Germán Aracil Boronat ha expuesto en la galería de arte Ming de la moderna ciudad china de Suzhou junto a doce pintores españoles, cuya técnica al pastel dominan a la perfección. Hasta el 21 de abril Germán ha exhibido también varias obras en la galería de arte Bernesga, sita en la ciudad de León, lugar donde ya lo conocen y admiran como representante del arte pictórico levantino, por exponer obras en años pasados. Sus continuadas invitaciones a exponer por toda Europa (incluida Rusia), Asia y América le valen sobradamente para calificarlo como Pintor Universal, pero estamos acostumbrados a relacionar dicho título con figuras consagradas y que aparecen como Grandes Maestros de la Pintura nacidos y fallecidos en siglos y épocas pasadas.
La misión del artista es transmitir al público su mensaje, sus inquietudes, su visión del mundo, así lo intenta el músico, el actor, el escritor, el escultor, etc., y el pintor, que plasma a su manera un arte que a los demás nos parece único, despertando nuestro interés y admiración. Pero lo que diferencia a un artista de otro es la capacidad y el talento por despertar emociones. Eso diferencia a Germán Aracil de otros artistas: despierta grandes emociones y a nadie deja indiferente. No es sólo el “hiperrealismo” (realismo prefiere decir el artista) de sus obras, la sublime luz que parece salir de la escena, la plasticidad de sus personajes, más bien diría que su conjunto “emociona” como cuando observamos la foto de un ser querido en ese momento dado y exclusivo cuando debe emocionarnos, transmite humanidad como si la Obra nos hablara.
Tengo la suerte de conocer a este Gran Maestro. Nos conocemos desde niños y, mientras el resto de amigos lo pasábamos dando patadas al balón, Germán dibujaba en su gran mesa de dibujo, creando mundos en forma de viñetas o proyectando grandes obras. Ya en su infancia le reconocíamos un don incomprensible para nosotros. Pero no es suficiente un don y un talento innato para el dibujo, como tampoco lo es para ninguna profesión artística. Se necesita de voluntad y de mucho trabajo, de caer y levantarse, de dudar de lo que se hace y de sentirse orgulloso de las creaciones. Al fin, tras muchas pruebas y fracasos, se encuentra el estilo que te define como artista, el sello personal con el que te darás a conocer al mundo, y Germán encontró su estilo con la técnica del pastel elevada a su máxima expresión.
Germán Aracil es un alcoyano nacido en el año 1965. Probablemente muchos expertos lo incluyen en la ambigua “Escuela Levantina” de pintores, ya que cursó estudios en la prestigiosa Escuela de San Carlos de Valencia, pero prefiero decir siempre que pertenece a la “Escuela Alcoyana”, una escuela sin maestrías (Artes y Oficios unos años), sin sede física, pero que ha dado al mundo magníficos pintores al menos desde el siglo XVIII. Cada año que ha transcurrido desde hace más de dos siglos me ha parecido que la Pintura Alcoyana progresaba y evolucionaba con los tiempos, influida por las corrientes artísticas, hasta que en el siglo XX surgieron numerosos artistas alcoyanos en todos los estilos vanguardistas. Pero Germán perfeccionaba su estilo propio, iba evolucionando con la única meta de emocionarse y emocionar a los demás con magistrales retratos de una viveza única, llegando a una maestría conmovedora. Es lógico que esté influenciado por grandes maestros del pasado, pero ha sabido crear algo nuevo y único. Quizás esté condicionado por mi relación personal con el artista pero, debemos ser sinceros, ningún crítico juzga cien por cien una técnica, sino que intenta ser objetivo dentro de su subjetividad, realzando las virtudes y buscando fallos. Eso he intentado, ser objetivo, y cuando una Obra transciende más allá de fronteras y no necesita de traducciones ni de más explicaciones que su mera exposición, debe considerarse Universal. Os recomiendo que sigáis la Obra de Germán, capaz de emocionar y conmover como pocas.
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