El programa para la recuperación del lince Ibérico en su conjunto asciende a 70 millones de euros, venidos desde distintas asociaciones para la defensa de la Naturaleza, el Gobierno de España y de los Fondos de la Unión Europea. Este programa pionero en Europa, se realiza de forma similar al realizado por los chinos para salvar al oso panda, y ya se obtienen resultados más que prometedores, teniendo en cuenta que hace pocos años se temía por la desaparición de esta especie de felinos, uno de los más bellos y raros del Planeta.
El mérito de que el Lince haya pasado de ser una especie “en peligro crítico de extinción” en 2015, a estar clasificada para la lista Roja de la UICN como solamente “en peligro” en la actualidad, se debe a 3 centros de crías en cautividad y a la mejora de los hábitats naturales de estos animales, esto es, mayor protección en los parques naturales, procurando que las carreteras para los vehículos a motor no interfieran y evitar atropellos, y a algo más importante, una constante introducción de conejos y perdices, principal alimento de los linces. De ese modo, de los apenas 20 individuos de la especie avistados en 2015, se ha pasado a 70, todos con su correspondiente collar para su seguimiento.
Los 70 millones de inversión para el programa LIFE Iberlince ya se están gastando en la construcción de otros 2 centros para la cría en cautividad (El Azebuche y Zarza de Granadilla), con el subsiguiente aumento de personal especializado, además de la ampliación de áreas de posibles intervenciones de la especie, esto es, una ampliación de los actuales parques, en el futuro mucho más extensos que otras especies únicas en la Europa Occidental, como el oso y el lobo ibéricos. Dichas actuaciones se darán en los Montes de Lugar Nuevo y Selladores-Contadero (que se trabaja desde el 2001 y quedará “controlado” para el 2019), en el P.N. de Cabañeros (Montes de Toledo), y en el P. N. de Doñana, en la finca Las Marismillas.
Como comentario a las actuaciones, debo decir que siempre leo lo que la Página Oficial del Estado comparte al público, y he leído el ejercicio destinado a las actuaciones en los parques naturales, los gastos e ingresos del año 2016 (el de mayor presupuesto), y el total ascendió a 42.930,81 euros, de los cuales 18.511,08 fueron aportaciones directas de capital desde la Administración del Estado. Me parecen cantidades ridículas en comparación a la cifra dada ahora por los distintos medios (entre ellos la TVE), pues con 70 millones creo que se puede lograr salvar al lince para siempre y a toda la fauna de la Península Ibérica junta. Veremos lo que nos cuenta la Página Oficial del Estado para el ejercicio 2018, cuando se pone en marcha el Programa. En el ejercicio del 2017, por ejemplo, constan 12 funcionarios y un presupuesto menor (38.000). Hay que aclarar que son cifras que se suponen dirigidas al mantenimiento y control de los parques nacionales, y que el número de trabajadores contratados puede variar dependiendo de las necesidades de cada estación. Una docena de funcionarios no los veo capaces de controlar tantas miles de hectáreas (solamente en mi pueblo se contratan más de 12 trabajadores para el verano y su extensión es mucho menor) y en los presupuestos se indica claramente que son 10.000 euros (9.000 en 2017) los destinados al personal. Dicha cantidad los cobra un solo funcionario al año en cualquier administración del Estado, así que si alguien es tan amable de explicarme la cuenta, se lo agradecería mucho. Incluso 7 millones de euros destinados al programa Lince me parecería una barbaridad, pero ya hablaríamos de una cifra más coherente, pues existirá un incremento de personal considerable, rondando los 200 contratados directa o indirectamente (fijos y temporales). Así que para el ejercicio del 2018 debería aparecer al menos 200.000 euros como “gastos de personal” en el asiento correspondiente, una cifra más realista que lo leído en los ejercicios anteriores. Lo más probable es que en el ejercicio correspondiente al 2018 se lea una repetición de lo anterior, pues siempre pueden decir que son “las empresas” y la UE las que realizan los presupuestos reales y que el Estado sólo publica sus gastos e ingresos “presupuestarios”. Cualquiera con un mínimo de nociones de Contabilidad advierte que incluir gastos o ingresos de 1,3 euros no son nada convincentes.
Según entendí en la noticia dada por TVE, la inversión transnacional será una inyección paulatina para los siguientes 5 años. Se han destinado 1,5 millones de euros solamente en Castilla-La Mancha para el vallado de las carreteras que transitan por las zonas lince. Además, se pretende facilitar el contacto de los pocos linces que quedan en Portugal para conseguir una mejora genética de la especie (fuente eldiario.es). Si entramos en la página del proyecto iber-lince observamos que el presupuesto para este tercer proyecto asciende a 34.015.188 euros, de los cuáles el 61,57 % los aportará la Unión Europea. El presupuesto mostrado en esta página resulta la mitad de lo asegurado en los medios. En definitiva, parece que el futuro de este precioso animal es de lo más optimista y que el ser humano va a invertir en infraestructuras, tecnología y recursos para que no desaparezca. Ahora bien, me he perdido un poco en cuanto a lo que ya está hecho (sueltan crías a pares cada semana) y lo que queda por hacer.
Tuve la suerte de ver un lince cuando era niño. En aquel entonces (hace más de 40 años), mis padres tenían una casa de campo cerca del pueblo de Gaianes, en la falda de la sierra de Benicadell (Norte de la provincia de Alicante), zona de olivos y de buen aceite (Mejor del Mundo con la marca TERRVS en 2015-16). Dicha casa de campo está situada en el Pla Roig, con una pinada fantástica con su propio arroyuelo a menos de 200 metros de distancia. En dirección opuesta corta un camino de tierra, antigua vía de tren, en dirección a Beniarrés y su pantano, y tras el camino había entonces un gran mesón de cazadores (el Safari Grill). Aquel día de verano nos encontrábamos los tres hermanos distrayéndonos al borde del bancal de olivos, cuando apareció inesperadamente la figura de un gato inmenso, de color pardo con motas oscuras. Recuerdo que su cabeza todavía no mostraba los típicos bigotes, aunque si las dos tirillas en las puntas de las orejas, así que era un ejemplar joven llegando casi a la edad adulta. Sin duda pasaba de los 15 kilos de peso. Mis hermanos todavía no lo habían visto, y sin duda así hubiese quedado todo si no se hubiese movido, porque se mimetizaba perfectamente con el entorno. Nada más verlo mis hermanos corrieron a por el rifle de balines y piedras para cazarlo. Era tan grande que los tres sabíamos que no era un gato común ni montés, aunque a todos los que contamos lo visto, nadie nos creyó, suponiendo que lo confundimos por un gran gato montés. Hacía muchos años que no se avistaban linces por la sierra de Mariola ni por sus estribaciones, dándose por extinguidos, pero los tres estábamos muy seguros de lo visto a menos de 20 metros de distancia. El lince buscaba las madrigueras abundantes de conejos que circundaban la casa de campo y seguramente estaba tan hambriento que no temió ser descubierto. Siendo un niño pequeño, si hubiese estado solo posiblemente habría continuado su búsqueda de comida, pero cuando mis dos hermanos se alborotaron desapareció como un fantasma. Guardo siempre el recuerdo de aquella extraordinaria mirada fija contra mis ojos, de un color similar a los míos, altivo, valiente, pero consciente de que su mundo estaba siendo dominado por otra especie y que sus días estaban contados. Quizás vi el último de la especie, quizás los cazadores del mesón lo sumaron a la colección de animales colgados como trofeos, pero también puede ser que se hayan adaptado a las condiciones actuales y que muy de tarde en tarde, se aparezcan como fantasmas, como ecos de un pasado en que las especies depredadoras convivían, repartiéndose las presas por su abundancia, cada una en su especialidad.
Para terminar comento, siempre dentro de mi eclecticismo exacerbado, que ningún proyecto artificial me convence del todo. Cuando se intenta recuperar áreas para salvar una especie, las repercusiones son siempre negativas para alguien o para algo. Lo podemos ver en África, con la caza selectiva de elefantes para que no proliferen desastrosamente para el medioambiente, es decir, queriendo salvarlos de la caza furtiva, terminan siendo cazados de todos modos. También con el lobo, tigre, especies de cabras montesas diversas, aves rapaces y carroñeras (el buitre está dando verdaderos quebraderos de cabeza en el Aeropuerto de Bilbao, por ejemplo), y un largo etc. Para la recuperación del lince, se introduce masivamente al conejo de granja para que se asilvestre y sirva de comida al protagonista. Visto fríamente, criamos linces para cazarlos selectivamente en el futuro, aunque sea por esterilización de un número indeterminado de hembras. A su vez, estamos cultivando una nueva plaga: la de conejos, cuyos resultados por experiencia pueden resultar catastróficos para los cultivos adyacentes a las áreas protegidas. Los daños colaterales por la introducción y cría masiva de estas dos especies serán nefastos y acelerarán la desertización de la Península a largo plazo si no se controla el número de conejos. Tanto si son 34 millones como 70 ¿no resulta excesivo el gasto, viendo lo que presupuesta anualmente el Gobierno de España en el conjunto de los parques naturales? ¿No sería más “humano” destinar gran parte de ese dinero a devolver, por ejemplo, las competencias que merecemos los ciudadanos en Sanidad? “Controlar” el número de individuos de cada especie me parece algo así como “jugar a ser dios” en el reino animal, un juego peligroso porque favorece a unas especies y perjudica a otras. ¿Qué número de linces son los apropiados para decidir como “salvada” la especie y cuánto costará realmente?