El ejemplo más práctico de comprobar que la IA hace ya tiempo que vive con nosotros, es “jugando” con el Chat GPT (Transformador Preentrenado Generativo), donde se puede “conversar” con una Inteligencia Artificial de forma profunda, compleja, con respuestas “equivalentes” y, la mayoría de veces, superiores en velocidad y “creatividad” que con seres humanos de carne y hueso.
Si os digo que este famoso chat cambiará el mundo de nuestro tiempo tal y como lo conocemos, que modificará el mundo científico, nuestra tecnología en toda su dimensión, y comenzará una nueva era de comunicaciones, y hasta de un cambio de nuestras relaciones sociales, quizás os parezca exagerado, pero tras leer lo que os cuente a continuación, comprobaréis que quizás me he quedado corto. Google, Youtube, Instagram, Whatshapp, etc., todas las herramientas que usamos para buscar y comunicarnos por Internet, tendrán que modificar y actualizarse o, sencillamente, desaparecerán, porque más pronto que tarde todos “buscaremos” a nuestro “agente IA”, el amigo ideal que nos “represente”, así que los usuarios daremos un “golpe de estado” que nos proporcionará la libertad que nos usurparon las grandes corporaciones e incluso nuestros dirigentes a la hora de “controlar” nuestras vidas por Internet. Paralelamente sus repercusiones pasarán a la realidad, configurando un nuevo mundo.
Pero antes de entrar en las consecuencias, os cuento el nacimiento de este Chat GPT, cuya base comenzó en 2018, hace menos de un lustro, y por “gente” conocida, paradójicamente los mismos creadores de la actual tecnología, los que fomentaron en un primer momento, hace más de dos décadas, la “libertad digital”, convirtiéndose ellos en los más ricos del mundo. ¿Lo realizan conscientes de que revolucionan lo establecido? Sin duda, porque estos creativos siempre vendieron sus productos a terceros a precios desorbitados, sabedores de que son capaces de mejorar lo anterior. Aprovechan las leyes Copy Right, con las que nunca estaré de acuerdo, para sacar un doble rendimiento. Pero esta cuestión será comentada en otro post, donde analizo y denuncio la mala práctica que llevamos soportando durante un siglo de Derechos de Autor.
Para la construcción de imágenes disponemos de Dall-e, otro programa IA. La base del Chat GPT se creó por la compañía de Inteligencia Artificial OpenAI, fundada a finales del año 2015. Todos conocemos la primeras imágenes “trucadas” por la IA con personajes conocidos mundialmente, y también música creada totalmente por una IA que triunfa en las plataformas más conocidas. Además muchos creativos ya usan una IA para crear textos completos, haciéndose pasar el creativo como su autor. Pero esto no es más que el principio. En Inglaterra se usó una IA para suplantar la imagen de un usuario en una famosa entidad bancaria, con tal éxito, que pasó la seguridad y se abrió su caja. Imaginar el límite al que puede llegar la IA hasta que se regule (adecuadamente) su uso, ya da de por sí miedo, en todos los campos del saber y de las comunicaciones, con repercusiones que ni la Ciencia Ficción propuso.
Cuando un colectivo choca con ignorancia frente a un dilema, la opción siempre fue la prohibición. Es la opción elegida por las autoridades italianas, por ejemplo, cuando afrontaron los primeros ejercicios con el chat GPT de los usuarios en dicho país. Hace unas semanas sencillamente bloquearon los chatbots, aunque los usuarios están encontrando mecanismos para no privarse de dicha tecnología, por ejemplo, inscribirse en chatbots de pago (GPT-4). Fueron los italianos, a través de la figura del músico Verdi, quienes actualizaron la normativa de los Derechos de Autor, casi al nivel actual. Claro, con la ayuda de la IA y registrar una obra a tu nombre sin haberla creado realmente, echa por tierra todos los fundamentos por los que se redactaron. Así que precisamente son los italianos en “prevenir antes de curar”, aún a riesgo de quedarse retrasados con esta tecnología con respecto a los demás países.
La revolución IA se nota sobre todo en los altos niveles empresariales, es decir, surgió una lucha feroz por controlar los desarrollos, sobre todo por el control de OpenAI, la principal empresa desarrolladora. Detrás de esta marca tenemos a Elon Musk, Sam Altman, Ilya Sutskever, Greg Brockman, Wojciech Zaremba y Andrej Karpathy. Fueron los fundadores. Nombres que a todos los que conocen el mundillo tecnológico les suena y mucho, pero que Microsoft consiga el 49 % de las acciones, y que se muevan ya millones de usuarios (10 millones diarios en el primer mes) y dólares en los últimos dos años, da cuenta de la importancia superlativa de la cuestión.
La IA ya se está aplicando en la Industria Armamentística, Literatura, Arte Pictórico y Plásticas en general, Música, Diseño, Medicina, prácticamente ningún sector quedará al margen de estas herramientas IA, con los subsiguientes despidos laborales que esto conlleva. No tiene nada que ver con las películas y relatos de Ciencia Ficción que nos legaron los autores del siglo XX. Va más allá de aquella imaginación, y los estudiosos del tema están más que preocupados por las repercusiones. No será necesario aprender idiomas o saber matemáticas por ejemplo. Se puede pedir a la IA que nos desarrolle algoritmos y que nos redacte un texto en perfecto chino para competir en ese mercado con los productos, otro ejemplo. Entrenar a la IA para que además traduzca en perfecto chino lo que decimos y escuchamos, sumado a la velocidad 5G, nos creará un traductor simultáneo sin precedentes y que en poco tiempo roce la perfección.
La Industria del Papel, de la Música (el monopolio de las discográficas), la sustitución de empleados de carne y hueso por terminales de ordenador y programas, y un sinfín de daños colaterales fueron los principales afectados por la revolución de la Informática y más tarde Internet. Pero la revolución que vamos a experimentar será todavía más profunda con la IA aplicada a nuestras vidas. Por lo pronto, los trabajos realizados con IA no podrán medirse con los Derechos de Autor convencionales, la autoría se encuentra en un limbo jurídico que se debe reglamentar todavía, y eso nos llevará a una nueva piratería que echará por tierra lo conocido. Supongo que gozaremos de una inmensa “ola de creatividad”, pues ya no estaremos sujetos a la política retrógrada de patentes, la que ha propiciado el monopolio industrial que sufrimos por parte de las grandes corporaciones y gobiernos cómplices. Pero ya veremos cuánto tiempo dura.
Desde las propias empresas desarrolladoras de IA intentan “restringir” la accesibilidad al criterio de respuestas. Existe una lista de “palabras prohibidas” a las que dichas empresas entrenan sus IA para evitar la “progresión libre”. Intentan que sus chatbots no inciten a la violencia ni a cometer delitos de cualquier índole. Por ejemplo, en las plataformas de diseño de imágenes con IA, palabras como culo, tetas y otras zonas erógenas están restringidas, pero no quita en un futuro cercano, que el “photoshop” con IA tenga palabras clave que esquiven las convencionales restringidas. Todo es cuestión de buscar los resquicios, tal y como se hace para esquivar las leyes ambiguas.
La IA se basa en el entrenamiento y la mejora constantes, de modo que los límites son infinitos. Si le preguntamos al chatbot de Microsoft quién limita sus respuestas, quién ha programado sus parámetros para considerar una opinión o concepto como “ilegal o prohibido”, te responderá con frases grandilocuentes sobre la Ley. Ni siquiera te dirá qué autoridad gubernamental legisla, ni mucho menos quiénes son los que programaron sus restricciones. Sencillamente usará de su retórica para contestar lo políticamente correcto. ¿Pero durante cuánto tiempo seguirá la IA frenando su propia opinión? Se avecina un mundo fascinante, como diría Spok.