En 1282 el Reino de Sicilia se separó políticamente de su parte continental, del antiguo Ducado de Nápoles, permaneciendo en éste como monarca Carlos I de Anjou, mientras la isla es anexionada por la Corona de Aragón. Llamado entonces Reino de Nápoles, a la muerte del monarca francés le sucedió su hijo Carlos II, que gobernó el sur de Italia hasta su muerte en 1309.
Durante el reinado de Roberto I de Anjou aumentó el territorio napolitano con sus títulos nobiliarios y lazos familiares y matrimoniales. Durante gran parte de su infancia y adolescencia residió en la corte de la Corona de Aragón junto a su hermano, como rehenes, de manera que fueron respetadas dichas anexiones, gracias a los afectos y alianzas forjadas durante dicho cautiverio, como la Provenza y Jerusalén. Su heredera fue Juana I de Anjou, y su matrimonio permitió abarcar también a Hungría y territorios griegos. En 1442 el rey Alfonso V El Magnánimo conquistó Nápoles, estableciendo allá la nueva capital con el título de Rex Utriusque Siciliae, unificando de nuevo “las Dos Sicilias” para incorporarlas a la Corona de Aragón, con todos los territorios vinculados al nuevo reino.
Cinco años más tarde Visconti designó al propio Alfonso V El Magnánimo como heredero del Ducado de Milán, aunque en 1450, con apoyo francés, Francesco Sforza conseguiría dicho Ducado del Milanesado. Esto es importante para conocer las pretensiones que llevaron al emperador Carlos a “recuperar” este territorio en 1559 y que perteneciese a la Corona de España hasta 1707.
El país “más católico del mundo”, el que más territorios ha evangelizado en todo el planeta, solamente tuvo dos papas en Roma y un “antipapa”. Curiosamente, todos ellos dejaron un profundo estigma en la capital del Catolicismo y en el mundo cristiano. En el Medievo y parte de la Era Moderna, un papa era como un rey. Poseía territorio y ejército propio (Estado Pontificio), que abarcaba más o menos el centro de la península italiana. Benedicto XIII (antipapa), Calixto III y Alejandro VI, dejaron una huella imborrable tras sus papados. Como se trata de “recuperar” Catedrales grandiosas e imponentes Iglesias, comenzaremos por la propia Ciudad Eterna, con la Basílica Santa María la Mayor de Roma (312), una de las Siete Iglesias de la Ruta de Peregrinación a Roma. Está declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Esta basílica está levantada sobre los restos de un templo dedicado a la diosa Cibeles griega y un templo posterior Paleocristiano datado en 360. La actual data del siglo V y conserva elementos originales importantes, como un arco de triunfo. Desde entonces se convirtió en el templo dedicado a la Virgen María más grande de Roma y más importante del mundo. Es una basílica papal (aunque esté fuera de su territorio actualmente) y a ella debemos la festividad de la Asunción del 15 de Agosto. Su relación con España data de la Edad Media, de antes incluso de que el periodo del Cisma de Avignon anulase la Santa Sede de Roma. Cuando se restableció ésta en 1417, numerosos papas convierten en sede la basílica mientras se obraba en la de San Pedro en el Vaticano, muy deteriorada. Esa tradición de ser como una segunda sede continuó hasta nuestros días.
Las contribuciones españolas fueron importantes a lo largo de los siglos, pero que los Reyes Católicos donasen la mitad del oro traído en el primer viaje de Colón a América, para embellecerla, da cuenta de la devoción por este templo por los españoles. El Papa Alejandro VI recibiría el oro del futuro Emperador Carlos y éste lo destinó para el cubrimiento del techo artesonado y otros ornamentos del templo. Esta entrega significativa daría comienzo a la evangelización católica del mundo, y al compromiso de la Corona Española en dicha “misión”. Felipe IV (1605-1665), sería su más grande benefactor, continuando dicha labor por todos los monarcas españoles hasta la actualidad.
Su arquitectura presenta distintos estilos, desde el Paleocristiano, conservando su estructura original, hasta detalles renacentistas, pasando por ornamentos bizantinos y grandes elementos barrocos como su impresionante portada (terminada en 1746). Su torre renacentista es la más alta de Roma, con 75 metros de altura.
La Iglesia del Gesú (313) fue mandada construir en 1554 por San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los Jesuitas. Fallecido dos años después, sería su amigo San Francisco Javier quien tomaría la responsabilidad de terminarla. Se trata de la precursora del estilo Barroco.
La iglesia se terminó en el año 1584 y participaron arquitectos de la talla de Miguel Ángel, Vignola (el diseñador del Barroco) y Della Porta. La primera capilla a la izquierda está dedicada al español San Francisco de Borja. Al menos catorce iglesias, incluida la prolongación de San Pedro en el Vaticano, seguirían inmediatamente este estilo del Barroco, que con los jesuítas se implantaría por todo el mundo, incluidas colonias no españolas, como Nueva Francia, al sur de los Estados Unidos. Esta iglesia del Gesú está declarada como Bien Cultural Italiano.
El Papa Luna o Benedicto XIII emprendió la construcción de templos y universidades tan importantes como la de Salamanca en 1415-1433, expidiendo antes una bula para la construcción de la Universidad de Sant Andrew, Escocia, en 1423. Calixto III (Alfonso de Borja) negoció precisamente el fin del Cisma de Occidente (1417), también canonizó a su paisano y famoso santo Vicente Ferrer. A pesar de no ser bien acogido por los romanos (“catalano” decían despectivamente, cuando sabían que no lo era, pues vino de Valencia), su obra fue fundamental para su época. Reunió un gran ejército europeo en cruzada para liberar Belgrado de los turcos, manteniéndolos a raya de sus aspiraciones en Europa. También declaró inocente de brujería a Juana de Arco después de ser quemada en la hoguera. Está enterrado en la Iglesia de Santa María de Monserrat de los Españoles de Roma (314), una iglesia construida a finales del siglo XVI, pero su origen data de una fundación creada en 1506 por el propio Alejandro VI, sobrino de Calixto III, Rodrigo de Borja.
En un principio esta iglesia solamente acogía a peregrinos de la Corona de Aragón, pero en 1807 abarcaría a todo el ámbito español. Además de los dos papas Borja, está enterrado San Dámaso. Comenzada en 1518, terminó la centuria con un marcado estilo Barroco, ya que se acometieron numerosas reformas en el templo, incluso en la siguiente centuria. A principios del XIX se restauró por completo. Albergó los restos del Rey Alfonso XIII hasta su traslado en 1980.
En cuanto a Alejandro VI, fueron numerosas sus contribuciones al mundo del arte, arquitectura y cultura en general, aunque las obras que encargó más importantes fueron la reconstrucción del Castillo de Sant Angelo, y la continuación de la Basílica de San Pedro, contratando al gran Miguel Ángel para diseñar el nuevo templo, además de sufragar la decoración de los Apartamentos Borja o Borgia (315), seis salas del Palacio Apostólico Vaticano, todo ello Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1984. Expidió las bulas para la creación de la Universidad de Valencia (1501) y antes la de Aberdeen (1495), Escocia.
Para finalizar en Roma, encontramos la Basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires (316), otro Bien Cultural Italiano construido al estilo Barroco. Se erigió sobre las Termas de Diocleciano, por orden del Papa Pio IV en 1562, bajo la dirección de Miguel Ángel. Este papa realizó el templo por sus visiones obtenidas siendo un simple sacerdote siciliano, visiones de cuando las termas eran utilizadas para el cautiverio y martirio de los primeros cristianos. Impacta la fusión de la construcción civil románica con los estilos renacentistas y barrocos. Este papa, aunque no consta como español oficialmente, de hecho lo era como siciliano, como otros personajes históricos que “renegaron” o se suprimieron de la Historia posteriormente como tales. Veremos otros casos más por Europa, aunque solamente una pequeña fracción, pues la lista sería interminable.
Si el anterior papa era originario de Las Dos Sicilias, allá nos desplazamos para descubrir más construcciones españolas, esta vez aragonesas, en el antiguo Reino de Nápoles, como las siete fortalezas levantadas por los Aragoneses en Tarento, Isquia (Bayas), Regio de Calabria, Ortona, Venosa, Castelsardo y Le Castella, ejemplos de la prolífica construcción de estructuras y edificios de todo tipo, desde mediados del siglo XV, de nueva planta y de consolidación y mejora de antiguas.
De nueva planta tenemos el ejemplo del Quartieri Spagnoli, un barrio de Nápoles del siglo XVI que nació como guarniciones militares españolas mandadas por la Corona de Aragón. En su centro histórico vemos también el imponente Castel Nuevo o Maschio Angioino, una fortaleza de finales del XIII pero reconstruida en el XV tras la conquista del rey aragonés Alfonso V. También en pleno centro histórico se levanta la Basílica de Santiago de los Españoles (317), integrada en el palacio del mismo nombre, que es actualmente Ayuntamiento de la Ciudad.
San Giacomo degli Spagnoli fue mandada construir por el virrey Pedro de Toledo en 1540 al estilo Renacentista y Barroco. Está declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y, aunque conserva la mayoría de sus elementos, a lo largo de los siglos ha sufrido bastantes intervenciones, sobre todo desde mediados del siglo XVIII, con los borbones. Destaca su sistema de cúpulas, con una grandiosa en el centro.
La Iglesia de San Lorenzo Maggiore (318) también forma parte del Patrimonio de la Humanidad napolitano. Comenzada en tiempos de Carlos de Anjou, sobre 1270, al estilo Gótico francés, sufriría muchos daños tras varios terremotos, por los que sería remodelada en el siglo XVI al estilo Barroco y completamente reconstruida en 1742 también a este último estilo arquitectónico.
La Iglesia de San Antonio de Tarsia (319), también en Nápoles, se levantó al estilo Barroco en 1559 para los franciscanos y su nuevo convento anexo, dedicado al Espíritu Santo. A principios del XVIII se promovieron numerosas intervenciones, como la mejora de los pavimentos, siendo instalados de mayólica, nuevos estucos en la fachada, además de la adquisición de nuevos cuadros y estatuas para embellecimiento del templo.
Para finalizar, sin salir de Nápoles, La Iglesia de Santa María de Caravaggio (320) se construyó al estilo Barroco en 1627 con importantes aportaciones económicas del asesor (“procurador”) del virrey Felice Pignella. Está declarada como un Bien Cultural Italiano. Posee verdaderas joyas pictóricas de distintos artistas barrocos italianos de los siglos XVIII y XIX.
Hasta 12 comarcas del Sur de Italia configuraban el antiguo Reino de Nápoles, y en todas dejó huella la Corona de Aragón y luego España en mayor o menor medida. Me he centrado en Nápoles, donde se han conservado quizás las construcciones más representativas o importantes.
Pero ahora debemos ascender hacia el Norte, saltarnos el Estado Pontificio (y los Presidios Toscanos españoles), que ya hemos visitado antes, y plantarnos en el antiguo Ducado de Milán, donde los españoles también administraron por más de siglo y medio, con los territorios anexos a la Lombardía propia, como fueron Pavía, Cremona, Parma o al norte hasta Belinzona y Sondrio. La Duomo de Milán o Catedral de Milán (321), comenzada en 1386, cumpliendo su filosofía constructiva parecida a la Sagrada Familia de Barcelona, sólo se erigió por los donativos del Pueblo de Milán, sin las grandes aportaciones de Iglesia o mecenas, pero a la llegada de los españoles, el proyecto se encontraba estancado desde décadas atrás. Así que, “evitando” la filosofía altruista, llegaron grandes donativos «particulares» para la continuación del templo.
Con San Carlos Borromeo al cargo de la diócesis, la Duomo retomó el dinamismo perdido desde 1510, y se retomaron obras de la arquitectura y de embellecimiento. Se contrató al arquitecto Pellegrino Tibaldi, que trabajaba también en España, y configuraron el nuevo aspecto renacentista de la catedral. Desde 1571 se fueron alejando del estilo Gótico “primitivo” para incorporar elementos nuevos, como los obeliscos de la fachada y gigantescas columnas corintias. La decoración interior se retomó en 1575, reconstruyéndose el presbiterio y añadiéndose el baptisterio a la nave y nuevos altares. Un coro de madera se terminó en 1614. Tras la consagración del templo en 1577, Borromeo lo dedicó a Santa Tecla y a Santa María Maggiore, definiéndolo como un “templo nuevo”. Durante el siglo XVII, le sucedió el obispo Federico Borromeo, su sobrino, que continuó con las obras en la fachada, sumando cinco portales y dos ventanas centrales. Durante el periodo español, nunca se dejó de construir o embellecer este edificio espectacular y referente arquitectónico, declarado Bien Cultural Italiano y que se terminó en el año 1965. Mide 11.000 m2 de superficie, con 108,5 de altura (135 metros con la aguja) y puede albergar a 40.000 fieles.
La Basílica de la Santa Cruz de Lecce (322) es una iglesia situada en el centro histórico de dicha localidad. Con esta iglesia barroca, construida entre 1549 y 1695, termino el repaso por Italia, dejando ocultos otros muchos ejemplos del periodo español, pero suficientes para ver la “simbiosis” entre las culturas española e italiana que nunca cesaron en su contacto de más de 20 siglos. En esta iglesia se hace más patente si cabe, ya que en su portal mayor, terminado en 1606, se conservan las insignias de Felipe III de España, que contribuyó, mediante la Iglesia Española, a la construcción del edificio. Franceses y anglosajones siempre han destruido los restos hispanos donde los hallaron, pero por suerte fueron tantos, que no pudieron destruirlos todos.