A menos de 2 kms de la ciudad de Villena, en la provincia de Alicante, Comunidad Valenciana, se puede ver una loma que se ha bautizado como el Cabezo Redondo, lugar que guarda uno de los yacimientos arqueológicos más interesantes de la Península Ibérica, pues se trata de unos restos de la Edad del Broce, uno de los primeros asentamientos urbanos conocidos, en una época muy poco conocida en nuestro suelo, más que los numerosos objetos exhibidos o guardados en los museos que, hasta hace pocos años, no tenían un “origen espacial” clarificado, pues se trata de piezas que nutrían el comercio de las antiquísimas rutas de caminos. Uno de esos puntos de obligado paso entre el Mediterráneo y la Meseta fue sin duda el Valle de Benejama y el enclave de la actual ciudad de Villena, cuando se trazaron caminos tan importantes en todas las épocas: Vía Augusta, el camino romano entre Valencia y Cartago Nova, el Camino de Aníbal, la calzada árabe, el Camino viejo de Granada, el Camino de los valencianos y el Camino de Madrid, hasta la actual Autovía y vía férrea.
A mediados del siglo XX, exactamente en 1964, apareció el famoso Tesoro de Villena, una fabulosa colección de piezas lujosas de oro, plata, hierro y ámbar, que suman un total de 59 y con un peso total de casi 10 kgs. La forma de elaborar dichas piezas, de un refinamiento asombroso, hacían dudar a los más escépticos por su exacta datación, entonces calculado a finales del siglo XI a. de C., en el Bronce Tardío, por la aparición de piezas muy bien trabajadas de hierro, siendo las piezas fabricadas con este material más antiguas de la Península Ibérica. Pero resulta que el descubrimiento de dicho tesoro no fue un hecho “afortunado” y aislado en la zona, ya que a menos de 5 kms del hallazgo, el arqueólogo José María Soler llevaba un lustro excavando y sacando a la luz otros “tesorillos” con piezas similares en el llamado Cabeza Redondo, hecho que podría alejar más en el tiempo el Tesoro en si, a resultas de los nuevos elementos descubiertos y de dataciones más exactas.
Poco a poco J. M. Soler fue sacando a la luz una ciudad situada sobre toda la loma que configura el Cabezo Redondo. Aunque ya en 1870 se efectuó un primer trabajo de observación por Juan Vilanova, sería Soler quien excavó con método científico el lugar. Desde los inicios de las excavaciones se tiene claro que dejó de habitarse sobre el año 1300 a. de C. Este arqueólogo encontró en 1963 el llamado “Tesorillo del Cabezo Redondo”, 35 piezas más pequeñas elaboradas en oro, curiosamente como un “complemento” al hallado un año después y a 5 kms de distancia, el famoso tesoro que sería donado pieza a pieza por los vecinos de Villena que en un principio lo recogieron del lugar del descubrimiento.
Año tras año se han ido esclareciendo muchas incógnitas sobre el Cabezo Redondo. ¿Qué cultura tan avanzada usaba telares verticales, edificaba con tanta maestría y elaboraba en gran cantidad objetos de todo tipo y materiales hace más de tres mil años? ¿Era una Capital de la Antigüedad ibérica, un centro comercial y artesano? ¿Cuánto tiempo habitaron el lugar y porqué lo abandonaron? El descubrimiento de numerosos enterramientos resultan cruciales para el estudio antropológico, pero el entorno tan bien conservado de numerosas áreas, ayudan a un estudio bastante exacto para reconstruir su pasado. El hallazgo reciente de un tronco que servía de pilar en una de las construcciones, ha retrasado en el tiempo en casi dos siglos lo que otras pruebas demostraban. Dicho pilar se ha datado con el carbono 14 remontándonos hasta 3550 años atrás. En términos generales, se sostiene que el poblado estuvo habitado al menos desde el 1765 a. de C. hasta más o menos 1276 a. de C., no más de un periodo de cuatro siglos y medio, extendiendo temporalmente lo que se conocía como Bronce Tardío.
La gran cantidad de objetos elaborados con técnicas y estilos similares que se han ido hallando en este siglo, más los difícilmente catalogados en numerosos museos de la Península, han ido configurando la Cultura Argárica, situando en el Cabezo Redondo una de sus mayores expresiones. Cronológicamente son los antepasados de las tribus o reinos íberos que encontraron los primeros navegantes fenicios allá por el siglo IX a. de C. ¿Fueron los tartésicos los que destruyeron la cultura argárica o convivieron en paz, siendo otros pueblos los que obligaron a abandonar el Cabezo Redondo? ¿O se abandonaron ante otra corriente comercial, quizás grandes asentamientos y colonias emergentes de la Costa? Los pobladores de dicho centro comercial y artesano quizás se vieron afectados por alguna catástrofe natural, por ejemplo el agotamiento del manantial de agua dulce localizado en una de las laderas, o una posible desviación del cauce del río. Quizás se vieron amenazados por fuerzas militares muy superiores y consideraron que sus muros no eran suficientemente sólidos. Se abandonó sin violencia, eso parece más que probado.
Aunque se ha avanzado mucho en el conocimiento, en todos los sentidos, del lugar y sus pobladores, todavía es pronto para mantener hipótesis con total seguridad. Existen 30 departamentos con excavaciones, pero el área todavía esconde más zonas localizadas y que todavía no se han estudiado. Se espera hasta agotar y reconstruir las que se estudian en la actualidad para abrir nuevas zonas. Es un yacimiento arqueológico de primer nivel mundial para el conocimiento de esa difícil e insólita época en la Europa Occidental, cuando hasta ahora se pensaba que en dichos años, éramos algo así como “trogloditas en espera de las influencias culturales de Oriente”. Ni estábamos tan retrasados como se pensaba, ni fueron los romanos los primeros en “inventar” una cultura en Occidente. Tartesos y los nuevos descubrimientos, puede retrasar en muchos siglos la aparición de la escritura en la Península Ibérica. También la Cultura del Argar o Argárica nos puede reservar algunas sorpresas a este respecto, ya que estaban organizados perfectamente y su tecnología estaba muy avanzada, de modo que no sería nada sorpresivo que desarrollaran la escritura, aunque de momento, como en Tartesos, sólo se han hallado símbolos aislados que estrictamente se pueden considerar como ornamentos. Veremos lo que nos depararán los arqueólogos en los años venideros.