuadrilátero tras un esquivo Mayweather, y durante los primeros tres asaltos así ocurrió más o menos. Pero el púgil, conocedor de su oficio, además de ser uno de los más “inteligentes” de todos los tiempos encima de un cuadrilátero, lanzaba “recaditos” al tronco del irlandés para cortarle las piernas y su radio de acción. Debo reconocer que nunca me había gustado la forma “poco valiente” de combatir que luce Floyd en sus combates, pero me quito el sombrero ante su exhibición, pues rozó una clase magistral de lo que es el boxeo moderno, con un combate estratégicamente perfecto y bien preparado.
A partir del cuarto asalto ambos contendientes sabían quién mandaba entre las cuerdas. Sólo por la mirada que se lanzaban furtivamente, se conocía a un Mayweather confiado y consciente de las carencias técnicas de su oponente. McGregor buscaba desesperado un golpe ganador, pero sin ninguna estrategia que pudiese minar una de las mejores defensas pugilísticas de todos los tiempos, con unas esquivas y contragolpes demoledores. Inconscientemente se esperaba alguna patada voladora, único recurso que podría sorprender a Floyd, pero en boxeo no se permite. El espectáculo ha valido la pena pues se ha presenciado un combate intenso y sin rehuir el intercambio de golpes, quizás porque Floyd no encontró a un oponente tan “letal” como se pretendía. En mi opinión, al menos seis o siete púgiles en ese peso serían capaces de obtener el mismo resultado, porque la filosofía de ambas disciplinas deportivas no son compatibles. ¿Qué pasaría en un combate con las reglas AMM? Sería curiosa una revancha pero en terreno del irlandés y con sus reglas.
En fín, cada púgil se ha llevado una bolsa más que considerable. Floyd Jr. roza los 200 millones de dólares de beneficio y McGregor los 100 millones. No me ha gustado que el Referee detuviese la pelea en el 10º asalto, pues considero que el irlandés no estaba noqueado todavía: seguía con la mirada concentrada y no lucía su rostro heridas ni hinchazones. Para mi que el árbitro se precipitó, pues un golpe “resucitador”, cuando parece que se agotan las opciones, se han visto en numerosos combates. Pero reconozco que el irlandés está a años luz del pugilismo moderno y habría perdido por puntos de todos modos. Un bonito espectáculo televisado en directo por 300 canales de todo el mundo, y presenciado en directo por famosos de todos los ámbitos.