Una de las mayores estructuras orgánicas del planeta, la Gran Barrera de Coral, se muere, según indicaciones de los científicos y fundaciones medioambientales. El mal se le achaca a la subida de temperatura de los océanos, debido al calentamiento global, que fuerza la migración de algas y animales acuáticos hacia otros lugares más apropiados para sus desarrollos, abandonando su hábitat natural, motivo por el cual se ha comprobado que es ya más de 2/3 la superficie que se observa blanca desde el aire, señal inequívoca de que el coral, sin ese ecosistema multicolor que produce su sustento, está agonizando.
La Gran Barrera de Coral se encuentra en Oceanía, la mayor parte en Australia y tiene una superficie de 344.000 km2. Para hacernos una idea, la extensión de España es de casi 506.000 Km2, así que debemos imaginar un coral que, reunido, tiene una superficie igual a todo nuestro territorio si le restáramos las comunidades de Andalucía, Murcia, Valencia, Cataluña y las Islas, vamos, una extensión igual o superior a la mayoría de países europeos. En el año 1981 sería declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su valor medioambiental, una de las primeras zonas del mundo en recibir dicho reconocimiento. Su longitud de más de 2.600 kms puede verse desde el espacio, por eso la alarmante llamada de todos los pilotos que sobrevuelan su espacio y notan la rápida degradación de color en los últimos años.
La amenaza contra estos arrecifes naturales no vienen sólo causados por el cambio climático, además debemos sumar la contaminación severa que le llega desde todos lados del planeta, siguiendo las corrientes oceánicas, la pesca indiscriminada de las especies de todo tipo que alimentan y se alimentan en dicho ecosistema, e incluso la proliferación de especies degradadoras del coral, como la estrella de mar de la familia corona de espinas, que cada vez tiene menos enemigos naturales. Parece que el coral de esta zona tiene los días contados y buscar una solución para un organismo que se ha formado tras una construcción de miles de años es prácticamente imposible.
Tortugas marinas, más de 30 especies de cetáceos y delfines, cocodrilos de agua salada, más de 200 especies de aves, más de 2.200 especies vegetales, más de 30 especies de reptiles acuáticos y una incontable cantidad de peces, moluscos y otros organismos dependen de este minúsculo ser que ha ido construyendo, con paciencia milenaria, un hogar que incluso ha configurado las corrientes oceánicas, esas mismas que ahora vienen más cálidas que de costumbre y que la está matando. Australia ha prometido destinar más de 600 millones de dólares para salvarla, esperemos que el dinero venido de todas partes del globo curen la enfermedad de este “ser” de extremado valor natural.