En Octubre de 1955 se presentó en París el Citroën DS, más conocido como Citroën «Tiburón», considerado para el mundo de la Automoción, como el mejor coche de la Historia (excepto para estadounidenses e ingleses, que son el Ford T y el Mini respectivamente), según una amplia encuesta que se celebró entre 1998 y 2004, y que se siguió manteniendo durante los años posteriores en las principales editoriales dedicadas al Motor (aunque en una tercera posición injustamente).
Y es muy lógica la respuesta de expertos y conocedores en general de este campo del motor, ya que el Citroën DS apareció en el Salón de París como si fuese una nave extraterrestre, con un diseño y tecnología de lo más vanguardista, y cambió la mentalidad de todos los profesionales dedicados a la industria de la Automoción. Sólo hay que echarle un vistazo a los diseños de los vehículos en esos años 1950s para observar el revolucionario estilo que presentó Citroën.
Si se condujese un Tiburón salido de fábrica, apenas se notaría diferencia con un coche actual. En muchos aspectos, incluso mejora a la mayoría de modelos actuales, sobre todo si comparamos la suspensión y la aerodinámica (en 1967 nacía el modelo restyling con los faros integrados y un CX de 0.32 en aerodinámica). Fue tan impactante su presentación en París, que en unas horas se encargaron 12.000 unidades y 80.000 en una semana, un récord de ventas que se mantuvo hasta hace pocas fechas y con un Tesla. Detrás de este modelo de Citroën se encuentran los nombres míticos de André Lefèbvre y de Flaminio Bertoni, el escultor que creó su línea tan futurista que sorprende hasta hoy en día.
Para su propulsión, se optó por un pequeño motor de 1.911 cc y 75 CV a 4.500 rpm, que combinaba unas prestaciones aceptables para la fecha y un comportamiento más interesante gracias al ahorro de peso, con un techo de fibra de vidrio, por ejemplo. Pero su precio era todavía demasiado elevado para la época. La suspensión hidroneumática, una de sus novedades que aumentaban su precio, la creó Paul Mages, que al principio necesitó de mejoras, pues mostraba algunos fallos que se fueron solucionando.
Ya en el año 1956, con listas de espera que superaban los dos años, se presentaron versiones algo más baratas, a costa de motores menos potentes, como el ID 19, con un motor de 63 CV. Así y todo, ya presentaba de serie hasta servo-frenos de disco delanteros, siendo los únicos del mercado. Comenzó así una historia de ventas de récord hasta alcanzar 1.446.000 unidades en sus 20 años de fabricación.
La evolución del DS fue mejorando, y su instrumentación para la ayuda a la conducción también, de manera que cada detalle tenía una solución práctica, desde bloqueos de puertas con un sencillo clic, hasta un panel informativo que nos avisaba de cualquier avería. Su tecnología se adelantó en dos décadas al menos. La versión familiar apareció en 1958, siendo también muy exitosa. Los motores fueron siendo más potentes evolucionando como la economía, que lo iba haciendo cada vez más asequible. En 1965 su motor de 2.175 CC ya desarrollaba una potencia de 109 CV, el DS 21.
Sería en 1967 cuando sus mejoras alcanzaron incluso al diseño: nuevo perfil del morro con los faros integrados. Adaptaron por primera vez, además, que fueran direccionales conjuntados al volante, una innovación que surgió en otra marca que no los fabricó de serie hasta más tarde. Un año después instala la nueva inyección electrónica Bosch, aumentando la potencia del motor a 125 CV.
En 1975 cesaba la producción del Citroën DS ‘Tiburón’, cuando un año antes se creó quizás la versión más perfeccionada de este mítico modelo. Se perfeccionaron de serie los famosos faros direccionales, convirtiéndose en un reclamo publicitario, pues ninguna marca de la competencia aplicó dicha tecnología. Se ponía fin a 20 años de uno de los coches más importantes en la historia del automóvil, un coche que marcó un antes y un después y que para mucha gente se adelantó a su tiempo.
Quizás el FORD T marcó un hito por ser el primero fabricado en cadena y los hizo más asequibles a los bolsillos, pero no “innovó” en el mundo del motor, pues tuvo que rechazar soluciones que lo encarecían. El Mini “sorprendió” por el diseño increíble de su habitáculo para los ocupantes, creando el estilo más práctico que se conoce y de distribución del espacio. Debido a su poco peso, ofreció la posibilidad de ser además un vehículo rápido y de buena maniobrabilidad. Pero ambos modelos, sin duda, quedan a años luz de lo que representó el Tiburón en todos los aspectos y en una época tan lejana, ya que empezó a desarrollarse en 1937, otorgándole un valor añadido por más antigüedad. Sin duda el mejor coche de la Historia.