El equipo de www.qvo.es ofrece su más sentido pésame por las víctimas del COVID-19 a las familias, por eso muestra desde el inicio de esta terrible Pandemia un lazo negro en todos sus post.
Estamos viviendo una pandemia por COVID-19 que probablemente nos acompañará también durante el año 2021. Esta enfermedad sirve ahora de pretexto a los políticos para manejar y manipular a la población. No hay que ser muy espabilado para comprobar que con la reducción de los grupos, la prohibición de reuniones y los toques de queda, el estado de alarma se ha convertido en el paraíso para cualquier político: un territorio donde gobernar y cobrar impuestos sin ningún tipo de oposición, ya que los políticos (el Estado) pueden acceder e intervenir cuando quieran las cuentas bancarias de todas las personas. Todos los derechos civiles al completo quedan así suspendidos. Tenemos limitados nuestros movimientos, se supone que el Gasto y el Consumo ha bajado, pero el presente Gobierno ha subido o subirá en breve todos los impuestos, y además permitirá que todos los productos de primera necesidad (Agua, Luz, Alimentación, etc) suban también de precio.
Por cierto, la ONU le puso hace poco una nota negativa a España en cuestión de Derechos Humanos. Curioso, por una parte somos los que más inmigración ilegal admite de Europa, pero la población civil no disfruta de libertades.
El ser humano ha pagado y paga un alto tributo por existir bajo un estilo cómodo y seguro de vida. Y no me refiero a otra cosa que a la Economía, ya que en más cantidad o menos, todos los seres humanos pagamos impuestos a los estados. Depositamos (pagamos) la confianza en científicos, médicos, abogados, políticos, etc., para que sigamos protegidos en un sistema que venimos perfilando desde hace más de un siglo. El siglo XX ha sido la época más “tecnológica” de la Historia de la Humanidad. Dicho desarrollo tecnológico vino avalado por el comercio que, mediante su intervención, lograba precios asequibles a la tecnología que se iba creando, de modo que nuestras viviendas son más cómodas y los medios de comunicación son ahora mucho más rápidos y confortables que en cualquier otra época anterior.
El Consumismo desmedido, que ha desbordado las previsiones, tiene ahora muy mala solución, pues nuestra economía se basa precisamente en esto: el Consumo. Han surgido soluciones viables y que podían paliar los problemas graves de Contaminación, de desgaste de los recursos naturales, pero dichas soluciones ponían en peligro los poderes fácticos que todos los políticos del mundo han impuesto, en connivencia con las grandes empresas y corporaciones. La figura del “mercader” es y seguirá siendo fundamental para la Humanidad. Hoy en día, las figuras de mercader y político se confunden y resulta muy raro encontrar a los unos sin los otros.
Sólo hay que ver la “actuación” del último Presidente USA, un hombre de negocios que se “compró” el cargo y que ahora la clase política ha echado a patadas del Congreso. Ni levantó un muro en México ni ha hecho nada de lo que dijo iba a realizar en sus discursos electorales, tal y como vienen haciendo todos los políticos allí y en el resto del mundo. Eso sí, ahora es mucho más rico que antes, lo mismo que el resto de políticos. Antes de salir, enredó a sus seguidores comprados para que se amotinaran en el Capitolio, reconoció el Sáhara Español como marroquí, y le ha sacado al Congreso (a todos los estadounidenses) 900.000 millones de dólares para ayudas por el desastroso momento COVID-19 que vivimos.
En las dos últimas décadas los gobiernos han desviado el verdadero problema que todos los humanos sufrimos: trabajo digno y vivienda, hacia otros menores: las diferencias por orientación sexual, racial, religioso y político, sin olvidar los separatismos y reivindicaciones territoriales. Nosotros, como unos pardillos, hemos caído en su red de mentiras y adoctrinamientos hasta tal punto de que vivimos gobiernos de minorías sobre mayorías. Vemos día a día que nada cambia, que siguen habiendo los mismos barrios residenciales y su antagonismo en forma de suburbios chabolistas o desesperantes colas para las ayudas sociales en todas las ciudades y pueblos; que los jóvenes deben vivir con los padres hasta pasados los 30 años, que los matrimonios del primer mundo apenas tienen hijos por culpa del terrorismo de estado, ese que nos transmite el infierno de tiempos pasados convertido ahora en sinónimo de Desempleo. Pero claro, eso no viene con nosotros, “a mí no me afecta y no me preocupa, hasta que me quede sin empleo”. Le damos más importancia a lo hipotético que a la realidad. Nos alegramos de ver a un cantante o deportista con un auto de 1 millón de euros, sin mirar a nuestro alrededor y comprobar lo patéticos que llegamos a ser los seres humanos, que vivimos felices en nuestro mundo de fantasía.
Una pregunta que todos nos hacemos desde hace años: ¿Por qué no llegan los adelantos tecnológicos tan espectaculares que han surgido en estas dos últimas décadas? ¿Por qué no se aplica masivamente la robótica, el grafeno, los avances en Genética, la energía solar y eólica, en resumen las energías renovables, el reciclaje masivo, ni se imponen los coches eléctricos? Muy sencillo: mientras la vida de un ser humano sea “barata”, incluso insignificante en muchos lugares del Planeta, no se impondrá ningún adelanto técnico. Nos hemos estancado. Esa es la pura verdad, y ni siquiera en Japón la vida de sus personas tiene un valor mayor que un androide. ¿Para qué construir y vender algo más caro que una persona?
Resulta más barato un esclavo vivo e “inteligente” que una máquina. Solamente tiene riqueza y poder el 1 % de la población mundial, el porcentaje existente de mansiones domóticas y de la venta de tecnología más avanzada. Alrededor de un 3 % mundial se puede permitir adquirir tecnología avanzada porque explotan un Copy Right, les sonó la flauta en un momento dado y ahora viven como reyes sin hacer nada, trabajando los demás para ellos. Hemos retrocedido al siglo XIX y abandonamos los principios por los que maravilló el XX, así que no debemos esperar que lo último en Tecnología y Ciencia se vaya a aplicar masivamente. Este concepto explica la actuación que se está llevando a cabo con la Pandemia, donde y milagrosamente, en China, primer productor y hacedor del Consumismo en el mundo, “no le afecta” (eso dicen ellos) el coronavirus.
Durante el siglo XX el valor del ser humano se incrementó paulatinamente. De no valer nada en el siglo XIX, resulta que llegó la fiebre española y mató a casi 100 millones de personas. Este dato y la organización sindical de los trabajadores en las zonas industrializadas, revalorizó la mano de obra. Al mismo tiempo la Gran Guerra mató a otros 20 millones, como mínimo, de hombres jóvenes, así que un trabajador sobreviviente podía exigir algún derecho o el empresario se quedaba sin producir. Solamente Estados Unidos necesitó millones de empleados en la segunda década de dicho siglo XX, tanta, que el hecho provocó el Crack del 29. Los españoles, que no se vieron involucrados en la Gran Guerra, exportaron mano de obra, por ejemplo a Argelia, donde hasta mediados de la Gran Guerra trabajaron hasta 114.000 mujeres y hombres, la mayoría de la Comunidad Valenciana. El valor de la persona siguió al alza también tras las revoluciones por el poder político (comunistas), y solamente en Rusia y China se asesinaron a más de 80 millones de personas, creando un gran déficit de mano de obra.
La siguiente catástrofe mundial llegó nada más pasar dos décadas, una Segunda Guerra Mundial donde murieron al menos 60 millones de personas. De nuevo a su término, la mano de obra del ser humano consiguió revalorizarse, ante la carencia de hombres jóvenes. Pero en una década de alta reproducción sexual y consiguiente aumento demográfico, el Desempleo se convirtió en el arma principal de los estados, a falta de otras grandes guerras. El principal terrorismo de estado en el mundo fue el Desempleo. El miedo a perder el trabajo y no conseguir otro sería el argumento más “conseguido” por los políticos, discursos elocuentes y llenos de promesas que nunca se vieron cumplidas, sin la iniciativa de empresarios emprendedores aleatorios.
El cinismo de los estados a este respecto es aterrador, pues “necesitaban” de al menos un 7 % de Paro para que “el sistema funcionase”. Dicha fórmula se aplica hasta nuestros días y explica el desmantelamiento paulatino de la Industria europea, entre otras cosas. Pero con un porcentaje mayor, como en Estados Unidos que ya llega al 15 % o España que supera el 22 % de Paro, se deben poner en práctica medidas más desesperadas, pues el valor de una persona es ahora mismo de 426 euros mensuales (en España). ¿Para qué construir un robot que sustituya a una persona, si su valor es mayor que la misma persona? Y no se piense que una medida política solucionará el tema. Con un sistema fundamentado en el Comunismo, por ejemplo, el valor de la persona, del trabajador todavía sería menor.
La COVID-19 les ha llegado a los políticos de perlas. A falta de una catástrofe a gran escala, como lo fueron antes las grandes pandemias, revoluciones sociales y confrontamientos bélicos, les ha llegado un pretexto igual de válido para manipular a la población. Sin pretenderlo, estamos dándoles tiempo a reorganizarse, a resolver dónde esconderán ahora su dinero (han salido a la luz sus ingresos en paraísos fiscales), y sobre todo, qué modus operandum será el más adecuado para seguir en el poder, pues ya son en todo el mundo millones de personas las que cuestionan a nuestros dirigentes. Estamos viviendo una dictadura de la clase política, cuatro gatos que manejan billones de euros y juegan con el valor de las personas.
Si queremos una sociedad que continúe con el progreso tecnológico limpio de contaminantes, barato y reciclable, si queremos una Administración de los fondos públicos coherente y honesta, si queremos que el valor de las personas esté tan por encima del resto material, que nos podamos permitir la adquisición de un androide, de una mejora genética, de un coche eléctrico, de una casa sana y domótica (inteligente), si queremos vetar la fabricación de componentes y materiales nocivos (sea de Telefonía-Comunicaciones u otros contaminantes), si queremos avanzar y progresar hacia un futuro mejor, debemos sustituir a la clase política por personas (o software) que sean conscientes de que todos vamos a morir y que nadie se lleva las riquezas al otro mundo, con la esperanza de dejar un Planeta habitado y habitable a las siguientes generaciones. También estaría bien restar poder al dinero, así los mercaderes no controlarían los senados. Está visto que nuestro sistema político falla, está corrupto, y debemos organizar otro sistema que nos convierta de nuevo en seres humanos y no esclavos.
César Metonio