Desde que ganó España el Mundial Femenino de Fútbol, ha trascendido más la noticia del beso que dio Rubiales a Jenny Hermoso, que la significancia de la gesta deportiva. Resulta curioso que en un principio no se le diera importancia, ni siquiera los protagonistas recordaron el detalle, llevados por la euforia de las celebraciones, hasta que cuatro descerebrados, con ansia de conseguir “likes” y minutos en los medios, escandalizaron a la opinión pública con sus retorcidas manifestaciones. ¿Les recuerda algo esto a nuestros abuelos cuando iban al cine por los años 50s?
Hace más de una década, cuando España ganó el Mundial de Sudáfrica 2010, el portero Casillas también le robó en público un beso en los labios a su querida reportera Sara Carbonero que, sorprendida, tampoco reaccionó muy consciente de lo que su novio pretendía. Pero en aquella ocasión, nadie se planteó la posibilidad de que Casillas estuviese “abusando” de su machismo; fue un gesto romántico y enamoró a la audiencia de todo el Planeta. Rubiales no pretendió nada romántico, sino que reaccionó cariñosamente con un gesto igual de inofensivo. ¿grosero? No, pero sí inapropiado. Pero de ahí al ataque terrorista que nos venden los fanáticos y fanáticas pseudofeministas, ya es otro dilema añadido.
Cuando vi el beso de Rubiales en directo, mi primera impresión es que existía entre las jugadoras y el Presidente de la RFEF un compañerismo y complicidad que iba más allá de lo amistoso. Me transmitió la idea de que la Federación y el Fútbol Femenino en España trabajaban codo con codo para conseguir un lugar destacado en el deporte nacional e internacional, y eso se trasladó a los sentimientos de aquel hombre, eufórico, que quiso demostrar el verdadero cariño que sentía en esos momentos por el Fútbol, y por la Mujer, que en ese momento iba personalizada en la imagen de Jenny Hermoso, quizás la más simpática de las jugadoras españolas. Por cierto, ella misma le quitó importancia en sus primeras declaraciones referidas al gesto.
Antes que nada, debo confesar que no me gusta la gestión de Luis Rubiales al frente de la RFEF. No me transmite confianza, pero no quita que analice los hechos desde el punto de vista del sentido común, porque este tema ha rebasado nuestras fronteras y surge el debate diario al escarnio y al comentario insustancial sobre el sexismo y el machismo, con la perspectiva que los políticos, como antaño hizo el adoctrinamiento de la Iglesia, quieren ahora imponer a la sociedad, cada vez más abocada a la hipocresía y al sin sentido.
Durante más de una década (10 temporadas) del programa “Tu Cara Me Suena”, un señor llamado Llácer sorprendía a hombres y mujeres con un beso en la boca, robado, sin consentimiento, en un gesto gracioso y totalmente inofensivo. Nadie, que yo sepa, puso el grito en el cielo, a pesar de que no es un programa protagonizado por actores, ni es comedia.
Otra señora, hace poco, protagonizó otro beso robado en los labios a un famoso crítico de cocina en el programa “Masterchef”. El mismo, manifestó repetidas veces que no quería el acercamiento de la concursante. Uno y otro caso “no es lo mismo”, dicen, aunque podríamos dar más ejemplos, pero resulta que el caso de Rubiales puede trascender políticamente, y todas las baterías feministas y opositoras de la gestión de Rubiales se han confabulado para un “escarmiento social” sin precedentes.
Me resultaría muy desconcertante que la carrera de Rubiales sucumbiera por un beso. Existen miles de delitos cometidos por los políticos y altos cargos, delitos y errores que no les han llevado nunca a la destitución ni dimisión (salvo en muy contadas ocasiones), algunos con millones de euros robados a los contribuyentes. Pero parece ser que un gesto de cariño es más grave que el terrorismo, la violencia en general o la malversación de fondos públicos. A ese extremo hemos llegado.
Cualquier gesto que un hombre tenga con una mujer se está convirtiendo en delito. Pero lo más grave es que no corre la misma dirección lo que una mujer pueda producir en un hombre, sobre todo psicológicamente. Llevamos camino de convertirnos en autómatas y no en españoles libres y sin complejos, tal y como nos prometieron estos políticos que nos gobiernan desde hace cuarenta años y que, una vez más, crean problemas en vez de resolver lo importante de la vida. Ya no vivimos, simplemente existimos.
En fin, si algo nos caracterizaba a los españoles era precisamente nuestro cariño y efusividad. Felipe II llamó guarros y bárbaros a los ingleses porque se besaban en la boca, pero de eso hace cinco siglos. Los rusos se saludan con un beso en la boca hasta entre hombres, pero parece ser que todo eso se ira a los anales de la Historia porque nos viene otra ley en plan Inquisición, esta vez venida por las contradictorias feministas, avaladas por los cobardes de los políticos y empresarios FIFA, que se permiten inmiscuirse en los asuntos políticos de las federaciones, que dependen de gobiernos, y es que así están las cosas de salidas de madre en esta Europa decadente y sin sentido. ¿Quién es la FIFA para sancionar a un alto cargo público español?
En efecto, volvemos a la censura del Cine, aquella que cortaba las escenas de los besos, porque es más peligroso el amor que la guerra. Los fanatismos no son nunca beneficiosos, sacan al exterior la locura que tenemos latente convirtiéndonos en sociópatas.
César Metonio