Los aficionados a las teorías de conspiración han dado un salto de asombro cuando se ha anunciado la noticia de que la todopoderosa multinacional del sector agroquímico y biotecnológico Monsanto ha sido declarada culpable, en un Tribunal de San Francisco, por negligencia al no informar debidamente a los usuarios en la manipulación de uno de sus productos, concretamente un herbicida, causante de numerosos casos de cáncer. La denuncia la emitió un trabajador de jardinería, Dewayne Johnson, que está sufriendo un cáncer terminal por usar dichos pesticidas, y el Tribunal ha establecido una compensación económica de 253 millones de euros (289 millones de dólares), un precedente que cuestiona ahora la durabilidad de dicha marca, ya que son centenares las denuncias que se apilan por idénticas cuestiones sanitarias.
Pero si no se ha estado al corriente de las actividades económicas y bursátiles a nivel internacional, desde el 6 junio del 2018, Monsanto pasó a ser una Compañía de la Multinacional Bayer, es decir, que ya no es una empresa Norteamericana, dando rienda suelta o anulando el veto del Gobierno que impedía cualquier proceso legal negativo para los intereses de la hasta ahora intocable empresa estadounidense con sede en San Luis. Curiosamente se ha esperado justo dos meses, que es el plazo de “absorción” de activos y de elementos físicos y jurídicos, pactados por ambas partes. Al nuevo director de Cosecha de Ciencia, Liam Condon, que se hará cargo de la división, le ha caído una buena, y tendrá que preparar, si no los tiene preparados ya, un ejército de abogados.
Cuando se revisa minuciosamente el proceso y la sentencia emitida por la Jueza Suzanne Ramos Bolanos, a cargo del caso, no existe duda de que todo esto ha sido una maniobra política (quizás de venganza por la propia clase judicial) y que nada tiene que ver con que “a un hombre se le haya compensado por unos daños”. En primer lugar, la OMS califica el glifosato como “posible cancerígeno”, sin asegurar con rotundidad el hecho, no hallando la Bayer en este elemento nada peligroso en sus pruebas de laboratorio, cuando elaboró su informe sobre el Roundup y Ranger Pro, que contienen dicha sustancia. El caso que nos ocupa se basó en estudios realizados en el año 2015 y, durante cuatro semanas, el Jurado escuchó el testimonio de decenas de médicos, epidemiólogos y otros especialistas, enfrentando las opiniones y sin esclarecer si dicho compuesto produce cáncer o no. Al fin, se repite lo de las últimas décadas, donde existe duda razonable y no se culpa a nadie. Pero esta vez el veredicto ha cambiado, y no el glifosato es la causa del cambio, ni nuevas aportaciones científicas, sino que la empresa acusada es ahora alemana y no estadounidense.
Se ha relacionado a Monsanto con todo tipo de confabulaciones para dominar el mundo. Se ha relacionado a esta empresa fundada en 1901 con los Rodschild, Rockefeller y otros potentados poderosos, incluso con sociedades secretas de muy distinta índole. Monsanto nació para competir precisamente con los alemanes en la elaboración de sacarina, hasta entonces únicos productores. Han tenido que esperar más de un siglo para vengarse los de Leverkusen, hasta que por fin han conseguido engullir al rival comercial. La Bayer está muy segura de que los productos analizados en este proceso no provocan cáncer (ni siquiera la OMS está segura de nada) y recurrirá la sentencia. Tienen recursos para soportar otros 5.000 juicios (más a menos las denuncias que hay a trámite). En mi opinión, la Bayer suprimirá pronto la marca “Monsanto”, y cuando eso ocurra, miles de personas morirán convencidas de que no se ha hecho justicia y que siempre gana el poderoso. Eso si, con este precedente judicial, se ha abierto una gran ventana a la esperanza, ya que si pierde la apelación esta gran Compañía, supondrá una esperada compensación también para todos estos denunciantes que no han podido llegar vivos hasta nuestros días o que les queda poco.
Donde todos ven “Justicia por fin”, yo veo una total corrupción del sistema estadounidense. Está claro que de ser Monsanto todavía una empresa del país, este jardinero no habría obtenido ninguna compensación por los daños sufridos, aplicando la regla: “el fin justifica los medios” en lo que corresponde a la base económica de la potencia mundial: el comercio. Monsanto da trabajo al menos a 25.500 personas, y eso ha estado siempre por delante, para los políticos, que unos centenares de afectados. Cuando ha pasado a manos de extranjeros, entonces es cuando se ha puesto a rodar el verdadero sistema judicial americano. Los jueces ya no han recibido “notitas” ni “llamadas” desde Washington D. C. Nuestro mundo progresa, pero el proceso destructivo funciona a mayor velocidad que el constructivo.