Salimos brevemente de Europa en nuestro recorrido por las catedrales y grandes templos españoles, porque el interés por evangelizar Oriente fue una constante desde mucho antes de la llegada a América. Con una sola ruta conocida y explorada hasta China desde el siglo XIII, la Iglesia Católica se propuso mandar misiones hacia lo incógnito.
Chipre se encuentra de camino por el mar hacia Tierra Santa, y en distintos episodios históricos, algunas potencias europeas establecieron asentamientos, entre ellas la Corona de Aragón y la España unificada posteriormente. En esta isla la pugna entre cristianos y musulmanes dura hasta la actualidad, por eso, identificar construcciones antiguas es difícil tanto para uno como del otro lado. Pero podemos contemplar la Iglesia de la Santa Cruz en Nicosia (323), construida en 1642 y reconstruida entre 1900 y 1902 con los fondos facilitados en una gran parte por la Familia Real Española.
Tierra Santa se perdió para los cristianos en 1291 definitivamente, pero en 1342 la Corona de Aragón consiguió que los lugares santos pasaran a su custodia. Cuando se unió a la Corona de Castilla, el Santo Sepulcro y otros lugares santos pasaron a ser custodiados por España. Así tenemos que las riquezas y embellecimiento de todos los lugares sagrados cristianos de Jerusalén, por ejemplo, fueron donaciones de las distintas monarquías hispanas (clica aquí si quieres más información). Desde los inicios, la labor de guarda y custodia se destinó a los Padres Franciscanos. En el año 1555 esta orden reparó y renovó la Iglesia del Santo Sepulcro (324), con un campanario que estaba casi en ruinas y remodelando la parte exterior, protegiendo también los sitios que la tradición cuenta como sagrados, hasta entonces muy “manoseados” por los peregrinos, todo al estilo Barroco.
A los Franciscanos se les concedió también la custodia de otros lugares fuera de Jerusalén. En Belén (Palestina) renovaron y conservaron sus reliquias, como la Capilla de la Gruta de la Leche (325), un templo que data del siglo V y que conserva mosaicos y elementos originales, tras una reconstrucción completa efectuada en 1872. Consta de tres grutas principales, en cuyos aledaños se habilitó el monasterio.
La Iglesia de Santa Catalina de Belén (326) fue consagrada en 1347, siendo el principal templo del monasterio franciscano, anexo a la Basílica de la Natividad. También recorren por el subsuelo numerosas grutas. Está declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el 2012 junto a todo el complejo religioso. Está construida al estilo Gótico y ampliada en 1881 bajo el mismo criterio arquitectónico, con fondos donados por el emperador austro-húngaro José I.
En Nazaret encontramos la Basílica de la Anunciación (327), una peculiar construcción moderna que “protege” casi 2000 años de anteriores construcciones, vestigios de los primeros peregrinos de finales del siglo I, bizantinos, cruzados y una gran reconstrucción efectuada por los Franciscanos de principios del XVIII, de la que se conservan numerosos elementos. Lo que vemos actualmente es una basílica de arquitectura moderna terminada en 1969. En su interior podemos contemplar una galería con las principales advocaciones marianas por el mundo, con al menos cinco españolas.
Por último, volvemos a Jerusalén para encontrar la Iglesia de la Visitación (328), una antiquísima iglesia que los Franciscanos encontraron en ruinas y reconstruyeron en 1647. En ella se encuentra el Magnificat, el canto de alabanza más antiguo del Cristianismo y atribuido a la Virgen María. De nuevo los Franciscanos mandaron al arquitecto Antonio Barluzzi la reconstrucción del templo en 1938, y es la que contemplamos en la actualidad. Entre sus curiosidades, encontramos un panel decorativo con la representación de la bendición papal a Juan de Austria en la Batalla de Lepanto.
Misioneros españoles e italianos, a petición de los portugueses, pioneros organizados pero insuficientes en número, también y en menor medida: belgas, franceses, irlandeses, escoceses y algunos católicos del este del Viejo Continente, protagonizaron la gesta de evangelizar el lejano Oriente, con una profunda incursión por La India, dirigida en principio por San Francisco Javier, al frente de las misiones jesuíticas, desde mediados del siglo XVI. A este santo navarro se debe el patrimonio de estilo barroco diseminado por el mundo. También participaron más adelante dominicos, franciscanos y capuchinos, quedando éstos últimos como principales responsables tras la expulsión de los jesuitas.
Como resultado de estas misiones evangelizadoras, podemos localizar una extensión de casi 300.000 km2 de los 3.287.000 km2 que abarca el Subcontinente Indio, donde residen casi 18 millones de católicos (también pequeñas áreas del actual Pakistán con más de 1,3 millones de católicos). Dicha extensión (equivalente a más de 1/3 de la Península Ibérica), no podemos situarla en un lugar delimitado, sino que salpica la geografía hindú en misiones u obispados, localizados principalmente en la costa oriental de La India. La Basílica de Nuestra Señora de la Salud de Velankanni (329) resulta un magnífico ejemplo para empezar. Se fundó en honor a la venerada Virgen murciana durante el siglo XVII, momento cuando se registraron algunas apariciones marianas a un niño de la zona. Comenzó siendo una modesta capilla con techo de paja, pero un siglo después, tras el milagroso rescate de unos marineros portugueses en una tormenta, se amplió y embelleció el templo/santuario. Su aspecto actual, respetando su estilo Gótico, lo adquirió durante las últimas décadas del XVIII. Los Franciscanos ordenaron numerosas intervenciones en el edificio durante los siglos XIX y XX, instalando un nuevo altar mayor en 1961. También está dedicada a San Antonio de Lisboa y a San Francisco de Asís.
El área del estado de Goa y sus alrededores fue una de las primeras evangelizadas de La India y que mejor se recibió a los misioneros portugueses. En 1540 se erigió la Iglesia de la Inmaculada Concepción de Panaji (330). Al estilo Barroco se fue embelleciendo y ampliando, mostrando su actual apariencia en la profunda restauración efectuada durante las primeras décadas del siglo XVII, cuando el Imperio Portugués fue administrado por la Corona Española.
La Basílica del Buen Jesús de Goa (331) es quizás la más emblemática de las construcciones religiosas coloniales en La India. Se levantó entre 1594 y 1605 al estilo Barroco y está declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1986. Allí reposan los restos del navarro San Francisco Javier, cuya labor misionera sería fundamental para su orden y para la Iglesia Católica en general. Su aspecto se inspira claramente en la Iglesia del Gesú de Roma, terminada precisamente bajo la tutela del santo.
En 1698 el Duque de Toscana mandó mármoles y al escultor Foggini para construir el mausoleo del santo, que descansa en el interior de un sarcófago de plata. En 1952 se celebraron los actos del IV Centenario de la muerte del mítico misionero, reuniendo a más de 800.000 personas, demostrando ser uno de los centros de peregrinación más importantes del mundo. Se tuvo que ordenar la instalación de una urna de cristal para evitar que los fieles lo tocasen y deterioraran desde entonces.
Un ejemplo claro de que los españoles construyen templos desde el siglo XVI al menos en la India, queden restos visibles hoy en día o no, o participando con fondos y personal español, y que nunca dejaron de hacerlo, lo tenemos en la localidad de Enthayar, donde se está erigiendo la Iglesia de San Judas (332) desde el 2022. La labor de evangelización continúa en un país que ya supera a China en habitantes, con más de 1.413 millones, siendo el más poblado del mundo y donde los católicos son una pequeña minoría, a pesar de sus casi 18 millones de fieles devotos.
En el recuerdo reciente quedan misioneros como el catalán Vicente Ferrer Moncho, que pasó toda la segunda mitad del siglo XX y hasta su muerte en 2009, también como jesuita, en una labor de entrega y solidaridad a los más desfavorecidos de aquel inmenso país, con unos resultados constructivos y de regeneración económica y social que bien se podrían conseguir en el Primer Mundo también, dado el panorama económico que se nos avecina.