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Cuando Jaime I conquistó la ciudad de Valencia en 1238 ya hizo constar que ocupaba la capital del reino de mismo nombre. Eso significa que se consideraba ya en esa época como un reino histórico dentro de la Península Ibérica, pero con un territorio indeterminado. De hecho, su actual territorio tuvo modificaciones en el siglo XIV, en el siglo XVIII y hasta en el XIX. Pero ¿no debió ser más lógico anexionar dicho territorio a la Corona Aragonesa sin más, y obviar un posible pasado valencianista que nadie supuestamente recordaba, y ahorrarse enemistades con los que esperaban mayor premio de conquista (nobles y mercenarios)? Además otorgó unos privilegios sin precedentes en forma de Fueros inmediatamente. Si obtuvo derecho de conquista, ¿qué necesidad tenía de tratar con deferencia a los valencianos, máxime si expulsó a los musulmanes en un principio, como se nos cuenta, para que los mozárabes recuperasen sus patrimonios?
Grandes eruditos e historiadores modernos quieren establecer la identidad valenciana a mediados del siglo XIV, una identidad “nacionalista” que resulta de un concepto también moderno, surgido a partir del Romanticismo del siglo XIX, y que no se puede analizar desde una perspectiva moderna, ya que desde la disolución del Imperio Romano hasta casi el siglo XVI, el concepto «nacionalismo» es mucho más complejo de lo que podemos comprender. Cuando siglo a siglo se sucedieron los señores de la guerra (fueren moros o cristianos), conocer el sentimiento popular resulta una tarea imposible, así que debemos establecer una identidad territorial al ámbito correspondiente con rigor histórico y sentido común. Está claro que un valenciano de la ciudad sentirá amor y apego por su propiedad y por su ciudad, los defenderá con su vida, pero ya es más delicado afirmar que un propietario de Xátiva o Alacant sientan el mismo apego por la capital del reino. Dicha complejidad se hace extensible a cualquier reino histórico hispano, ninguno de ellos exento de intentos de escisión o separatismos por parte de ciudades y comarcas. En la Edad Media fue corriente que distintos ejércitos al enfrentarse enarbolaran el pendón de San Jorge y la Cruz y clamaran al santo y a Cristo en su choque de armas, del mismo modo que los musulmanes, al enfrentarse entre sí se encomendaron a Alá y Mahoma. En dicha tesitura ¿Cómo podemos comprender un posible origen “nacionalista” en cualquier espacio europeo tras la caída del Imperio Romano?
Numerosos historiadores defienden la teoría de que el primer rey de Valencia fue Mubárak, que se sentó en el trono de su taifa en el año 1009, pero la próspera taifa de Denia también se puede considerar reino «ajeno» al de Valencia entonces. Podemos decir estrictamente que en 1244 “el reino de Valencia conquistó el de Denia” y que son dos entidades culturales distintas. Pero resulta que los colonos valenciano-parlantes se asentaron en gran número por territorios del otrora Reino de Murcia y de la actual provincia de Albacete (desde mediados hasta finales del siglo XIII), y que incluida la capital murciana, los guerreros valencianos terminaron por conquistar. Pero nunca se consideró Reino de Valencia más al sur de Cartagena, que terminó intercambiándose por Elche por motivos estratégicos. De modo que sería Orihuela (Oriola) la más importante ciudad fronteriza con Murcia y hasta Torrevieja por la costa.
Quien observe este resumen, inmediatamente opinará en contra de una identidad valenciana surgida de dichas “absorciones” territoriales, pues no aclaran qué bandera ni fundamento político se enarbolaba más que al aragonés Jaime I y la cruz cristiana, una cuestión a debatir sin poseer más referencias que nos cuenten el sentir popular de la época, por falta de referencias escritas “desinteresadas”. Bien es cierto que se usó el pendón aragonés donado por Jaime I para conquistar el resto de territorios valencianos y murcianos, pero ¿fue ese el primer fundamento para establecer un Reino de Valencia?
Por eso, debemos estudiar épocas anteriores para comprender la cultura valenciana, aunque tuviese otras ciudades más importantes que la propia Valencia, y el poder político y administrativo estuviese centrado en otra zona. Lo importante es establecer una cultura valenciana común a toda esa zona levantina, y porqué se decidió en 1238 ubicar su capital en Valencia (que también sería capital del Imperio Aragonés, Corona Aragonesa, con el reinado de Alfons V el Magnánim).
Quien haya leído las crónicas romanas de la Conquista de Hispania, sabrá que ya entonces existió un reino en lo que luego sería Valencia y hasta tres en lo que hoy conocemos como el antiguo reino valenciano (ahora comunidad autónoma). La “obsesión” de políticos y los historiadores que “acomodan” sus pretensiones, intentan vincular a la ciudad de Valencia con el resto de su comunidad. Ocurre lo mismo con Barcelona, que se tiene como el ombligo de Cataluña, cuando una y otra ciudad no son más que centros políticos en determinados estadios temporales de la larga prehistoria e historia de sus territorios y sus vecinos.
Dicha vinculación de Valencia a su reino y la búsqueda de una identidad histórica, hace que se cometan numerosas contradicciones y confusiones. Siguiendo la comparativa con Cataluña, es como Barcelona con Seo de Urgel, dos condados que pugnan por quién posee más “derecho a catalán”, cuestión que les ha llevado hasta el enfrentamiento bélico en no pocas ocasiones a lo largo de la Historia. La consabida «lucha de poder», en la que siempre gana el rico. No por ello, las gentes dejaron de «amar» a Valencia o Cataluña por las disputas de sus señores.
Los romanos nos contaron hace veinte siglos en sus crónicas que en el territorio actual valenciano como reino, batallaban entre sí tres reinos: Contestania al sur (que abarcaba también algunas zonas de Albacete y Murcia), Edetania y la Ilercavonia (Norte de Castellón, gran parte del sur de la provincia de Tarragona y sur de Aragón). Para encontrar la identidad de la que hablan políticos y sus “historiadores”, tenemos por fuerza que remontarnos a esta época para poder comprender la singularidad y complejidad (términos aparentemente antagónicos) del Antiguo Reino de Valencia.
En las crónicas de la Antigüedad vemos que Valencia fue una fundación romana (Valentia Edetanorum) del año 138 a. de C., sobre un núcleo primitivo ibérico (modesto puerto pesquero mayormente). En el territorio existieron enclaves mucho más importantes que Valencia en dicha época, por ejemplo la capital Edeta (situada en un promontorio cerca de Lliria). Pero antes de ser fundación romana, el ámbito ibérico levantino, considerado “cuna” de la cultura íbera o ibérica, pasó por numerosos intercambios culturales e invasiones pacíficas y militares por otros pueblos del Mediterráneo.
Según Ptolomeo (Alejandría siglo II), en Contestania ya eran muy conocidos e importantes los puertos de Carthago Nova (Cartagena actual, una fundación y capital cartaginesa), el Peñón de Ifach (que Estrabón confundió con Gibraltar), Lucentum (Alicante) y otros puertos marítimos, como Denia (base naval de Sertorio que cambió su nombre ibérico por Dianium, conmemorando a la diosa Diana, en el I a. de c.). Por otros cronistas romanos y yacimientos arqueológicos conocemos también ciudades interiores como Saitibi (Xátiva), donde se acuñó moneda ibérica, Ilici (Elche), La Serreta y El Puig en Alcoy, donde se pudo albergar poder religioso-administrativo dada la cantidad de ofrendas y escritos en plomo encontrados, también Elda, y numerosos enclaves murcianos y albaceteños como Pozo Moro. Al Norte encontraron los cronistas romanos mucho territorio agrícola por influencia del río Ebro y sus afluentes, y numerosos asentamientos de poblados ibéricos pero sin ninguna ciudad “estado” de relevancia. Podemos señalar los yacimientos de Alloza y Azaila como los mejor documentados. Quizás no se ha excavado lo suficiente en la antigua Ilercavonia.
Tenemos entonces que de aquellos orígenes ibéricos, los edetanos se encontraban en el centro. Al sur un rico reino que albergó una capital cartaginesa, y al Norte un rico granero para abastecerse. Al menos se sabe que la capital (Edeta) se encontraba en Lliria, en el Tossal de Sant Miquel, a pocos kms de Valencia. Los enclaves más importantes por conocidos fueron Sagunto (Sucro), que acuñaba moneda propia ibérica, y Cullera (Arce). ¿Cómo terminó la ciudad de Valencia denominando un reino que abarca desde Tarragona hasta Murcia y adentrándose hasta más de 100 kms por el interior de la península en muchos puntos? De Contestania se busca todavía su capital, si la tuvo, y su topónimo en íbero, pues es un topónimo moderno por encontrarse en la comarca del Comtat de Cocentaina y de su vecina Alcoy numerosos vestigios de la cultura ibérica ya desde el siglo XIX. Allí se encontraron las primeras escrituras, falcatas y monedas de dicha época.
El último rey tartésico conocido fue Argantonio (fallecido en 550 a. de C.). Se sabe que el ámbito tartésico llegó hasta el Levante, y quizás en el siglo V a. de C. se formaron o poblaron sociedades organizadas en “reinos” que debiéramos decir tribus o clanes, incluso feudos, mandados por la élite guerrera y religiosa en el actual Reino de Valencia. Tenemos constancia de que hubo incluso reyes en tales territorios, pero con mayor seguridad un trono en Edeta, según Diod. Sículo, Livio, Plinio, Polonio, etc., serían los cartagineses quienes “obligaron” a la unificación de los pequeños “reinos” ibéricos, tradicionalmente belicosos entre sí, para mantener sus hegemonías y no les ocurriese como a los tartésicos, que se disolvieron rápidamente en el siglo V a. de C., siendo un reino y cultura poderosa. En esa época los cartagineses suceden a los fenicios en los enclaves comerciales establecidos en el sur de la Península Ibérica. Los mismos, viendo la gran división de poder, comenzaron poco a poco una dominación militar y política que abarcó la actual Andalucía, y de sur a norte por el Mediterráneo precisamente hasta la frontera con los edetanos. Los plomos de Alcoy contienen el proceso lingüístico que los íberos siguieron, gracias a la transcripción a los alfabetos fenicio, griego y latino de su lengua, incluido el primitivo “valenciano autóctono”, identificado en los plomos Nº 9 y Nº 11 como “lenguas levantinas”. Se siguen estudiando, pero todavía no conocemos el significado exacto de estos 14 plomos.
Entre el 264 y 241 a. de C. los romanos frenan la que estaba siendo expansión cartaginesa imparable con su victoria en la Primera Guerra Púnica. Amílcar Barca, en 228 a. de C. ¿Primer rey de Valencia? Consigue recuperar el prestigio de Cartago en Iberia con la victoria en Ilici (Elche). Durante dicha ocupación de la zona, que ya llevaba casi una década, fundará el enclave de Akra Leuce (o Leuké, más tarde llamada en latín Lucentum en Alicante), para establecer un puerto de embarque a tropas y suministros, con la intención de fundar quizás también una nueva capital. En el yacimiento y numerosos puntos cercanos a Lucentum se observan restos de dicho asentamiento cartaginés. Pero durante dicha batalla de Ilici de 228 a. de C., Amílcar conoció la intención de los reyes edetano e ilercavón, más algunos grupos celtíberos del interior por unificar sus fuerzas para repeler el avance hacia el interior, Todo eso tras sacarle los ojos a su enemigo Indortas, de modo que, volviendo a galope tendido para avisar a sus hijos (Aníbal, Asdrúbal y el joven Magón), su caballo tropezó en la ribera del río Vinalopó y murió a causa de la caída (Existe un monumento conmemorativo en la localidad albaceteña de Elche de la sierra, donde se piensa que ocurrió su última batalla). Este hecho lo relato porque es importante a la hora de comprender la identidad valenciana. Amílcar casó a sus hijos con princesas íberas. ¿Pudo ser Amílcar Barca el primer rey de una Valencia unificada?
Contestanos, edetanos e ilercavones se encontraban en la misma encrucijada. Cuando no se unían o enemistaban por causa romana, lo estaban por los cartagineses. Se dieron cuenta de que su supervivencia debía pasar a la fuerza por una “unificación” definitiva entre ellos. Se cuenta en las crónicas que un poderoso rey llamado Oriso (u Orison) fue quien obligó a la retirada de Amílcar con la consiguiente muerte accidental posterior. A falta de claras referencias escritas, no podemos establecer una fecha ni un punto exacto de las reuniones mantenidas entre sus líderes (secretas para los romanos y cartagineses), pero el mero hecho de que, según todas las crónicas existentes, combatían en unión contra las invasiones foráneas, da la idea más que aproximada de “comunión” territorial. Siempre pensé que los plomos de Alcoy, al menos algunos, son una “lista de pueblos”, y tengo la idea romántica de que precisamente los que se datan entre el siglo V al III a. de C. podrían contener algún “pacto ibérico” de entre ellos.
(218-204 a. de C.)
Los hijos del recién fallecido Amílcar decidieron reunir todo su ejército para someter los territorios pendientes del ámbito mediterráneo ibérico y plantear una guerra decisiva contra los romanos. Asdrúbal quedaría en retaguardia como general en la Contestania y Aníbal comandaría la impresionante expedición tan famosa en la Historia de su paso por los Alpes. Asdrúbal (que no era hermano sino cuñado de Aníbal) reclutó una nutrida infantería contestana y llegaron honderos baleares en un número de varios centenares, que se unieron en gran número a la expedición hacia la Península Itálica y sus islas cercanas. Edetanos e ilercavones decidieron unirse también a los íberos del sur y pactaron con los celtíberos del interior una larga tregua (Asdrúbal llegaría con sus tropas hasta las actuales ciudades de Toro y Salamanca). En mi opinión, surge aquí por primera vez una identidad común “valenciana”, incluso dos siglos antes de la fundación de Valentia Edetanorum. Su fundación sería romana, pero existen numerosos fundamentos que hacen pensar en una capital también ibérica, pues por entonces ya se había abandonado el promontorio en Lliria, la antigua capital edetana. La prueba de un «reino valenciano íbero» nos la ofrecen las mismas fuentes históricas, pues consta que Asdrúbal se casó con la hija de un «regúlo», probablemente contestano, hecho que demuestra que se consideró heredero de Amílcar, al mismo nivel que los reyes íberos. Del mismo modo Aníbal casaría con una princesa edetana, aunque las fuentes no lo aclaran.
Los santuarios ibéricos coexistieron con los cartagineses y romanos hasta el siglo IV, es decir, la religión ibérica no se “romanizó”, y en muchos casos pasó directamente al Cristianismo, tal y como consta en los yacimientos arqueológicos y en las referencias escritas. El sacerdote ibérico valenciano no fue perseguido, aunque si “relegado” por los dioses romanos. Este dato es muy importante para comprender una “resistencia ibérica valenciana” a las influencias extranjeras. La figura del templo no era habitual en la cultura íbera, por eso encontramos romanos de nueva planta en las ciudades y muy pocos que fuesen construidos sobre antiguos santuarios, siempre separados de los poblados y en promontorios, costumbre que se mantuvo con las ermitas rurales y de monte cristianas muy abundantes.
Si nos fijamos, los íberos valencianos (no sabemos cómo se autodenominaban en dicha época), perdieron junto a los cartagineses la Segunda Guerra Púnica, y la mayoría de jóvenes en edad de combatir. Eso propició que los romanos fuesen penetrando sin apenas obstáculos desde sus asentamientos tarraconenses. Como ocurriera con visigodos cinco siglos después, musulmanes ocho siglos después y cristianos doce siglos más tarde, se repetía una dominación venida del sur para terminar dominando los venidos del norte. A pesar de su condición de perdedores, nunca se mostraron hostiles los invasores tras la ocupación, y eso da a entender el carácter y personalidad del pueblo valenciano, por lo general, se les respetaron sus tradiciones (y ellos las conservaron a pesar de las presiones y censuras).
Existe una época entre grandes culturas dominadoras, como fue el paso de los pueblos góticos, cuando la lengua ibérica estaba ya muy romanizada. También admitieron a los bizantinos, que por el siglo VI todavía se consideraban potencia en el Mediterráneo. En Hispania encontraron la dura oposición de los visigodos. Se sitúa a Leovigildo como posible primer rey de Valencia, pero lo dudo, pues la tradición bizantina quedó como algo positivo en la cultura valenciana (ejemplo la obra «Tiran Lo Blanc»). Sería en esta época cuando surgió el valenciano antiguo, y del íbero nos han quedado numerosas expresiones, tales como “ca”, “au”, “xe”, “fole” y otras raíces y formas guturales, que también se fueron perdiendo con la modernidad, sobre todo a finales del siglo XIX. Las diferencias lingüísticas con los vecinos aragoneses, catalanes y baleares se pronunciaron dependiendo de la época, pero con el Siglo de Oro de las Letras Valencianas y la Gramática Valenciana del siglo XV, pudieron “enderezar” sus modismos. Los catalanes se fueron desprendiendo del francés y los baleares perdieron sus propios modismos ibéricos para “modelarse” gracias a dicha gramática. Pero no corramos tanto, pues llegamos a la dominación árabe comenzada en el siglo VIII.
Hasta hace muy pocos años se tenía como algo seguro que la organización e ingeniería agrícola existente era mayormente romana, pero en las últimas décadas se ha comprobado que los romanos ampliaron en número y quizás practicaron mejoras puntuales en las infraestructuras ya creadas por los íberos. Es más, los íberos aventajaban a los romanos en la creación de terrazas para cultivos en las zonas montañosas, y muchas de estas se conservan todavía, a pesar de los más de 20 siglos transcurridos. Los árabes convirtieron el Reino de Valencia en un vergel, aprovechando dichas estructuras y multiplicándolas con un mejor regadío. De modo que los autóctonos cristianos (mozárabes y judíos) se enriquecieron culturalmente con los nuevos conocimientos en todos los aspectos y campos del saber, sin perder su personalidad ni su lengua romance, aunque si escrita, pues adoptaron el árabe, como hicieron antiguamente con los alfabetos primitivos foráneos. Así transcurrieron tres siglos con un Reino de Valencia “dormido” hasta que aparecieron las taifas. Es en este siglo XI, en sus comienzos, cuando observamos que se repiten los espacios territoriales ibéricos, como si no hubiesen transcurrido doce siglos. Las taifas coinciden con las antiguas Edetania, Contestania, y el espacio de los ilercavones es una “marca hispánica” durante un prolongado tiempo, una tierra agrícola poco poblada y que finalmente se repartirían los distintos reinos cristianos. La diferencia estriba en que Contestania abarca esta vez también a las Islas Baleares, dos territorios que siempre estuvieron bien comunicados, desde al menos 1500 años a. de C.
El rey Mubárak llamó a la ciudad de Valencia “medina At-Turab” y al reino “Balansïa”. De continuar dichos topónimos en el tiempo, ahora tendríamos que el topónimo Valencia estaría desconectado de la ciudad, pero la circunstancia duró poco, ya que su sucesor Abd Al-Aziz, volvió a la tradición poco más de una década después. Curiosamente, esta confusión entre reino y ciudad se vive incluso en la actualidad y con su símbolo más importante: la Senyera, la más antigua bandera del mundo con rango de Realeza, otorgada por Pedro IV de Aragón en el siglo XIV, y con unas particularidades que la convierten en única. En 1979 algunos políticos disconformes llegaron a quemar en público la que se estableció como oficial para el reino. Pero mejor explicar un poco el origen de la controversia y de la misma Senyera más tarde, para comprender las exaltaciones en favor y en contra, ya que resulta importante para continuar indagando sobre la identidad valenciana.
Pero sigamos el orden cronológico tras el susodicho primer rey de Valencia, Mubárak. Éste era un funcionario de origen eslavo descendiente de la familia de Almanzor. Enriqueció y pobló la ciudad de Valencia y llegó a acuñar moneda. Le acompañó en la creación del reino otro funcionario de la familia, Muzzafar, hasta 1020. Durante los dos siglos posteriores la taifa jugó distintos papeles en el mapa estratégico peninsular. Dinastía amirí y otros reyezuelos que pagaban tributo a otras taifas, llegamos hasta 1094, cuando aparece uno de los personajes más importantes de la Historia de España. La conquista de Valencia por Rodrigo Díaz de Vivar, le valió el apelativo de El Cid Campeador, un señor de la guerra que comandaba tropas mixtas de soldados musulmanes y cristianos. “reinó” desde 1094 a 1102, aunque se declaraba vasallo de Alfonso VI, pero tuvo autoridad absoluta sobre el reino. Almorávides, almohades, señores de la guerra musulmanes, el último siglo sería una larga sucesión de nombres propios sin pena ni gloria, tributarios a distintas taifas, hasta el último rey Zayyan ibn Mardanish, que conservó el trono una década hasta la entrada de Jaime I en Valencia.
La taifa de Denia tuvo una existencia más breve. La fundó el rey Muyahid al-Muwaffaq en 1010 y terminó con el reinado de Ali Iqbal al-Dawla en 1076, para ser anexionada por la taifa de Zaragoza. De este último reinado data una carta encontrada de un funcionario de la corte y dirigida a Bagdad donde se pide disculpas «por el mal árabe escrito, pues en mi tierra se habla el romance» (año 1060). Antes de ser conquistada por Jaime I en 1244, sufrió dos décadas de cierta autonomía e incertidumbre política. Fue la primera taifa en acuñar su propia moneda en Elda, en el año 1011. Poseía una de las flotas de guerra más importantes del Mediterráneo, comandada por uno de los mejores almirantes que tuvo Al Ándalus en su Historia.
Luego tenemos al noroeste de la taifa valenciana dos pequeños “feudos”, en Alpuente y Albarracín. Junto a estos dos pequeños reinos, La taifa de Tortosa coincide espacialmente más o menos con los ilercavones del tiempo de los íberos. Tortosa sobrevivió independiente hasta el año 1060 bajo el mando de cuatro reinados, para pasar a ser tributario de la taifa zaragozana hasta 1110, cuando fue conquistada por los almorávides. Tuvo un total de siete monarcas musulmanes hasta que en 1148 fue tomada por el Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. Resulta muy significativo que en la actual Comunidad Valenciana se repitan con los siglos la misma tendencia y devenires políticos en su conjunto, aunque unas zonas “resistan” más que otras las corrientes foráneas. Eso nos lleva a pensar que el núcleo autóctono, el conjunto que conserva las raíces “valencianas”, a pesar de las influencias, siempre se mantuvo firme y en contacto, sin olvidar los intereses propios de cada ciudad y su área de influencia.
Por ejemplo, la rivalidad de Alicante con Valencia en cuanto a sus políticas económicas: puerto y comercio en general, ha impedido en numerosas ocasiones un mayor despegue comercial de Alicante y su provincia, pero no quita el hecho de que siempre pertenecieron a un mismo conjunto cultural y misma identidad. La configuración en diócesis es también un punto muy importante, ya que la religión hizo y deshizo políticamente a lo largo de los siglos, entrometiéndose en todos los ámbitos. Resulta una perspectiva a tener en cuenta y se supone «incluída» en todas las configuraciones territoriales, primero la religión ibérica y luego con el Cristianismo desde el siglo IV al menos.
Ya en el siglo XIV, y como su antepasado Jaime I, Pedro IV de Aragón otorgó privilegios y títulos a la Ciudad de Valencia, y por extensión, al Reino circunscrito. El motivo fue que todo el reino se movilizó contra Castilla, siendo decisiva su participación, y la ciudad de Valencia se destacó por la defensa, recursos y mayor número de soldados aportados a la causa del aragonés.
Eruditos y catedráticos de Historia contemporáneos afirman en sus últimos trabajos que la identidad valenciana surge precisamente en esta fecha de la concesión de una Senyera Reial al Reino de Valencia. Se concedió el derecho a una bandera coronada durante la guerra con Castilla (1356 a 1365) ratificada por Proclama Real en 1377. Pero opino que dicha identidad valenciana ni ocurrió entonces, pues sucedió siglos antes, ni tampoco ha existido “nacionalismo” tal y como concepto actual entendemos. Es como decir que, tras la entrada de las tropas franquistas en Valencia, en 1939, “desapareció la identidad valenciana”, algo tan peregrino como la afirmación primera. Pero vista desde la perspectiva de un futuro lejano, dirán los historiadores que las prohibiciones franquistas “acabaron con la cultura y lengua valenciana” por 40 años, algo que no sería cierto, aunque si hubo un intento de exterminarla, como el intento Borbón a principios del XVIII.
Respeto los trabajos exhaustivos reflejados en los últimos años, como los de Vicente Boix, Ricardo J. Vicent, Fernando Millán Sánchez y “La Identidad Valenciana”, de Andrés Piqueras Infante, etc., pero creo que no han observado el “bucle” histórico producido desde el tiempo de los íberos y que, por falta de nombres propios de dicha época, obviaron, pues precisamente la identidad valenciana surge de la unificación tribal de todos aquellos pueblos íberos que compartían el territorio actual de la Comunidad Valenciana y que se unieron para enfrentarse a las invasiones extranjeras. El que luego, tras muchos siglos, apareciesen simbolismos para ratificar dicha unión, es puramente circunstancial, pues no significó una acentuación de la identidad, ni tampoco lo contrario. Al igual que el resto de territorios históricos peninsulares, hubo enfrentamientos “Norte-Sur”, “Nobleza-Vasallos”, “Rey-Súbditos”, incluso varios reyes repartiéndose el territorio, y todas las peleas y discusiones típicas de cualquier reino, pero podemos hablar de un espacio compartido por una misma gente y una misma lengua y cultura desde hace más de 25 siglos, que es la edad que tiene al menos, la identidad valenciana. Solamente nos falta un nombre de algún rey íbero para que todas las hipótesis queden en una realidad histórica. Esa es una labor de la arqueología sobre restos y sobre estudio de documentación en archivos antiguos.
Ya, también dentro de mi opinión, y en espera de pruebas arqueológicas, el no encontrar una capital en la Contestania e Ilercavonia ibéricas, se debe a que quizás no las hubo. En una cultura anterior, llamada Argárica (2300-1500 a. de C) está localizado en Villena un yacimiento espectacular, el Cabezo Redondo, con todas las trazas de ser capital y del que salió el famoso Tesoro de Villena. Si hubo capitales en tiempos tan remotos, todo hace pensar que en la cultura ibérica también. Si consta, en las referencias antiguas, Edeta como capital, y que luego se trasladó a Valentia Edetanorum, ¿No es más que probable que ya entonces fuese la capital de los tres territorios? El hecho de que nunca se haya planteado otra capital distinta, ni en tiempos visigóticos ni musulmanes, y que Jaime I no dudase en plantar allí su pendón aragonés, corrobora una identidad valenciana ancestral.
Os comparto un vídeo que resume la historia oficial del Reino de Valencia a grandes rasgos, con algunos puntos que no comparto y que comento en el presente artículo:
Es apasionante lo que indicas, pero llegas a conclusiones dificiles de compartir. Por un lado solo el Papa podía crear reinos, de ahí el vasallaje de Aragón al papado y de ahí que Jaime I tuviera interés mantene la idea de continuidad del Reino y de engrandecimiento posterior mediante la anexión, de esa manera podía no depender del papado a efectos de reconocimiento y crear un ordenamiento jurídico no dependiende de los aragoneses que tanto interés tenían en anexionarse las tierras nuevas y que a la vez habian venido mostrando una tensa relación con el monarca. Respecto a la continuidad de una identidad propia y diferenciada que se extiende desde tiempo prerromanos es un cierto ejercicio de especulación y que choca con algo tan tangible como los apellidos de los valencianos que nos dan información de su origen y permite rastrear el origen e idenntidad individual de los que conforman ese colectivo imaginario que es una entidad política. Por otro lado olvidas el Reino de Murcia (desde Lorca hasta Alicante) y su antecedente el reino de Teodomiro, que englobaba parte de la provincia de Alicante.
Gracias por debatir en el post, Teodomiro. La intención del escrito no es debatir precisamente lo que ocurrió en 1238, ni en una fecha concreta, sino plantear la posibilidad más que «probable» de que la identidad y Reino de Valencia no surgiese a partir de dicha fecha, sino de siglos antes. En cuanto a lo del «permiso» papal, existen numerosos ejemplos cuando se desafía dicho permiso. Creo que no hace falta poner la lista de ejemplos. Las monarquías en su origen son todas electas. Pero no es ese el tema a debatir, sino cuándo podemos establecer una primera monarquía en el Reino de Valencia. Podemos incluir «reyes» desde el tiempo de las primeras fuentes escritas, desde que los fenicios se asentaron por primera vez en nuestras costas. Nombrar a algunos personajes importantes que nos conquistaron, plantea también la posibilidad de que se consideraran reyes de Valencia, caso de Amílcar Barca. El problema en la Historia que conocemos es que está condicionada por el enfoque que se le quiera dar. Si Amílcar conquistó los reinos de Edetania, Ilercavonia y Contestania, ¿No tenemos ya un primer rey valenciano? Las crónicas de los romanos hablan incluso de un «trono» donde Amílcar recibía a los indígenas ibéricos. Es más fácil otorgar un origen a la identidad valenciana tras la conquista de Jaime I. No me conformo con una identidad tan reciente, porque nuestra historia como valencianos es mucho más remota de lo que oficialmente se nos cuenta.
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