El virus mortal que se propagó por el mundo entre 1918 y 1920, bautizado Gripe Española porque era el único país donde no se censuraron los medios de comunicación al respecto, tuvo su origen en los Estados Unidos, precisamente en los cuarteles militares, siendo el casi 1,5 millones de soldados trasladados a Europa los portadores y propagadores de esta letal enfermedad. Se estima que la cifra de muertos en esos dos años pudo superar los 100 millones de muertos, de los cuáles 30 millones fallecieron en China y en la India Británica alrededor de 15 millones (por contagio de los soldados que regresaron a sus casas).
Que una pandemia transcurra durante una Guerra Mundial hizo cometer errores que llevaron a expandirse irremediablemente, errores imperdonables y que nunca se han “rectificado”, como el mismo nombre, pues España sufrió sus consecuencias en último lugar en Europa (no era beligerante en dicha guerra), y “solo” fallecieron 200.000 personas que, según los expertos, tuvo que lidiar con una cepa del virus evolucionada y especialmente difícil de combatir. La Gaceta Médica nos dice que fueron 8 millones de españoles los infectados (casi la mitad de la población) y 300.000 los muertos. En mayo de 1918 más de la mitad de los madrileños estaban infectados, camino que toma el Coronavirus mal llamado COVID-19 (nombre “comercialoide” del 2019-nCov, que desencadena el SRAS, Síndrome Respiratorio Agudo Severo) ciento dos años después. Podemos señalar a los Estados Unidos como principal agente de propagación de la Gripe Española, y a China como del actual Coronavirus, pero las circunstancias y las respuestas no son las mismas. Tampoco las preguntas son las mismas, algo que los investigadores deben razonar y proponer correctamente.
En Estados Unidos fallecieron más de 600.000 personas. En Italia y Francia sobre las 400.000 en cada país. En el Reino Unido fallecieron alrededor de 250.000 personas y en el frente alemán, combatían al menos 1 millón de soldados infectados, en un país donde se confunden las cifras de muertos por la guerra y la gripe (unos 2 millones en total). Sumadas las bajas de ambas desgracias, la población mundial se redujo en 1/3 al menos y en algunos lugares se vieron afectados hasta el 90 % de la población. Las autoridades civiles y militares estadounidenses conocían sobradamente que sus soldados estaban infectados, pero vieron prioritario ganar la guerra, aunque ello costara, que de hecho costó, una masacre a nivel mundial que ha heredado un apelativo que continuó ese odio a lo español y que a duras penas nos está costando borrar de la mente colectiva del planeta: nuestra Leyenda Negra.
14 de los 16 cuarteles militares en los Estados Unidos, preparados para mandar tropas al frente europeo, estaban infectados. Eso fue en otoño del año 1917, pero el primer caso registrado oficialmente fue el 4 de marzo de 1918. Sería el de un cocinero llamado Gilbert Michell en el cuartel de Fort Riley en Kansas. Algunos estudios modernos, que no vale la pena nombrar, indican que una cepa pudo originarse en Madrid, por supuesto estudios norteamericanos que intentan darle sentido al nombre postizo que se le puso a la enfermedad. La cuestión es que a partir de esa fecha del 4 de marzo del 1918 se movilizó todo un país para aislar a los infectados e intentar recuperar a los enfermos. Se levantaron hospitales de campaña y se operó como la enfermedad infecciosa que era: desinfección y aislamiento (cuarentena). Es en esta época cuando se fabrican en serie las famosas mascarillas de tela y que mucho más tarde serían de papel.
Se sabe que la familia a la que pertenece el virus de la Gripe Española es Influenza Virus A del subtipo H1N1, la que provoca la gripe común y solía ser “benigna”. Porqué resultó tan letal se debe, según los expertos, a una mutación que desencadenó brotes más agresivos contra el aparato respiratorio con ciclos de pocos días, es decir, como en la actualidad, sin un remedio de choque, podía provocar la muerte en pocos días por fallo respiratorio. Cuando llegó a España el cultivo era especialmente violento y el virus se trató con los medios de la época: cuando alguien notaba los síntomas, se le acompañaba al Hospital y se intentaba una desinfección, aunque no tuvieron en cuenta “airear” continuamente los espacios ni a los enfermos que quedaban en casa con síntomas débiles. También se tomaron medidas de emergencia, como cierre de escuelas y centros cívicos en momentos dados. Nuestros abuelos llamaban “fiebres” a todo ese tipo de dolencias y síntomas gripales, muy comunes por cierto en todas las latitudes. Y como se sufrían varias veces al año, no se le dio mayor importancia hasta que los hospitales se vieron de pronto colapsados.
Eso no ayudó porque al año siguiente, entre finales del año 1918 y principios del 1919, el virus que parecía haber remitido, reapareció con mucha más fuerza, y sería la epidemia que más mortalidad causó, pues esta vez se propagó por el mundo rural, donde no existían hospitales, infectando a la mitad de la población española. Así ocurrió también en el resto de países. En el verano de 1920 la Gripe Española desapareció como por arte de magia, del mismo modo que llegó. En mi familia hubo una hermana de mi abuela, por parte de padre, que la sufrió y falleció muy joven, con 17 ó 18 años, se llamaba María Candela Prats, y aprovecho la ocasión para compartir una instantánea que le tomaron poco antes de contraer la enfermedad. Mi abuela nunca me habló de Gripe Española, sino que “se la llevaron las fiebres, me contó, algo muy común en la época y que se llevaba a más de la mitad de los niños nacidos”.
Ahora podemos analizar los hechos de aquella catástrofe objetivamente y sin temor a represalias pues nos protege la “barrera histórica”, pero me atrevo a decir que los historiadores del futuro, con los datos en la mano, culparán a las Autoridades Españolas de “grave negligencia”, pues ni se molestaron en documentarse de lo ocurrido en estos casos epidémicos de nuestro pasado más reciente, ni hicieron caso de las advertencias dramáticas de nuestros países vecinos que la padecen desde antes ni de las Autoridades Chinas, que llevan sufriendo desde hace dos décadas brotes epidémicos de gran virulencia por este tipo de coronavirus mutante. Los políticos se comportan, en pleno estado de emergencia, de manera improvisada y con una organización peor que la de 1918. Pero todavía están a tiempo de mejorar y todos esperamos que reaccionen y trabajen para que no vaya la cosa a peor.
¿Por qué en China, a pesar de lo sorpresivo del brote, decretaron la Cuarentena dos días después del primer fallecido? Pues porque en 2003 ya sufrieron un brote virulento que causó 800 muertos. Se supone que los españoles tenemos una carga fiscal dirigida a pagar un ejército de asesores políticos, expertos de toda clase, pero más bien parece que esta improvisación llega “tarde y sobre mojado”. Resulta más que sospechoso que España, cuna de los mejores científicos a nivel mundial, de los mejores médicos, investigadores y profesionales de la Salud, estén relegados a un segundo plano y bajo las directrices de un Gobierno que no tiene recursos ni para conseguir mascarillas, más que incautando partidas (para no pagarlas) como las de una fábrica de Jaén, acusado su propietario cuando en todo momento se puso a las órdenes del Gobierno Central. ¿Dónde están las mascarillas que se fabrican en suelo español, sobre todo las de Cataluña, uno de los principales productores de Europa? Quizás ahora toda la información sea confusa, que los hospitales están colapsados por razones comunes y difíciles de solucionar, pero me resulta muy sospechoso todo lo relacionado con el Coronavirus. Seguiré atento para no acusar todavía a nadie, aunque resulta obvio que si falla algo, el principal culpable no es otro que nuestro actual Gobierno, pues es el responsable de lo bueno y de lo malo que le ocurra a nuestro país.