Los mismos que nos hablan y claman por un ecologismo «sostenible», que especulan con el precio de la energía para luego enriquecerse con ella, los políticos que hacen y deshacen a su antojo, sin consultar nada con el Pueblo, resulta que llevan 110 presas y azudes derruidos en España (enero 2023) y, al mismo tiempo, nos hablan de ahorro del agua y estado de alarma por la sequía. No sólo resulta contradictorio, sino que suena a verdadera tomadura de pelo. Sin duda, siguen la estrategia informativa para tergiversar todo lo que tenga un mínimo de sentido común. Además, con la connivencia de los medios de comunicación, pues aplauden la destrucción de medidas contra la sequía y a la vez aplauden y celebran que millones de litros del líquido para la vida se pierdan en el mar inútilmente.
Los políticos llevan así siglos: especulando con el precio del suelo, con la industria Agroalimentaria, la energía eléctrica, carbón e hidrocarburos, recientemente desechando la nuclear, aunque ya no sea tan peligrosa, destruyendo Industria que les “moleste por no sacar beneficio propio”, etc. También los políticos se han beneficiado de sus malas decisiones, promulgando leyes autoproteccionistas y, cuando ven amenazado el elemento adquirido por ellos, ponen trabas a la alternativa más ecológica, aunque nos parezca de lo más absurdo, como poner precio al Sol. Ahora, aunque intenten derogar dicha ley, el daño está hecho, pues la energía solar ya no está de moda. La Agenda 2030, que no se consultó a la Humanidad su puesta en marcha, en ningún país, producirá unos efectos inimaginables. Todos los humanos estamos de acuerdo con la preservación de nuestro planeta, pero solamente los ricos están de acuerdo con la Agenda 2030. Sólo ellos podrán resistir sus exigencias.
El Agua cotiza en Bolsa desde diciembre del 2020. Este dato resulta significativo, sobre todo para la economía francesa, ya que son los propietarios de la mayor parte del agua del mundo. Los franceses apenas han destruido un 9 % de sus presas y azudes, cuando España lleva ya 1/3 de las suyas destruidas, algunas que embalsaban millones de litros. Pero nos dicen que España “va mal” en cuanto a la aplicación de la Agenda 2030, retrasados en comparación con otros países europeos.
España ha ido transformando históricamente sus cultivos para adaptarse a los mercados internacionales. Siempre comenzó por el propio mercado, que era el mejor termómetro para medir. Como es obvio, si el trigo era mucho más barato importarlo, pues se dejó de cultivar. Así se han destruido miles de hectáreas de cultivos tradicionales, cuando somos perfectamente autosuficientes, y no necesitamos importar nada. Nuestro suelo y climatología son los más benignos para cualquier tipo de cultivo. Simplemente los gobiernos debieron proteger nuestros campos con buenas políticas económicas. Pero lejos de ello, hemos visto desaparecer de nuestros campos: girasoles, trigo y otros cereales, naranjas y frutales, productos típicos de la huerta, etc, en beneficio de los productos importados, sobre todo de África, cambiando a una calidad que roza lo comestible.
Ahora le toca al Olivo. Si en épocas anteriores fuimos los mayores productores del mundo, por ejemplo de trigo, legumbres, naranjas, plátanos y otras frutas y verduras, resulta que al transformar dichos cultivos en otros más rentables, adaptarse a los mercados, como dije antes, ahora nuestro producto estrella, la aceituna y el aceite de oliva, la mayor superficie de olivares del mundo y el mayor consumidor y exportador, peligra por la siempre mala política económica. Luego le tocará el turno a la Vid: la uva y el vino, el cultivo que muchos olivareros eligen para capear este temporal, porque la sed de autodestrucción del Gobierno de España no tiene límites.
La Agenda 2030 es la excusa perfecta para trasladar el mercado y los beneficios a nuestros vecinos del Magreb y Sudáfrica. La política del agua secunda esta maniobra, por la que en un plazo de una década, nuestros campos quedarán abandonados, como ocurrió en el siglo XVII. ¿La subida del precio del aceite? No es más que una brutal “burbuja” para la recogida de beneficios a corto plazo para olivareros y grandes áreas comerciales. Es como “exprimir al máximo” antes de que se desplome y se destruya nuestra agricultura. Aplican la misma política que en la Construcción: especular hasta que no se sostiene, dejando miseria a costa de los inversores que evaden capitales. Hay que preguntar qué empresarios y políticos están invirtiendo en la Agricultura de Marruecos, por ejemplo, hay que seguir el rastro del dinero y se comprenderá la mala política económica española. Es una historia que se repite cíclicamente. A falta de agua por un prometido trasvase a las provincias de Alicante y Murcia, por ejemplo, poco a poco se fue cambiando el cultivo típico de huerta por el olivo, que resiste más la sequía. También el almendro conoce cierto retroceso por las importaciones más baratas. Si se pierde el negocio del aceite, dichas zonas no tendrán más remedio que abandonar el campo.
Cuando se desplome el Aceite y deje de ser rentable el olivo por falta de mercado, por el desorbitado precio alcanzado en España, la operación se repetirá con la vid y el vino. Mismo modus operandi: subir el precio en España pero vendiendo barato en el extranjero. Eso produce una media “aceptable” de beneficios, pero a costa del consumidor español, que está pagando desorbitadamente para que se pueda vender barato fuera. Una verdadera piratería que no debería permitirse por Ley, ya que supone un abuso claro de usura y discriminación. Pero España carece de leyes contundentes contra las malas praxis comerciales, con sanciones que nunca llegan a compensar al consumidor, revirtiendo siempre en el Estado, que siempre gana (los políticos a fin de cuentas).
La solución es tan sencilla (una adecuada política proteccionista) que da pánico repasar lo que los distintos gobiernos han hecho al respecto en los últimos 40 años. La política pasó siempre por aplicar medidas de subsidio para los agricultores que no soportaron los vaivenes de los mercados y la usura de las áreas comerciales. Cuando se entró en la UE, les vino de perlas a los políticos españoles, pues desviaron la responsabilidad subsidiaria a Europa, así que los políticos han ido recibiendo millones de euros a condición de reducir nuestras producciones de lácteos, mantequilla incluida, y prácticamente todo lo agrario (decenas de miles de desempleados y abandono de estas industrias). El dinero recibido de Europa se lo han ido repartiendo los políticos y dejado algunas migajas para los afectados en forma de “ayudas con caducidad”. Así llevan haciéndolo todo este tiempo, una praxis que ha llevado a nuestra Agricultura a ser una caricatura de lo que “pudo haber sido y ya no es”.
César Metonio