Encontrar precedentes de drogas vinculadas al mundo del Deporte resulta desgraciadamente muy sencillo, pues ya en la Antigüedad numerosos científicos y autores greco-latinos, como Plinio el Viejo en el periodo clásico romano, nos cuentan sobre “brebajes” y productos naturales que “ayudaban” a desarrollar un mayor vigor físico y rendimiento en las carreras y trabajos duros. Sea natural o artificial, resulta complicado decidir si una sustancia interviene decisivamente, pero lo que si tengo claro es que éticamente ningún atleta debería ingerir ni inyectarse nada fuera de una dieta habitual de comidas, como cualquier ser humano sano, de lo contrario resulta más que obvio que busca hacer trampas, algo que le otorgue una ventaja sobre los demás incluso antes de la competición hasta su término.
El Deporte fue en la Antigüedad un espectáculo de masas que transcendía más allá de las fronteras de los países. Entre el siglo VI a. de C. y el IV de nuestra era, todos los pueblos entorno al Mediterráneo cultivaron distintas disciplinas deportivas y durante siglos se celebraron olimpíadas. El origen y momento concreto donde se comenzaron no se ha descubierto todavía, pero sería en las polis griegas donde se constituyeron y ordenaron (Olimpia), siendo imitados por el resto de pueblos. En los siglos V y IV a. de C. gozaría de su mayor esplendor, tratándose a los deportistas más destacados con una devoción similar a la actualidad.
Se achaca al emperador Teodosio I el Grande la disolución definitiva de todo lo referente al Deporte, ya que llevaba intrínseco el cultivo de otras divinidades distintas a la fe cristiana, pero en mi opinión, sería más de un siglo después de este emperador, bajo el reinado de Justiniano I (483-565), y tras unos graves disturbios ocurridos en la capital Constantinopla, cuando se clausuraron todos los estadios que todavía subsistían en el ámbito mediterráneo, reconquistado en gran parte por éste. La disputa surgió entre aficionados “azules” contra “rojos” en una carrera de cuadrigas, desembocando la pelea de aficionados en una revuelta civil, teniendo que intervenir el ejército in extremis y se contaron centenares de muertos y heridos, peligrando hasta la integridad de la familia imperial. Desde entonces se abandonaron estadios, hipódromos, y hasta los teatros y anfiteatros construidos en el ámbito del Antiguo Imperio Romano, salvo contadas excepciones. Aunque se usó el Cristianismo como herramienta para llevar a efecto dicha clausura, no fue más que una decisión política de un asustado (y/o prudente) emperador bizantino.
Para encontrar algo parecido en la Historia al cultivo del Deporte y a la constitución de competiciones entre naciones, tuvo que transcurrir más de un milenio y medio, concretamente hasta las Olimpiadas de Atenas de 1896, esta vez con ámbito Universal. Desde un principio las disciplinas estaban muy vinculadas a la guerra, como en la Antigüedad, y prueba de ello es que todavía subsisten numerosas competiciones relacionadas directamente con la “muerte o reducción del enemigo” (Tiro con Arco, con armas de fuego, boxeo y otras disciplinas violentas como la Lucha, etc). Ya desde estos comienzos el azúcar y el alcohol, en sus distintas formas y dosificaciones, han acompañado a los atletas, tras una larga experiencia “dopando” a los pura sangre en las carreras. De hecho, fue un magnífico campo de pruebas para probar a finales del siglo XIX todo lo que los científicos (químicos) sintetizaban. Se han visto en numerosas ocasiones a caballos caer desplomados en plena carrera, la mayoría de las veces atiborrados de sustancias estimulantes. Hasta los años 70s todas estas prácticas quedaron impunes a falta de tecnología forense para el análisis de pruebas, siendo muy pocos atletas los acusados y ninguno descalificado salvo unos pocos que confesaron pasados muchos años.
¿Sería exagerado afirmar que todos los deportistas se dopan en la actualidad? ¿Están registradas todas las sustancias estimulantes en las “listas negras”? Estas dos preguntas surgen tras el fruto de numerosas reflexiones, que surgen cuando las noticias sorprenden con que tal futbolista o saltadora de altura ha sido sancionado/a por dar positivo en un control antidoping. Existe un dicho popular que reza: “somos lo que comemos”, y en teoría nuestra dieta es más saludable y nutritiva que hace un siglo. Por ese motivo se supone que las marcas son mucho mejores ahora. Pero ¿Es del todo cierta esta afirmación? ¿Nuestros cuerpos son en general más rápidos y resistentes que hace un siglo? En 1912 el récord mundial de los 1500 m. lisos se estableció en 3´55”08, una marca que yo mismo con 14 años de edad (y muchos chavales de mi época hasta la actualidad) fui capaz de igualar 70 años después. Las pocas carreras escolares donde competí en esta distancia, bajé de los 4 minutos siempre y rondaba dicha marca. Los refrescos azucarados y una dieta rica en proteínas seguramente me proporcionaba más vigor y velocidad que a los atletas de hace un siglo. En 1998 El Gherrouj estableció el actual récord mundial en 3´26”00, una marca ya solo para extraterrestres. Evidentemente existe una evolución, aunque sea pequeña, pero creo que también existe más “cultura deportiva” que hace un siglo, cuando los “mejores” todavía trabajaban en el campo y no tenían acceso a las pistas deportivas. Hoy en día las licencias deportivas se cuentan por decenas de millones en todo el mundo, cuando hace un siglo muy pocos lo practicaban.
Cuando comenzaron las Olimpiadas en 1896 nació con ellas el espíritu sano y noble del Deporte, pero su carácter competitivo, cada vez más cargado de intereses económicos y políticos, han terminado por corromperlo. A partir de los años 50s proliferaron los deportistas “geniales”, curiosamente cuando surgieron los estimulantes de todo tipo ensayados durante la II Guerra mundial. Se pulverizaban los récords a cada carrera, surgiendo fenómenos, por ejemplo en la Natación, que nadie comprendía de ser alcanzado por un ser humano. En la siguiente década se comenzaría a investigar lo que el COI ya sospechaba desde hacía tiempo, aunque todavía no se disponía de una tecnología fiable. En Estados Unidos apareció por fin una “lista negra” de sustancias prohibidas para su venta y consumo, con su Departamento de Policía propio: la DEA (Antidroga), desarrollando sistemas de detección en colaboración con el sistema sanitario, en paralelo también con científicos y policías europeos. En esa década de los años 70s los atletas se habían descontrolado y sería el comité disciplinario el encargado de perseguir y regular el consumo de cualquier sustancia ajena a una dieta habitual de comidas.
Como suele ocurrir en todo lo que abarca al consenso entre países, desde entonces existen discrepancias notables entre las diferentes agencias que estudian las drogas y sus efectos. La DEA se basó en el consumo y venta de drogas y estupefacientes más habituales y su peligrosidad no sigue ningún rigor científico. El orden de peligrosidad varía con respecto a las listas facilitadas por médicos y científicos especializados, y cada deporte tiene sus propias listas reguladoras. Para los científicos el grado de peligrosidad y adicción sigue los baremos que podemos observar en el siguiente gráfico:
En España cada año se publica en el BOE una lista general de las sustancias prohibidas. Actualmente está en vigor la publicada el 16 de diciembre de 2017, en connivencia con el Artículo 4.2.2 del Código Mundial Antidopaje, donde se especifican las sustancias y métodos prohibidos antes y durante la práctica deportiva. A groso modo se prohíben los anabolizantes (esteroides, etc), hormonas peptídicas, Factores de crecimiento, Beta-2 agonistas, Moduladores de hormonas y del metabolismo, diuréticos y agentes enmascarantes. Entre los métodos resalta la prohibición de la reintroducción de cualquier cantidad de sangre autóloga, alogénica o heteróloga, una práctica común entre los ciclistas de fondo y motivo por el que dejé de ser aficionado a este bello deporte. También está prohibida la captación de oxígeno de manera artificial. Por supuesto están prohibidas las muestras entregadas fuera de plazo ni su manipulación sin seguir el protocolo explícito. Seguidamente podemos leer en el BOE una extensa lista de los estimulantes prohibidos, entre ellos la anfetamina y cocaína, los más habituales a todos los niveles. También citan estimulantes específicos, como la adrenalina, efedrina, tenanfetamina, etc. A continuación facilita la lista de narcóticos, como la heroína, morfina y Metadona y de cannabinoides como el cannabis, hachís, marihuana y la sintética THC. También se citan a los glucocorticoides que son menos conocidos, pero donde se encuentra la famosa cortisona. Para finalizar la lista se citan sustancias que se detectan en ciertos deportes y que están prohibidos, como los beta-bloqueantes, muy usados en Tiro con Arco, Automovilismo, Billar, Dardos, Golf, Tiro Olímpico, Esquí y en actividades subacuáticas.
Por supuesto no se reflejan las sustancias con efectos alucinógenos que encontramos en el cuadro científico, pues sólo faltaba que los deportistas fueran puestos de LSD y ya sería el colmo. Para la DEA norteamericana existen diferencias principalmente “comerciales”, así que sitúan el orden de las sustancias por “más consumidas” y por consiguiente peligrosas, colocando a la marihuana, por ejemplo, entre las más nocivas, cuando no suponen un factor de riesgo alto para los científicos.
Cuando todo un equipo olímpico ruso (alrededor de 800 atletas) fueron sancionados por dopaje, el equipo chino ha sido acusado en numerosas ocasiones, los continuados casos en el Ciclismo, con la UCI (Unión de Ciclistas Internacional) sancionando duramente desde la década de los 90s, hasta equipos completos expulsados de las grandes vueltas y campeones destronados, prácticamente ningún deporte se libra de algún precedente por drogas, algo lamentable y para mi incomprensible, pues me hace cuestionar incluso si se debería admitir la ingesta de un plátano o bebida isotónica en el transcurso de la competición. El tema nos hace cuestionarnos seriamente al atleta como “talentoso y prodigio físico”, pasando a ser un cuerpo alterado en su metabolismo.
También debemos admitir que se está realizando un gran esfuerzo para detectar todos estos fraudes y hasta se han sancionado algunos equipos médicos, aunque siempre se culpa al consumidor y nunca al productor, pues hablamos de sustancias casi todas prohibidas hasta fuera del Deporte. En este sentido me temo que siempre han ido los productores por delante de la Policía y quién sabe qué nuevos “sistemas EPO” se están aplicando, prácticamente indetectables en los análisis. Nunca entenderé ese hambre de gloria inmerecida, de avaricia y picaresca en algo tan bello y noble como es el Deporte, por eso no he mencionado a ningún atleta en concreto castigado por dopaje, pues no se merecen un nombre ni siquiera para lo negativo. También quiero convencerme de que los tramposos son una minoría, pero me temo que aunque no lo sean todos, en la élite ninguno se ha privado de consumir sustancias “revitalizantes” aunque sea para recuperarse de lesiones en tiempo “récord”.