En una película protagonizada por Edie Murphy consiguió llegar al Senado con el eslogan: “No votes a los anteriores”. Míralo como una película satírica o como una simple burla al sistema, dejaba claro que ya en los 80s, los habitantes del planeta Tierra estábamos hartos de la clase política y, lo que es peor, nadie los toma en serio, hasta que asesinan a millones de personas. Pero claro, decir “no votes en las Elecciones Generales”, se puede tomar como el absurdo que parece, o ser más susceptible, razonar con la frase, e imaginar qué ocurriría si llegase el caso. ¿Anarquía dirían muchos? Para conocer el por qué y las posteriores repercusiones, no queda más remedio que sintetizar qué y quién me motivó a esta conclusión, para luego analizar las posibles repercusiones, que nunca serían peores que el momento presente.
A los 9 años de edad gané, junto a otro compañero de clase en La Salle, el Premio Nacional de Teatro Infantil. Como premio recibí unos libros de «Los Cinco» y una caja de lápices de colores. Al año siguiente lo volví a ganar junto a otros compañeros de La Salle, y recibí, además de los lapiceros y otros libros de «Los Cinco», una bolsa de caramelos. Los lapiceros los regalé a mis hermanos, ya que no me ha gustado nunca dibujar ni colorear; los libros nunca los leí (ya me interesaban más las novelas y cómics para más edad), así que solamente disfruté los caramelos.
La experiencia de recibir aquellos premios, hace ya más de cuatro décadas, recuerdo que me animaron a seguir escribiendo, y nunca he parado. Con nueve o diez años, escribía sobre cualquier cosa y luego se lo leía a mi hermano pequeño Kike, de tal modo que se convirtió en mi cómplice, imaginando historias entre los dos para luego escribirlas sobre el papel. Pensamos realmente que llegaríamos a escribir alguna obra maestra. Pero debíamos encontrar el tema más apropiado a nuestro estilo, así que escribíamos cada vez sobre un tema distinto, hasta que llegamos a la Política.
Investigar el mundo de la Política precisamente a comienzos de la Transición, y por un niño de diez u once años, no resultó nada fácil. En Abril de 1977 se legalizó el PCE. Fue el último de los partidos importantes en entrar en el juego que se estaba creando. Porque en aquellos tiempos también me gustaba inventar juegos nuevos, por ejemplo de cartas o de “rutas” con dados, similares a la Oca. Así que todos los jugadores se sentaron a la gran mesa que presidía el Rey. Recuerdo perfectamente que contemplé dicha instantánea en uno de mis libros de texto del cole. Dicha foto no la he vuelto a ver más, posiblemente la «eliminaron» de la Historia. A mi hermano le resultó aburrido y sin interés el tema, así que me quedé solo con mis investigaciones. Lo primero que me pregunté era “si se acaba de legalizar el PCE ¿por qué aparece Carrillo en una foto realizada al menos un año antes junto al resto de representantes políticos legales y el Rey?”. ¿No consta como exiliado político? Pensé. Pero para no alargar el tedioso tema sobre mis elucubraciones, paso a lo fundamental, a mis conclusiones.
Resulta que se hablaba de Democracia y Libertad en aquellos tiempos, pero subió el precio del pan 1 peseta y la ciudadanía se echó a la calle para protestar. Yo me acerqué hasta la Plaza de España de mi ciudad, y más de 20.000 personas llenaban plaza y sus calles adyacentes. Fue una protesta pacífica, en una ciudad que no llegaba a los 70.000 habitantes, y vi a Marcelino Camacho y otros sindicalistas tomando unas cervezas y unas tapas en el bar Ideal. Lo reconocí por el estudio que llevaba a cabo en esas fechas. Pero en un momento dado, la manifestación frente al Ayuntamiento, que se tornó casi festiva, se alborotó violentamente tras la carga de la Guardia de Asalto, “los grises”. Me refugié dentro del bar junto a decenas de personas y mis muslos presionaban la mesa de los sindicalistas que, tranquilamente, siguieron degustando sus aperitivos y charlando.
Mi tía Marga salía de comprar de los grandes almacenes, entonces llamados Simago, y nada más aparecer en la acera recibió un culatazo de fusil de un guardia de asalto. Mi tía ni sabía de protestas, ni que el pan y el agua había subido. Tuvo que ser atendida en el Hospital por contusiones. Algo pacífico y festivo se tornó un infierno y ese lema de Libertad y Democracia no lo vi por ninguna parte. Viendo el panorama desde un extremo de la plaza, tras los cristales del bar (aún no conocía el percance de mi tía), no encontraba sentido a aquella situación.
En casa reuní los periódicos y libros que tenía sobre Política y políticos para ordenarme las ideas. Resulta que las personas son libres y viven en una Democracia, me decía, porque pueden votar a unos representantes que gobiernan en nuestro nombre, que “pueden prometer y prometen”, pero luego se suceden los acontecimientos y son los que votan quienes solucionan los problemas, ya que los políticos están tomando el aperitivo en el bar. ¿Qué pintan realmente entonces todos estos representantes? Claro, cuando planteé a mi padre la ecuación de forma inocente, me dijo: “otro anarquista nos ha salido”. Así que tuve que investigar sobre el término. Desgraciadamente éste me llevó a la Guerra Civil, que fue el estudio que me abrió los ojos definitivamente. Y digo “por desgracia”, porque este estudio y otros libros de Waltari, me despertaron la afición por la Historia, de la que nunca me he desprendido y que impidió un mejor desarrollo en otros campos profesionales.
Mi padre fue el hombre más culto e inteligente que he conocido jamás. Tenía un vocabulario exquisito, pero a veces abusaba de la ironía, siempre muy aguda. Como lo veía muy poco, aprovechaba cuando lo tenía delante para interrogarle sobre política. Cuando le dije que los políticos reunidos con el Rey eran los mismos personajes de la Guerra Civil, me dijo “mismos perros con distinto collar”. Entonces añadí que se repetiría la Historia, y me dijo “llevamos así 200 años al menos”. ¿Entonces para qué votamos? “Pues si no votamos pasaríamos a un gobierno anarquista, esto es sin orden ni concierto, y cada uno haría lo que le da la gana”. ¿Pero no es eso la Libertad y la Democracia, ser libres para hacer lo que le dé a uno la gana? “si, pero con orden y con la Ley, todos sujetos a unas mismas normas, y eso se supone que se alcanza con este sistema, sistema que quedará establecido con una Constitución Española que se está redactando”. ¿Como el reglamento de la filá que estás fundando, o el reglamento de un club de fútbol? “Exacto, un reglamento igual para todos que se llamará Constitución y que ya tuvimos en el pasado. Pero se debe hacer una nueva para estos nuevos tiempos”. Si está bien hecha, pensé dentro de mí, sirve para cualquier época.
“Por cierto, siguió diciendo mi padre, tu madre me ha dicho que te has apuntado al Club 23 de los Salesianos y al Club 24 recién abierto. Sé que a ambos clubes acudes por la música y por ir con los amigos…” Sí, le dije muy animado, tengo el carnet Nº 1 del Club 24… “Bueno, me cortó mi padre entonces, mira detrás del carnet y verás las siglas PCE, pues se trata de un club abierto para las Juventudes Comunistas. No sé si tienes clara la cuestión entre dos lugares antagónicos: Salesianos y Partido Comunista, pero no se lo digas a tu abuela que le da un patatús. A mí me da lo mismo, porque tu madre votará al PSOE y yo a Fraga en las próximas Elecciones Generales”.
Una última anécdota tuve con mi padre como protagonista y que terminó por darme la idea definitiva de que los políticos no son más que unos sinvergüenzas. Ocurrió durante una reunión familiar aburrida, cuando me uní como oyente a un triángulo formado por él y dos primos suyos. Los tres ya han fallecido. Mi padre era un hombre de negocios emprendedor y empleado de Banca. Sus primos eran, el primero Catedrático de Filología de Lengua Románica (catalana se llamó después), y el otro Diputado en la Corte Provincial, además de gran artista reconocido. Ambos intelectuales y políticos pertenecían al PSOE liderado por un joven Felipe González recién investido Presidente, así que la dicha reunión pasó a mediados de 1983, teniendo un servidor diecisiete años.
La conversación versaba sobre Economía. Mi padre, como conocedor de la situación decadente de la ciudad, con la Industria yendo de cierre en cierre de las empresas importantes, y la fuga de las empresas solventes a otros lugares con menos presión fiscal, proponía una radical bajada de impuestos sobre los solares disponibles, así como la aplicación de nuevas tasas más asequibles para los emprendedores, e incentivar con ello la creación de nuevas empresas, con la consiguiente subida de empleos, y solidificar las que quedaban en nuestro suelo, “aflojando” la soga que les estaba ahogando. Las risas de sus dos primos no se hicieron esperar. Me quedé más que sorprendido por la soberbia negativa de aquellos políticos, de tal modo que parecía que mi padre les estaba pidiendo dinero a ellos particularmente. “Eso no se puede hacer Pepe”, dijeron con la sonrisa en la boca. ¡Eran príncipes o reyes! ¡Los políticos son nobles que niegan por defecto cualquier iniciativa de progreso que signifique menos ganancias para ellos! ¿Y esos son los progresistas? Pensé inmediatamente. Claro, por eso conceden privilegios a determinadas empresas y vendieron las nacionales a tres pesetas, porque son negocios que ellos arrebataron por las malas a particulares (RUMASA, etc) y a todos los españoles (114 Empresas Nacionales). Los políticos en las legislaturas PP y PSOE han expoliado durante cuatro décadas patrimonios pero no para engrosar las arcas del Estado (como hizo Noruega con su petróleo, por ejemplo), sino para engrosar sus propios bolsillos.
A partir de dicha reunión me declaré “apolítico”, y nunca he votado ni votaré, dejó de interesarme el tema, hasta que hace una década todos nos vimos (por la enésima crisis provocada por ellos) abocados a interesarnos de nuevo. Pero los que ahora abren los ojos, sobre todo las generaciones más jóvenes, deben interesarse por conocer la Historia Económica y Política de España, si quieren entender el presente. Debemos exigir que rindan cuentas todos estos piratas y exigir la devolución de los patrimonios robados, tal y como se ha hecho con particulares e instituciones que robaron en épocas anteriores. Conde Duque de Olivares, Godoy y una innumerable lista de sujetos del pasado, tuvieron que entregar sus patrimonios tras demostrarse ante la Ley sus fechorías. Debemos hacer lo mismo con nuestros malhechores de los últimos lustros.
Disponemos de un rico repertorio de toda una década cantada en los años 1980s con acusaciones directas hacia políticos contemporáneos, y que nadie hizo caso porque vestían con pelo-pincho y parecían mugrientos desarrapados, los punks, protagonistas en todo el mundo por acusar a la clase política de todos los problemas y males de la sociedad. Ahora comprobamos que tenían razón, que no debemos seguir el juego de los políticos, que no debemos votarles en las Elecciones Generales, que solamente voten los 500.000 políticos, para que sepan de una vez por todas que ya no soportamos más nuestro servilismo y sus abusos de poder. Con dicho gesto, no provocamos una Anarquía, sino que demandamos una nueva Constitución donde se prescinda de esta clase privilegiada que llamamos políticos.
César Metonio