Cuando un dibujante del Faraón cometía un error en su trabajo (o quería usar un espacio pintado), sencillamente aplicaba una capa de yeso a ese paramento, esperaba a que secase y repetía el dibujo correctamente. Si alguien piensa que aficionados y profesionales son perfectos realizando sus trabajos y no cometen fallos, es porque vive en un mundo de fantasía. Desgraciadamente, la envidia, celos o simplemente darse una importancia inmerecida, hace que muchas personas opinen en las materias que ignoran. Un químico aporta soluciones teóricas, “inventa” o mezcla materiales que se adapten a las superficies, pero debe esperar a que los profesionales, primero lo amasen, comprueben su grado de adherencia y la uniformidad al extenderlo sobre la superficie dada, para luego comprobar si se mantiene liso y sin grietas ni desperfectos. Por último, comprobar su durabilidad, factor que lo da a conocer el tiempo. Cada superficie contiene sus particularidades. No es lo mismo el yeso de agarre, por ejemplo para sujetar una viga, que el yeso fino para dar una capa de acabado en una pared. Por eso podemos equivocarnos al elegir el yeso o, lo que es peor, no saber qué tipo escoger para cada trabajo.
El yeso aparece en las primeras ciudades del Neolítico. Una de las más antiguas, Jericó, de unos 12.000 años de antigüedad, resulta muy interesante porque los científicos determinan sus acontecimientos históricos por los sucesivos estratos que aparecen excavando en sus muros de piedra y en las sucesivas capas de yeso, registrándose incendios, desperfectos por impactos (asedios) o abandonos, “leyendo” adecuadamente las estructuras que se han ido formando siglo a siglo, una sobre otra hasta su abandono total. Cuanto más profundo excavan los arqueólogos, más antiguo resultan los restos encontrados, pero el yeso aparece solamente desde el tercer estrato, debido a que se usaron primitivamente adobes con materiales más sencillos, como el barro sin refinar, resultando unas viviendas mucho más rústicas.
Saber qué civilización fue la primera en usar yeso (sulfato de calcio dihidratado) resulta bastante complicado. En los estratos de Jericó aparece sobre una antigüedad de 8.000 años, pero es aventurado decir que se inventó en Palestina. Lo cierto es que no existe un yeso más antiguo, ya que en Egipto los arqueólogos han determinado que no aparece hasta el tercer milenio antes de Cristo. Los ejemplos en la civilización del Nilo son abundantes y si no fueron ellos los inventores, se puede decir que si fueron los que desarrollaron yesos específicos y herramientas específicas para cada aplicación. También podemos decir que es en esta cultura cuando se alisan las paredes con yeso para realizar sus pinturas y sólo en la isla de Creta, en la enigmática civilización minoica, encontramos también frescos con este material, en el grandioso Palacio de Cnosos, su capital. El yeso entra en el continente europeo por Grecia, pero serán los romanos los grandes introductores, expandiéndolo por todo su imperio, quedando también su forma de nombrarlo: gipsos o gipsum, del que deriva yeso, aunque los romanos preferían otro tipo de morteros de cal.
Los musulmanes instalados en España fueron grandes yesaires. Si alguien piensa que las estructuras prefabricadas son un invento actual, va desencaminado, porque los constructores de la época andalusí modelaban cientos de elementos en yeso para construir estructuras impensables hasta esa época (tiras de arcos, cavidades geométricas, relieves de distintas formas, ángulos casi siempre rectos, etc). Todavía se conservan en Toledo, Sevilla, Granada y en zonas del antiguo Reino de Aragón muchos ejemplos. El Rococó es un estilo donde el yeso pasa a su más alto nivel de maestría e imaginación. Se puede decir que este material ha estado presente en nuestras vidas desde hace más de dos milenios.
Sabiendo que el yeso no es “algo nuevo”, lo primero que debemos saber es que no existen los materiales “milagrosos”. Si tenemos un problema de humedad directa, no basta con aplicar yeso. De hecho, ningún material resistirá un foco de humedad directa, a lo sumo puede formar una barrera impermeable, pero desviará dicho foco hasta el lugar débil más cercano. Por eso debemos cerciorarnos de que la pared o superficie a aplicar el yeso esté seca y sea consistente. Lo aconsejable es picar a lo largo y ancho de la misma provocando pequeñas hendiduras que sirvan de agarre y que también nos indiquen si existe humedad. Una vez convencidos de que está en condiciones, elegiremos un yeso controlado para una primera capa. Este yeso proporcionará dureza y consistencia. Debemos esperar a su secado para aplicar otra capa de yeso fino, ésta proporcionará el acabado perfecto a la pared. Una vez seco, se puede lijar con grano fino para dejar la superficie lisa al tacto.
Tan sólo en España existen tantos nombres de herramientas para la aplicación del yeso, como regiones. Espátulas de distintas formas y tamaños, paletas de mango curvo, de ángulo recto, llanas de albañil, etc. Si ves una herramienta de extraña forma, debes saber que seguro te hará falta para algún remate específico. La llana (plana) es una herramienta indispensable para expandir el yeso uniformemente y en un radio de acción amplio. Con la suficiente práctica, se deja una pared perfecta con tan sólo unos pases. También existe una cuchilla de grandes dimensiones y de forma rectangular, que muchos profesionales prefieren a la llana. También existen llanas dentadas o de clavos para los que prefieren paredes con relieve o para preparación de paredes para aplicar otro tipo de acabados: paneles, losetas, azulejos, etc. Se puede usar un esparavel, pero eso depende de la prisa que se tenga, aunque ayuda a aprovechar al máximo el yeso.
Algo fundamental que debemos saber para realizar la mezcla del yeso es la cantidad de agua, pues dependiendo de nuestra intención, debe contener más o menos. Si queremos que fragüe rápido y endurezca mucho, mezclaremos poca agua y lo usaremos enseguida. Sirve para sujetar las cajas de los interruptores o elementos que se van a quedar fijos en la pared. Para alisar es recomendable que la mezcla quede como una Mouse, que no chorree agua pero que no esté seco, con ningún grumo. Para la capa de fino final, estará más hidratada, para que penetre y adhiera perfectamente sobre la primera capa. Si la superficie no requiere de una primera capa, podemos aplicar perfectamente la de fino, en una o dos capas hasta que quede perfectamente liso.
Este video está curioso para aprender lo básico, pero no os recomiendo herramientas oxidadas: