Cuando pedí por Amazon un teléfono móvil para mi madre, para Navidad, lo encontré tres días después debajo del felpudo de la entrada. Lo vi porque abultaba exageradamente, y tuve la suerte de que nadie subió la escalera, pues de hacerlo, me habría quedado sin regalo para mi mamá.
Ya había escuchado por entonces muchas “leyendas urbanas” sobre el terrible y chapucero servicio de transporte y entrega de Amazon, y pensaba que eran “excepciones” que pueden ocurrir en cualquier gran empresa, pero está visto que se ha convertido en una “seña de identidad”, en algo habitual, y me parece que de nuevo, una gran empresa, una de las más ricas del mundo, quizás la más, tiene sus días contados, al menos en España, de seguir esa praxis de abandono y pocos escrúpulos con el usuario.
Intenté reclamar a Amazon su mal servicio, pero hace tiempo que suprimieron los contactos de atención al cliente. Eso sí, puedes despotricar contra el vendedor, pero no existe recurso contra la propia Amazon, más que la vía legal, una vía también colapsada de denuncias en los juzgados y que dicha empresa “colecciona”, pues prefiere pagar “minucias” en caso de sentencia desfavorable, y seguir amasando una fortuna a costa de un mal servicio. Una verdadera vergüenza.
Sofás abandonados en zaguanes, frigoríficos empotrados en ascensores que se bloquean, delicadas figuras de porcelana trituradas en los buzones, paquetes tirados en la puerta del vecino (la más habitual), televisores abandonados en la pared del rellano de la escalera, son ya habituales entregas a domicilio de Amazon. Antes te llamaban, concertabas la entrega y te lo daban en mano, pero se ha convertido en la excepción. Ahora lo normal es que te lo encuentres inesperadamente debajo del felpudo (si es que lo tienes).
En Agosto del 2021 esta compañía anunció su “voluntad” de indemnizar a los usuarios insatisfechos por daños producidos a la propiedad y artículos defectuosos clica si quieres conocer la noticia de dicha fecha, pero la verdad fue que quedó en eso, en “voluntad”, porque intentar reclamar se torna una odisea a menos que te unas a un colectivo que aúna esfuerzos. La alternativa OCU es otra odisea que quizás requiera de unos gastos extras. La única defensa que nos queda a los usuarios, cuando las empresas abusan de las malas praxis, es sencillamente buscar otra alternativa para las compras.
César Metonio