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La Península Ibérica en el siglo VIII vivía de una agricultura y pesca heredada de sus antepasados y de las herramientas y nuevos cultivos introducidos en el periodo Románico. Se intensificó el cultivo del trigo, la vid y el olivo, así como se expandieron una veintena de productos agrícolas que se convirtieron en la base de la alimentación. El nivel de producción era similar al resto de Europa, incluso superior en el caso del trigo. Existían lugares muy fértiles en los cauces de los ríos más importantes que se consideraban “graneros de Roma”. En las zonas montañosas se parcelaban terrazas y el agua para riego era transportada por distintos mecanismos, fundamentalmente el manual y el animal.
La llegada de la cultura árabe revolucionó pronto la Agricultura de la Península pues, acostumbrados a la sobrevaloración del agua, adaptaron sus conocimientos para preservarla y distribuirla ahora en grandes extensiones donde antes no llegaba. Pero no conformes con lo aprendido, en la Península se desarrollaron nuevas técnicas y se ideó una ingeniería que enriqueció, como en ningún otro lugar del mundo, todo lo relacionado con la Agronomía. Una parte importante de la Alimentación y que llevaba de cabeza a las culturas anteriores, era la sal común. En Al-Ándalus se construyeron una serie de salinas para producirla industrialmente, salinas que los cristianos quisieron conservar intactas a toda costa y que algunas todavía son visibles en la actualidad.
Con las nuevas huertas que se fueron parcelando, los musulmanes comenzaron un proceso de aclimatación de las plantas que fueron trayendo de Oriente, muchas de ellas de la lejana China. Su maestría llegó al punto de cultivar más de 200 especies de vegetales comestibles, muchos de ellos injertos para el nacimiento de nuevas variedades. Por ejemplo, en Villarreal se produjo la primera naranja dulce, fruta que hasta el siglo IX no era comestible por su extremado amargor. Hoy en día los laboratorios valencianos siguen los procedimientos de mejora y cultivo de nuevas variedades, con una experiencia acumulada de más de 1000 años de investigaciones.
Los adelantos introducidos por los musulmanes fueron paulatinos y anónimos la mayor parte. Importaban ideas de sistemas ya operativos en las lejanas Egipto, Siria o la India, pero los mejoraron gracias a las innovaciones de los sabios andalusíes. Sería durante el siglo XI cuando los conocimientos de Agronomía cambiaron para siempre la orografía de la península. Sería en este periodo cuando se sumaron los conocimientos científicos y botánicos para desarrollar una Agricultura rica y diversificada, en unas cantidades desconocidas para la época.
Durante todos estos conocimientos que se iban recopilando, apareció la figura de un sevillano, Ibn al-Awwam (Abu Zakariya´ Yahya b. Muhammad b. Ahmad Ibn al-`Awwam al-Ishbili), redactor del “libro de la Agricultura” por el año 1190, un tratado de valor enciclopédico que se encontró en el Escorial a finales del siglo XVIII. Curiosamente, su traducción impresa en Madrid en 1802, se convertiría en todo un referente sobre Agricultura en Europa, casi seis siglos después. Nos habla del sistema de riego por goteo, sin atribuírsele el mérito cuando se utilizó en el siglo XX, y también nos habló de otros sabios y científicos, como Al-Dinnouri, Al-Fadel Al Andalusí y más de un centenar de maestros también innovadores. Describe más de 400 plantas de especies cultivables y cómo debe organizarse una huerta, cómo usar los fertilizantes para que no decaiga la fortaleza de la tierra y protegerla de las plagas, así como el manejo de los animales, la apicultura y todo lo relacionado con la Agricultura.
¿Y qué propició una mayor producción, variedad y calidad agrícola en Al-Ándalus? Fundamentalmente dos sistemas: una gran extensión regada con acequias y la noria de sangre, que podía suministrar el agua desde su nacimiento en un pozo o manantial, e incluso recogerla de un río, para verterla en la acequia madre para su distribución, de forma mecánica. Todavía podemos observar algunas de estas norias y numerosas acequias subsistiendo en la actualidad. En Al-Ándalus se diseñaron nuevos sistemas de riego muy sofisticados que prosperaron y que no se han vuelto a reproducir hasta 1000 años después. Ibn al-Awwam recomendaba la instalación de alcorques, zonas individuales de riego, un sistema que todavía lo usamos en todas las ciudades españolas y americanas por extensión.
Un cultivo que se mejoró durante esta época andalusí fue el de la uva. Se producía mucha más cantidad de mosto y de vino que en épocas anteriores. De hecho, se exportó a los demás territorios islámicos, a pesar de la prohibición coránica, una prohibición que se saltaba mediante permisos especiales a modo de “premios”, del mismo modo que en el Cristianismo se dispensaban con las bulas. Los arropes estaban tan bien elaborados que todavía existen algunas localidades con vendedores ambulantes cantando “arrop i tallaes” (Comunidad Valenciana), tradición que está casi desaparecida, pero que ha permanecido por más de trece siglos. También se incrementó la producción de uvas pasas, con una calidad extraordinaria. Se ha probado la existencia de numerosas factorías para su producción en masa. Actualmente somos un país exportador a más de 100 países de todo el mundo de productos agrícolas, en gran parte debido a nuestra herencia andalusí, que supo crear grandes excedentes.
Del mismo modo subsiste la tradición de los churros y buñuelos, descritos perfectamente en las crónicas andalusíes centenarias, también elaborados y distribuidos por artesanos y mercaderes ambulantes. En cuanto a los dulces: la miel, la almendra, el azúcar (de remolacha), la harina tostada, también horneada con huevo, protagonizan ricas combinaciones con otros productos. Los musulmanes incrementaron el cultivo del almendro y nos legaron tratados científicos sobre Apicultura.
Todos estos productos se conservaban bastante bien gracias a la miel, pero no así los productos agrícolas frescos. Por eso tuvieron que idear un recipiente que alargara el estado de conservación por más tiempo: la cerámica vidriada y/o esmaltada, que taponaba los poros para crear un efecto de vacío o de muy poca penetración del oxígeno. Crearon las “conservas”, y sus principios básicos siguen usándose en numerosos pueblos y aldeas de la Península Ibérica. Si a los recipientes mejorados sumamos productos conservantes, como el vinagre o incluso el jugo de cítricos como el limón, tenemos que la salud en Al-Ándalus era incluso superior a tiempos más recientes de la Historia. De hecho, el limón desinfectante, propició los largos viajes a América, cuando el escorbuto y otras enfermedades hacían estragos en otras expediciones sin esta herencia científica y alimentaria andalusí.
En el vocabulario castellano casi el 30 % de las palabras derivadas de la Agricultura tienen origen andalusí. En las lenguas levantinas de Valencia, Cataluña y Baleares este porcentaje es incluso mayor, de hecho, casi la mitad de los nombres de productos y cultivos andalusíes provienen del antiguo Reino de valencia, donde se aclimataron numerosos nuevos cultivos, como los cítricos (taronja y llimó), la berenjena (albarjina), arroz (arrós), alcachofa (carxofa), distintas variedades de zanahorias (safanoria), judías y pimientos con numerosas variedades (fresols y bajoques), más un largo etc. De la Agronomía se siguen utilizando numerosos vocablos, como acequia y noria, fundamentales para la construcción de un increíble vergel que, desde el siglo XI hasta el XIV, se convirtió Al-Ándalus para deleite de los andalusíes.
En cuanto a los lugares de ensayo para la aclimatación de especies, se sabe que al menos en Sevilla y Toledo existieron jardines botánicos. Pero algunos jardines que formaron parte de palacios han llegado a nosotros para estudiar su principal configuración. En el Jardín de la Acequia en la Alhambra de Granada se encuentra el jardín palaciego más antiguo del mundo, con casi 8 siglos de antigüedad. En los tratados andalusíes se describen nuevas plantas y flores. Por ejemplo, se describe a la perfección una flor de tulipán y cómo se consiguió, siglos antes de que un holandés del siglo XVII se atribuyese esta nueva especie (seguramente se hizo con algún tratado que los judíos o moriscos llevaron consigo a Ámsterdam tras sus expulsiones).
Los cristianos destruimos todo lo referente al Islam con la Reconquista. Higiene, lectura, Ciencia, Arquitectura, todo lo que un musulmán representaba era “infiel” y por ende negativo. Prácticamente se eliminó todo el legado, pero la Agricultura y su metodología perduraron hasta el XVII al menos. Se pudo destruir o sustituir la Arquitectura, se prohibieron ciertas prácticas de medicina, y estaba mal visto saber leer y lavarse, porque eran signos claros de ser o simpatizar con lo musulmán, pero todo lo referente a la Agronomía era insustituible. Por ejemplo, el Corán obligaba a mantener fuentes, servicios y lavaderos públicos en todas las localidades, algo presente en toda España y Portugal hasta el último tercio del siglo XX. El por qué las autoridades las suprimieron paradójicamente cuando es un servicio público necesario, y que nadie pidió su cierre, es una incógnita que nunca entenderé. Las autoridades prefieren ver defecar y orinar en las calles antes que mantener un servicio básico para la higiene. Lo más chocante es que pueden sancionar al transeúnte por ello.
Los políticos (al margen de sus religiones) siguen eliminando un legado muy positivo para el colectivo, como fue el andalusí. El andalusí valoró el agua como un bien otorgado por Dios (Alá) para los hombres, es un bien que no tiene precio. En cambio, los políticos de la etapa demócrata española si le ponen precio, el precio más caro de toda la Historia. En el siglo XIX intentamos recuperar el legado andalusí en cuanto a la ciencia aplicada a la Agricultura y con acierto recuperamos lo perdido. Pero no hemos conseguido que las autoridades respeten el agua: negando trasvases importantes a zonas más áridas y negando el agua a los ciudadanos, encareciéndola como nunca, como si no fuese un bien común y tuviese propiedad exclusiva de ellos.
Bien estaría que también recuperáramos las costumbres que tenían sobre la higiene y lo “público”, que no debe tener un dueño, como es la Sanidad en general. Recuperemos los lavabos y retretes públicos, fuentes de agua potable donde beber, hospitalidad, y menos sanciones por cualquier cosa que se supone “prohibida”, con la única meta de privarnos de libertad. Lo privado abarca ya los bienes de primera necesidad, como son el agua y la energía, convirtiéndolos en productos de lujo. Debemos conseguir que se mantengan sus precios para que sean asequibles a todo el mundo. Conservemos lo tradicional que sea útil y demostrado con siglos de experiencia, y eliminemos las imposiciones negativas, esas interesadas para el lucro de unos cuantos.
También Al-Ándalus posee un rico legado jurídico. En lo referente a la Agricultura, tenemos el ejemplo de Valencia, con el Tribunal de le Aigües, tan antiguo y justo como la misma cultura andalusí. En este tribunal se mediaba sobre la distribución del agua y en los pleitos que se suscitaban entre los propietarios o arrendadores y arrendatarios de las tierras. Podéis leer algo sobre este tribunal en este post que publiqué no hace muchas fechas (clica aquí).