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El principal arqueólogo del Antiguo Egipto de las últimas décadas, Zahi Hawass, presentó el pasado 9 de Abril al mundo su último descubrimiento: La Ciudad Perdida de Luxor, un hallazgo crucial para conocer esta cultura fantástica que, durante más de 3.000 años y en plena edad del Bronce, desarrolló una civilización fascinante e incomparable en el Planeta.
La excavación tras los templos imponentes de Amenhotep III, en la orilla occidental de Luxor, se mantuvo todo lo secreta posible en este último año, pero los numerosos equipos de especialistas que pasan a diario por la zona, incluido uno del CSIC español que excava a la otra parte del templo, ya filtraron la noticia, porque los restos hallados en primer lugar fueron perfilando decenas y decenas de cuadrículas empedradas y rodeadas por dos serpenteantes muros de contención, de ladrillo cocido, que separan unas estancias de otras de lo que se cree unas dependencias administrativas de la ciudad.
Durante un siglo de excavaciones nunca se había hallado restos civiles de consideración en toda la confluencia del Nilo ni en las zonas susceptibles en las referencias escritas de los textos antiguos o tablillas. Salvo el campamento de trabajadores en Gizá y algunos esporádicos restos menores que se tienen como restos de ciudades, nunca se ha hallado hasta ahora una “auténtica ciudad enterrada del tiempo de los faraones”, además con numerosos ajuares domésticos y de enterramiento, con restos humanos y animales, la configuración de las viviendas y construcciones del tiempo de uno de los faraones más prósperos de todas las dinastías, como fue Amenhotep III, padre de Akenatón y abuelo de Tutankamón.
El equipo de Zahi Hawass tiene ahora el gran cometido de “escarbar” en la arena día a día, fragmento a fragmento, para ir descubriendo los secretos que durante más de 3000 años se escondían en una arena que pisaban a diario todos los arqueólogos y turistas que visitaban Luxor. “Lo tenían en las narices y nadie cayó en la cuenta”. Así es este fascinante mundo de la Arqueología: más un acto de suerte que de investigación, aunque lo uno no puede llegar sin lo otro.
La Ciudad Perdida Dorada se encuentra a unos entre dos y cuatro metros de profundidad. Desapareció bajo las arenas sobre el año 1300 a. de C., tras el reinado del faraón Ay (1323-1320 a. de C.), sucesor de Tutankamón, y ahora con las nuevas técnicas se puede dictaminar cómo y porqué se la tragó la arena hace tres mil años. En las referencias antiguas se cree que la ciudad se llamó “El Ascenso de Atón”, una ciudad industrial y administrativa que pronto podremos conocer con más detalle, cuántas personas la poblaban y a qué clase social pertenecían en general o si se trataba de una metrópoli. Se han hallado trazas de talleres, capillas, hornos, y una necrópolis exterior que se ha desenterrado en sus inicios, con numerosos hipogeos parecidos en construcción al del Valle de los Reyes, de modo que no resultaría raro encontrar tumbas de personajes importantes y hasta de algún faraón.
En la misma área se hallaron los templos funerarios de los faraones Horemheb y Ay en distintas épocas y ha sido la búsqueda del templo de Tutankamón el que destapó la ciudad más grande encontrada del tiempo de los faraones. Su extensión se alarga por el Oeste hasta Deir-el-Medina, el poblado de constructores del Valle de los Reyes. La importancia de este descubrimiento es quizás el más importante de la Historia de la Egiptología, aunque ninguno sobrepasará jamás al descubrimiento de la tumba de Tutankamón por el boom mediático que significó.
La búsqueda del templo de Tutankamón comenzó en Septiembre del 2020 y la fortuna ha permitido un descubrimiento todavía mayor en unos pocos meses. Quien conoce el procedimiento de las excavaciones en Egipto sabe lo importante que es el tiempo, donde el dicho “el tiempo es oro” se hace realidad nunca mejor dicho, y este hallazgo permitirá sin duda una garantía para seguir con los trabajos indefinidamente, algo que el equipo de Hawass agradecerá sin duda, y permitirá también que otros equipos extranjeros participen. Veremos qué sorpresas nos aguardan enterradas en aquellas arenas de Luxor.