Gutemberg no fue un «iluminado» al que se le apareció la Virgen para inventar la imprenta, allá por el año 1440. Existía ya un método para estampar con tinta imágenes y hasta textos, tantas veces como la resistencia del soporte (madera normalmente) permitiera, desde el siglo IV a. de C. en la Roma Antigua. Se solía imprimir sobre papiro. Antes incluso que en Roma, se cree que el Disco Festo, encontrado en Creta y datado en la edad del Bronce, pudo ser un disco para imprimir sellos.
Los chinos y coreanos, a partir del siglo XI, construyeron artilugios similares a imprentas de tipo móvil con cerámica porcelana. La versión coreana fue bastante sofisticada, pero no evolucionó demasiado por falta de interés por esta tecnología, que encontraba muchos errores técnicos y no demasiada utilidad. En corea se construyó en metal (principios siglo XIII), una herramienta que si parecía convencer, pues resultaba más duradera, aunque fue difícil darle a la tinta una viscosidad idónea. Por la misma época, entre los siglos XIII y XIV, ingenieros alemanes, ingleses e italianos principalmente, también crearon precursoras de imprentas con tipos móviles y en metal, pero no sería hasta Gutemberg que se diera con una máquina convincente.
Con la tecnología que se forjaba en aquellos momentos “renacentistas” por toda Europa, políticamente, el Imperio Aragonés y Castellano, serían quienes “explotaron” dichos avances más modernos en su provecho. Italia, con las grandes islas de Cerdeña y Sicilia, pertenecía gran parte a Aragón y otra parte a Roma y varias provincias adyacentes a ésta, dominados por el Estado Pontificio (con papas valencianos a la cabeza en numerosas etapas). El próspero Ducado de Milán y la Borgoña también perteneció a familias españolas. Partes del sureste francés, como el Rosellón, estaban en manos de aragoneses del Condado de Barcelona. Flandes (Holanda, Bélgica y Luxemburgo) y otras provincias de Francia y Centroeuropa, serían dominios de Juana de Castilla, luego heredados por su hijo, el emperador Carlos I.
En los inicios de la imprenta, los españoles de ambos imperios encargaban incunables y estampas a los primeros talleres, que luego serían los más reputados de los siglos XV y XVI, gracias a dichas financiaciones, primeros talleres instalados en Alemania, Flandes e Italia. Tres décadas después de los primeros talleres para la impresión sobre papel, se instalaron en España, siendo en Valencia impresos los primeros incunables completos de la Península: La Biblia Valenciana y la primera obra literaria dedicada a la Virgen María, ambos en la segunda mitad de la década de 1470, escritos en lengua valenciana.
En efecto, en aquellos inicios de la imprenta, todos los motivos eran religiosos, y desde España se ordenaba que fuesen de lo más ortodoxos posible con la Iglesia Católica Apostólica y Romana. La Reforma y otros movimientos religiosos, se sirvieron de estampas y libretos reducidos de tamaño para expandir su propaganda. Los dirigentes españoles de las distintas épocas, y en dichas provincias del Imperio, devolvían los ataques a la fe católica con un bombardeo de estampas religiosas, casi siempre prometiendo el Cielo, aunque a veces, el Infierno para el infiel. Fue la “primera guerra propagandística (con soporte papel) de la Historia”. A pesar de la ingente cantidad de cuartillas repartidas por toda Europa, no se ha encontrado gran cosa de esos finales del siglo XV.
El papel se degrada y arde con facilidad, aunque algunos ejemplos de imágenes han quedado formando parte de ilustraciones de libros incunables. Curiosamente, la mayor parte de la producción de uno y del otro lado, acababa pasto de las llamas, como la misma Biblia Valenciana que, a pesar de ser una publicación exitosa y venerada hasta en la Sorbona, sería condenada a la hoguera, salvándose un único ejemplar conocido en Suecia. Pero también éste sufrió un incendio, quedando solamente una página que se guarda ahora en un museo de Nueva York. Resulta una gran paradoja que la invención de la imprenta, muy rentable desde sus inicios, gracias a numerosos pedidos gubernamentales y eclesiásticos, fuesen entonces ideales para abastecer las hogueras improvisadas o de los hogares. Dinero quemado, gracioso ¿no?
Durante el siglo XVI se continuó con esa guerra de Reforma y Contrarreforma interminable, en busca y castigo del hereje por ambos lados. Pero la estampa tuvo entonces otra misión propagandística más elevada, si cabe: América y Asia. Los grabados pudieron ser más sofisticados que los anteriores, ya que surgió la Xilografía, una moderna técnica que facilitó moldes de cobre con resultados mucho más detallados en la grabación de imágenes. Se abarataron tanto los costes, que prácticamente todas las familias españolas veneraban estampas en sus hogares, dado su bajo precio. Las coloreadas a mano hacían furor, a pesar de ser más caras. Se solían encargar en grandes cantidades a los talleres de Italia a principios de dicha centuria. Esta técnica todavía se utiliza.
En Flandes y algunos talleres alemanes, como en Hamburgo, eligieron el aguafuerte para producir estampas. Era un proceso técnico más complicado, pero las imágenes resultaban más realistas que cualquier otro proceso de impresión. La primera imprenta en México se instaló en 1532 por el Virrey Mendoza, publicándose el primer libro tres años después. Pero no vayamos a pensar que no existía producción y buenos talleres de grabadores en España. Valencia, Madrid, Toledo, Zaragoza, Barcelona, eran las principales ciudades con escuelas y talleres, pero había muchas más. En Perú se instaló la primera imprenta de Sudamérica en 1584. Pero pasemos al Barroco, a la etapa que nos interesa en este repaso histórico.
La producción de estampas durante el siglo XVI se centraba todavía, principalmente, en el motivo religioso: la Virgen María y Jesús, crucificado o de cuerpo presente en sus diferentes edades, casi siempre de bebé o niño, venerado asombrosamente en Filipinas y de una forma exagerada, pues coincidía con una veneración ancestral de aquellas tierras por otro “dios-niño”, al que rezaban para que lloviese. Circularon bellas estampas de numerosos autores, pero hubo tanta variedad como talleres en la época. Algunas imágenes eran más populares que otras dependiendo de la cantidad de producción, pero a mediados del siglo XVII, comienza a proliferar un inmenso número de estampas iguales entre ellas de distintos talleres. Se trataba de copias de cuadros de un pintor sevillano, llamado Murillo.
Desde siempre, casi todos los pintores probaron o se especializaron en el grabado. En el siglo XVI tenemos los ejemplos de Durero, referente de principios de ese siglo, pues consiguió trabajos de una gran perfección.Tras la escuela alemana, surgió la imprenta de Cristóbal Plantin en Amberes, a finales de dicha centuria, para entrar de pleno en el Barroco, cuando los franceses crean en su Corte un taller de gran renombre, con Robert Nanteuil a la cabeza. Paralelamente, en España aparecen maestros como Pedro Perret (1555-1637), que pasaría al cobre las vistas del Escorial en 1584, en distintos tamaños. En el aguafuerte, encontramos pintores de la talla de Callot (1592-1635), que consiguió detalles increíbles en estampas diminutas, y Rembrant (1606-1669). En dicha técnica encontramos en España quizás un menor número de pintores: los focos de Valencia –Francisco Ribalta (1565-1628) y Juan Conchillos (1641-1711)-, Sevilla -Juan de las Roelas (1558-1625), Francisco de Herrera el Viejo (1576-1656), Francisco de Herrera el Mozo (1622-1685), Cornelio Schutz (1600-1675), Juan Valdés Leal (1630-1691) y Matías de Arteaga (1633-1704)- y Madrid –Vicente Carducho (c,1550-1638), Juan Carreño (1614-1685), Francisco Ruiz de la Iglesia (c.1630-1704), Claudio Coello (1635-1693) y José García Hidalgo (1656-1711)- más aquellos que su principal producción la realizaron en Italia, como José Ribera (1590-1652) o Iusepe Martínez (1612-1682).
La estampa en el siglo XVII llegó a una calidad excelente y a producirse en un número desconocido hasta aquel momento. El cuadro de la Inmaculada Concepción, pintado entre 1660 y 1665 por Bartolomé Murillo (1618-1682), sería casi inmediatamente copiado por los grabadores de la época, y su producción exitosa motivó un efecto dominó, de tal manera que todos los talleres españoles, americanos y luego europeos, estaban casi en la obligación de reproducirlo en estampa. Murillo sería uno de los pintores importantes que más cuadros dedicaron a la figura de la Inmaculada, con más de veinte obras, debido principalmente al impacto que ocasionaba en los feligreses desde la primera que pintó. Pero la Inmaculada que dedicó al Escorial se convertiría en una de las obras más copiadas, sino la más de la Historia del Arte. Se sigue reproduciendo actualmente en estampa, de modo que hablamos de más de tres siglos y medio de reproducciones ininterrumpidas. Decenas de miles de estampas anuales se han reproducido desde entonces. Ríanse ustedes de Van Gogh, Picasso o Dalí, por decir de famosos copiados, pero que nunca llegarán a tal nivel de copias y reproducciones.
En el tema de las modas y famosos, ocurre en numerosos campos que se “obvia lo sabido”. Cuando dices que un tema religioso supera a obras de otras temáticas, siempre se suele decir: “ya, pero eso no cuenta”. Y no entiendo esa postura “negacionista”. El arte no tiene “motivación política”, gusta o no gusta, vende o no vende, y en el caso de la Inmaculada de Murillo, sigue vendiendo. La cantidad de estampas producidas desde entonces es prácticamente incalculable.
Para terminar, otra estampa de Murillo reproducida de forma millonaria, sería su Cristo Crucificado, pintado unos años después de su Inmaculada más famosa, sobre el año 1667. El rostro más estampado de Jesús también sería un Murillo, su “Cristo, el Varón de los Dolores” (1670), que en 2005 se vendió por 3.651.144 euros en una subasta de Londres. Calcular las estampas copiadas a este pintor sevillano, repito, resulta una labor imposible, ya que más de veinte países católicos de todo el mundo siguen reproduciendo desde entonces (y sin pagar Copy Right), sus obras. Cifras de récord sin duda. Como podéis observar en el siguiente video, se obvia la obra religiosa iconográfica, para analizar otras características de su excelente obra. Un proceder común en todo el mundo y que ningunea la verdadera dimensión que alcanzó en el mundo este gran artista sevillano.