Desde hace más o menos una década se puso de moda el fenómeno del “tardeo” por las ciudades españolas como alternativa a “la marcha”, típica de viernes y sábados por la noche de toda la vida, que los españoles de todas las edades elegimos para divertirnos con los amigos. Un cambio de hábito obligado por las circunstancias de nuestra historia reciente. En Alicante por ejemplo, el «tardeo» se ha convertido ya en tradición, teniéndose como pioneros de esta práctica. En la capital de la Costa Blanca la calle Castaños y los alrededores del Mercado Central son los lugares ya típicos para «quedar».

Cenar, ir al cine o de copas, para terminar bailando en alguna sala hasta la madrugada, parece que tiene los días contados, o se ha convertido en una opción “retro” para los más jóvenes, opción que siguen eligiendo los residentes foráneos y turistas. Pero hoy en día los españoles prefieren la alternativa del “tardeo”. Es una de las costumbres “europeas” que hemos adoptado.

Por supuesto, cada ciudad española se adjudica la autoría del “tardeo”. Las zonas típicas de terrazas más concurridas de cada localidad os dirán que fueron las primeras en adoptar la costumbre. Pero antes de nada debemos saber que el “tardeo” no incluye la comida, como suelen pensar muchos. Aunque puede iniciarse con la comida, el “tardeo” comienza a la hora del café/té y termina justo antes de cenar, así que tampoco incluye ésta. De manera que el “tardeo” puede resultar de lo más económico, pues con un par de consumiciones echamos unas horas entretenidas con los amigos. De hecho, el tardeo en sus inicios sustituyó al «botellón» de los años 1990s por los jóvenes que sufrimos la «desubicación» por parte de autoridades y padres. Ya en este siglo el botellón estaba catalogado como el demonio. Fue otra contradicción más: no nos querían en casa, y en los bares los precios se pusieron por las nubes. Pero tampoco nos querían en zonas públicas, comprando y consumiendo en plan casero. Por otro lado, los que ya nos hacíamos mayores, como que el botellón se tornó cutre.

Sin duda, la costumbre viene de Europa porque allí empezaron los precios de las consumiciones y del ocio nocturno a dispararse como si no hubiese un mañana y, como las autoridades políticas no quieren “compartir”, es decir, no quieren destinar servicios, seguridad e infraestructuras para el ocio, más que para las que ellos elijan, poco a poco fueron dificultando, mediante sanciones e impuestos, las actividades a los locales nocturnos tradicionales. De manera que una consumición se hizo inalcanzable para cualquier bolsillo. Hace unos años, cuando en España una caña costaba 50/80 cts, en los países nórdicos, por ejemplo Noruega o Suecia, ya costaba 8/10 euros. En España ya ronda los 5 euros de media la cerveza en un local nocturno. Y ese precio “turístico” es el que ha hundido el ocio, y encarecido el precio al consumo en general. Eso significa “ser europeo”: ser turista en tu propio país. Siempre me ha hecho mucha gracia que nos comparemos con los países nórdicos, cuando allá sólo se sale a la calle un par de meses al año.

Los españoles hemos sufrido dicha “europeización” con más o menos buen humor, y los más “coherentes” optamos por esta atractiva opción del tardeo, para pasar la borrachera y el baile en casa de alguno de nosotros. Por eso, desde hace años, se escucha la música muy alta en las viviendas particulares de todas las ciudades, hasta la madrugada, y si la Autoridad se ha ahorrado seguridad en zonas de ocio (por cierre forzoso de éstas), deben acudir patrullas a decenas de denuncias por música alta. Porque hasta ahora, la Autoridad no puede gobernarnos dentro de nuestra casa. Hasta ahora no, perdón, más bien hasta que llegó el COVID-19.

El “tardeo” es otra alternativa, llamemos “consecuencia” que estamos pagando por las mentiras de los políticos. Esta “inquisición” moderna que sufrimos disfrazada de Democracia y Libertad, nos ha estado subyugando hasta querer huir de la calle, a sentirnos incómodos en ella a base de prohibiciones e inseguridad: no poder beber, fumar, dar de comer a animales, ni una larga lista a sumar, sobre todo desde las fechas del COVID-19 y que se han mantenido. Los españoles, que hemos hecho la vida en la calle toda la vida, nos vemos recluidos en nuestras casas para ser europeos y socialdemócratas. Vivimos en un estado de terror en la práctica y estamos siendo gobernados por terroristas, que censuran las críticas, sin admitir los errores, medida que toman todos los regímenes totalitarios. No redactan leyes para proteger las costumbres ciudadanas, sino que trabajan para destruirlas e instaurar las suyas propias, sean de buen o mal gusto.

¿Cómo podrán obligar a los españoles a pasar el tardeo en las casas particulares? Porque está claro que esta alternativa de ocio no es tolerable para la clase política, ya que incita a la reunión. La paranoia de la clase dirigente identifica la diversión en masa con la “reunión política”, algo que solamente ocurre en las mentes calenturientas de esta clase dominante. Los locales que se están adaptando al tardeo ya están sufriendo las consecuencias municipales pertinentes, a modo de nuevas cargas fiscales. Están estudiando como gravar más por ofrecer tapas, coctelería, cachimbas de 0 emisiones, música en directo, etc., con la intención de prohibir y/o recaudar más. Con ello conseguirán lo de siempre: dificultar la existencia de los más vulnerables y ocasionar el cierre. De momento sufren un acoso por la Autoridad que no debería tener cabida. ¡Viva el tardeo!

César Metonio

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